Archivo por días: 6 de febrero de 2018


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

24 HORAS

Adriana Izcue Aguirre

Nos conocimos en el autobús que sale de Barcelona por la noche y llega de madrugada a Pamplona. La idea era dormir todo el trayecto y al llegar a casa dejar la maleta, ponerme la ropa blanca e ir a almorzar con la cuadrilla antes del chupinazo. Pero el destino quiso que nos tocaran billetes contiguos.
Durante todo el viaje hablamos de nuestras vidas, trabajos, aficiones, inquietudes, planes… Llegamos a Pamplona, pero antes de despedirnos, le propuse un día entero conmigo, 24 horas de esencia sanferminera. Y aceptó.
Quedamos el día 8 a las 7 de la mañana en la estatua de Hemingway. La invité a ver el encierro en casa de unos amigos en la Estafeta, seguido de churros en la Mañueta, gigantes y cabezudos (como si fuéramos dos niños más), aperitivo en el Roch y comida en el Bosquecillo. Por la tarde toros con la cuadrilla, unos bailables de txistu y cena viendo los fuegos artificiales en la Vuelta del Castillo.
Tras una noche llena de música, risas y diversión, nos dieron las 7 de la mañana sentados en la misma estatua donde 24 horas antes habíamos quedado. Nos miramos, me besó y tras recostarse en mi hombro, se durmió.
 

HOY ES UN DÍA ESPECIAL

Noelia Mendive Moreno

Ocho de la mañana. Los rayos de sol ya entran por la ventana. Hoy es un día especial. Quizás por eso esté de buen humor. No se me puede olvidar el pañuelo. Tengo cuatro más para repartir. Voy a anudarlo ya a mi muñeca, que no se diga que no sigo la tradición. Luego ayudaré a mis compañeras a hacer lo mismo. Ojalá puedan sentir una mínima parte de lo que siento yo. Incluso el sudor ahogado entre la tela y mi piel es agradable. Prometí invitarlas a almorzar. No serán huevos con chistorra y jamón, pero alguna sorpresa ya tengo preparada. Risas, bailes, abrazos. Puedo sentir mi piel erizarse, solo con ver el gentío de las calles, el alboroto. Es una sensación inexplicable. Queda un minuto para el cohete. No sé quién hace los honores este año, no me suena su cara. Parece mentira que esté tan nerviosa. Y mientras sube al cielo, un cosquilleo me atraviesa desde la cabeza hasta los pies, y la adrenalina estalla en forma de lágrimas que brotan de mis ojos. Sollozos de alegría, de tristeza y melancolía, gritos que hacen eco en las frías paredes de la cárcel Soto del Real. 

PREPARATIVOS

Idoia Arraiza Ilincheta

A sus 83 años, Dionisia no aguantaba más de dos horas de pie a no ser que llevara puestas sus zapatillas de casa. Las rodillas le flojeaban a menudo, y sentía en la cadera derecha fuertes pinchazos. A pesar de ello, había vuelto a la peluquería a rematar su pequeño moño gris. Y por la tarde, se había dedicado a planchar innecesariamente la blusa y la falda blanca. El bolso también lo había preparado de víspera: un monedero con la tarjeta de la villavesa cargada, pañuelos de papel, caramelos para la tos y el pintalabios rojo.

Un temprano pinchazo en la cadera mientras desayunaba le advirtió de que aquel sería un día duro. Apuró su café con leche y se arregló despacio. Le costó subirse la cremallera de la falda y colocarse las alpargatas. Metió el pañuelico al bolso y se encaminó hacia la puerta. Al cruzar el vestíbulo se detuvo frente a la foto de su marido y su hijo. Les dedicó un beso y, susurrando, se le escapó, “si estuvierais aquí”. Al cerrar la puerta tras de sí se paró. Decidida, volvió al salón, se deshizo de las alpargatas nuevas y se calzó sus zapatillas de casa. Nada le arruinaría la fiesta.