X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
849 METROS
Hernán Luis Digilio
Ayer ha sonado el chupinazo y el murmullo no ha parado de crecer. Nos han traído a Santo Domingo y hemos pasado la noche aquí. Se acerca algo grande, puedo presentirlo.
Escucho que cantan en la cuesta. No entiendo mucho sus voces pero aquí vienen nuevamente: “¡Gora, San Fermín! ¡Gora!”. Ya es el momento, debo correr.
Recorro endemoniado las bellas callejuelas. ¡Esto es tan distinto al lugar de donde vengo! Veo a los demás desplazarse entre el gentío, un cabestro me corta el paso y quedo cara a cara con un mozo estupefacto. He dejado atrás la Plaza Consistorial y la calle Mercaderes. La multitud delira, yo sigo corriendo. He perdido de vista a los míos pero la gente me anima y me guía por Estafeta. Debo continuar, el frenesí es inconmensurable. Llevo cuatro años preparándome para esto, me falta el último tramo hasta el callejón que desemboca en mi destino.
La marea me empuja hacia el albero, han sido tres minutos pero parecieron toda una vida. 849 metros de agitación y delirio.
De repente, todo es calma. Afuera se escuchan los gritos de la muchedumbre divirtiéndose con las vaquillas.
Debo recobrar el aliento, no es sencillo mover mis 640 kilos entre tanto desenfreno.
¡VIVA TU MADRE!
Ana Rosa Montalvo Mena
La tradición dice que san Fermín era hijo del senador Firmo, pamplonica. En el siglo III, la predicación de Honesto, un presbítero enviado por san Santurnino, primer obispo de Toulouse, la “ville rose” (ciudad rosa), la Tolosa francesa, hizo surgir la llama de la fe cristiana en la familia de Firmo. Honesto educó a Fermín, un discípulo aventajado ya que a los diecisiete años empezó a predicar por Pamplona y su entorno.
Honorato, nuevo obispo de Toulouse, le consagró obispo a Fermín cuando contaba con solo veinticuatro años. Siete años después, partía nuestro patrón a difundir el Evangelio por las Galias. Después de haber dado testimonio en Aquitania, Auvernia y Anjou, recaló en Amiens, donde su vida y ejemplo fueron la llave que abrió numerosos corazones a la conversión.
En esa época arreciaba la persecución religiosa que le costó al buen Fermín arresto, cárcel y la pena de muerte por decapitación, que fue ejecutada un veinticinco de septiembre. Sus restos mortales fueron sepultados en secreto y reaparecieron en 615, en el episcopado de san Salvio, que hizo trasladar las reliquias a la cercana ciudad de Amiens.
Fermín, recordamos a quien durante nueve meses te llevó en su seno, ¡viva tu madre!
UN TORO EN LA HABITACIÓN
Agustín García Aguado
Ella nunca creyó en mis palabras. Se lo solté de golpe tan pronto llegamos a la habitación del Gran Hotel Perla. Lo he visto. Era él, te lo juro, y fumaba en pipa. Creyó que había bebido demasiado y me señaló con dedo imperativo el camino de la ducha. Cuando salí no había nadie, solo escuché el ajetreo en las calles y un leve carraspeo que se perdía en las sombras de aquella habitación 217. Cuando estaba a punto de bajar a recepción, sentí una mano asirme por el hombro. Siéntate. Tu mujer esta noche está a punto de nacer. No olvides que estas cosas pasan, que el tiempo es un tapiz que se puede admirar por los dos lados… Obediente, tomé asiento al lado de la ventana. Hubiera jurado que aún era de noche, pero escuché el primer chupinazo y, después, el rumor de los mozos en Estafeta. Sentí un leve mareo y cerré los ojos. Cuando los volví a abrir, estaba solo. Sobre el dosel de la cama había un fajín rojo y una vieja pipa todavía humeante. Al rato apareció ella, pero su sonrisa agostada ya solo me recordaba un racimo de endrinas secas.