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Un Cadillac no tan solitario.

11 de Julio.
Talleres La Noria.
07:00 AM.
Fuera puertas de Pamplona.

Dentro del taller resuena Evacuation de Peral Jam a todo trapo. En el centro, descansa un interminable Cadillac De Ville blanco. Impoluto. En su interior, el cuero rojo impera. Imagination, grita más que canta, Eddie Vedder. En ello están. Liándola.

Tomando un café bien cargado, el Sensei observa la operación. Gracias a la confianza que tiene con el jefe del taller, les han dejado un rincón donde operar sin luz ni taquígrafos. La operación exige cautela. Con la excusa de un cambio de ruedas, proceden.

Callado, revuelve el café, reflexionando. Si es lo correcto o no. Este pensamiento le acompaña desde hace tiempo. Si tal o cuál son los culpables. Conclusión. Su sombra y él son los incomprendidos. Heridos por un mundo donde siempre buscaron sus fallos y no los aciertos.

Hoy si que aciertan y de lo lindo. En el maletero del Cadillac caben muchas cosas. Cara o cruz. Falta de cariño o excesos. Quien sabe. ”Solo la dosis hace el veneno”. Entonces van bien encaminados. En dosis generosas.

El golpe estudiado. Como siempre. Aquí la exquisitez y el detallismo imperan a todas horas. Diligentes.

Dayana, quitándose la máscara de pintura, se dirige al Sensei. Su pelo corto rubio erizado, amenazante. Su mirada no. Convencida. En su mano, un pincel.

-Acabamos de inscribir tal como dijiste. “Vinum Titillum” en la aleta trasera. Está precioso. En rojo sangre.

Una sonrisa apareció en la cara del Sensei. Ajustar cuentas pendientes, alto riesgo. Quedarse inmóvil, cavarse una bella tumba.

Firma de puño y letra, con deleite.

Alguien saca una gran botella. Tan fresco que da sed. Es un Magnum Pol Roger Sir Winston Churchill. Para celebrar la botadura. Boato obliga.

El ruido del taller cesa del inmediato cuando al alzar la copa, El Sensei del Hielo se dirige a los presentes:

-Ruego a lo más alto que no tengáis que llegar a donde yo he llegado. Que la vida os trate amablemente. No es mi caso. Suerte para todos.

Las copas resuenan.

-Ya está todo preparado jefe, le susurró su lugarteniente Adam.

Todos se mirar a los ojos. Ahí esta su equipo, fiel e inseparable. Susy, Dayana, Adam. La música cesó sin venir a cuento. O sí.

-¿Estás seguro de lo que hacemos?

Otra vez la maldita duda.

Incorporándose al De Ville, con la puerta abierta, el Cadillac aún muestra más sus facultades. Era el coche de Elvis.

-No lo sé, Adam. Hay que actuar.

El Cadillac empieza a ronronear su ralentí.

– Cuándo todo termine, dirigíos al punto de reunión acordado. Quizás no nos veamos más.

El portón del garaje se alza con lentitud. Al arrancarlo, Los 325 CV retumban por todo el local, enfadados, anunciando venganza. Fue en ese instante cuando se cuela en el asiento del copiloto Dayana, ante el asombro de Adam, Clayton y Susy.

Eso no estaba planeado. Sus miradas coinciden. Posando la mano, Dayana corta al Sensei del Hielo su emergente réplica y le planta un beso de película.

Picando rueda, el Cadillac no tan solitario se enfila con celeridad hacia la vieja Iruña.