Archivo por días: 21 de agosto de 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

SEDUCCION

Juany Villaplana Merino

SEDUCCIÓN

Salgo a la calle y comienzo a caminar, obedezco a mis piernas, me dejo llevar. Contemplo a la gente que camina a mi lado, los veo reír y bailar.
Escucho a alguien cantar y freno mis pasos para poderme deleitar. Es el clamor de una jota, es el estandarte de este lugar.
Continúo mi marcha estoy serena, disfruto de este momento que no quiero olvidar.
Camino por las viejas calles de Pamplona, calles por las que el tiempo parece no pasar. Calles empedradas que vieron toros y personas corriendo en el mismo tiempo y el mismo lugar. Calles que escucharon el miedo y respeto entre persona y animal.
Una melodía estimula mi oído y me hace virar. Es el sonido de txistularis y gaiteros fusionados con el bullicio de niños y niñas, todos juntos escoltan a gigantes, kilikis, zaldikos y cabezudos en una tradición que parece no acabará jamás. De nuevo soy niña, quiero bailar.
La gente que bailaba me sobrepasa y yo misma comienzo a danzar. Bailo, rio, canto, grabo en mi mente estos instantes que quiero recordar. Algún día alguien me preguntará ¿Qué pasa en San Fermín? Y yo con nostalgia podré de nuevo rememorar estas fiestas que me hicieron soñar.
 

LA PROMESA

Miguel Uriz Tirapu

Aún me pasa. Me quedo embobado mirando por la ventana de mi pequeño apartamento en Madrid. Y siempre que me pasa esto es porque recuerdo aquellos magníficos días.Los recuerdo perfectamente, de forma muy nítida. Y sobre todo la recuerdo a ella.
El sonido de la música festiva se reproduce en mi cabeza, y el recuerdo de sus abrazos sinceros forman un escalofrío incontrolable. El alcohol nos hizo sonreír durante nueve días seguidos, nos hizo sentir que aquello era sincero. Yo jamás ame tanto a una mujer como en aquellos días, y Pamplona fue testigo y cómplice de ello.
Nos despedimos en la Vuelta del Castillo, y prometimos no olvidarnos jamás de estos días. Yo cumplo mi promesa cada vez que miro por esta ventana.
 

ORIGEN

Ander Elcano Sanchez

Año 1931, Pamplona.

El sonido de los joteros sonaba de fondo. El fuerte cierzo de aquella tarde traía las notas desde la puerta del teatro Gayarre, donde se amontonaban unos cuantos mozos con boinas rojas.

El resto de la gente seguía en sus quehaceres diarios, gente trabajadora y humilde, que trabajaba de sol a sol y que, aun así, nunca decían que no a un buen partido de pelota o a una agradable melodía del txistu.

Sin embargo los atuendos grises hacían las delicias de los mozos. Muchos se acercaban a las chicas, coqueteaban ellas con ellos y ellos con ellas. Algunos, sin embargo, se sobrepasaban. Arrimaban lo que no debían al dar un abrazo o besaban mas los labios que las mejillas sonrosadas.

Ellas reían, pícaras e inocentes. Hasta que una moza, obrera, humilde y harta, estalló.

– Voy a vestir de blanco y rojo.

– ¿De blanco para parecer pura?

– No, para que no se acerquen manos sucias.

– ¿Y el rojo? ¿para llamar la atención?

– Si, la vuestra.