Archivo por meses: agosto 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UN DÍA DE JULIO

Gabriel Estañ Cerezo

Amanece Pamplona el seis de julio. Sopla una suave brisa y va cogiendo ritmo un sol que da vida. La villa entera despierta expectante. Acoge a amantes de las fiestas, mujeres y hombres, llegados desde muchos rincones. Tanto cercanos como lejanos. Pero, ante San Fermín, todos hermanados. Dispuestos a vivir la semana grande pamplonica. Caminan, vestidos de blanco y rojo, por las orillas del río Arga. Se dirigen paso a paso hacia la plaza Consistorial que se va llenando por minutos. El ambiente es cada vez más contagioso.
Mientras, en el balcón se asoman felices, un poco nerviosos. La fiesta está a punto de comenzar. En la plaza millares de pañuelos rojos se alzan. Los músicos desde el primer balcón comienzan tocar. El redoble y el rasgar de los instrumentos de viento tocan el corazón de los hombres y mujeres presentes. En el segundo balcón, también los pañuelos se levantan.
Una mujer se acerca al metálico instrumento que ha de hacer retumbar su voz. Navarra entera pendiente de ese gesto. “Pamplonesas, pamploneses” comienza. Su voz se mezcla con los gritos de alegría que surgen de la plaza. El txupinazo es lanzado y empiezan las mejores doscientas cuatro horas de Pamplona. ¡Viva San Fermín!
 

ENCIERRO

Jose Antonio Santos Rodriguez

Vine a Pamplona desde el Caribe, ansioso por hacer realidad un viejo sueño: correr delante de una manada de toros. En la mañana del siete de julio tomé la calle, vestido con camisa roja, pantalón blanco y zapatillas. Era el inicio de las festividades de San Fermín y estaba dispuesto a participar hasta el final. Me sentía cómodo y ágil para recorrer los más de ochocientos metros en tres minutos. Antes de comenzar el encierro, eché otro vistazo a la ruta que terminaba en la plaza. Cerca de allí tuve la mejor lección de mi vida.
En el corralillo había un toro muy negro, distinguido por un lucero blanco en la cabeza y cuernos retorcidos. Los ojos le brillaban y aproveché para aumentar su ira con gestos groseros. Desde que emprendimos la carrera se me aproximó tanto que podía percibir sus resoplidos en mis glúteos.
Caí bocabajo antes de llegar a la plaza. El tauro me rozó con las puntas y pensé: “ahí viene la embestida”. Esperé aterrorizado mientras escuchaba su respiración. Hizo un ademán de repugnancia y regurgitó un bocado verdoso sobre mí. Luego, partió raudo, alejándose del hedor de mis heces.
 

DOCTOR MADE IN SAN FERMÍN

Carlos Sanz Matesanz

Tenía dos pasiones. La medicina, esa profesión tan complicada pero que amaba desde la niñez. Y San Fermín, esa festividad que amaba desde antes de la niñez.
No concebía la vida sin una de ellas. De hecho, gracias a hacer símiles de medicina con lo que acontece durante San Fermín conseguí licenciarme. Me explico: a los mozos los comparé con glóbulos blancos o rojos, según la necesidad. Las calles eran las venas y arterias, lógicamente. Los tapones que alguna vez se forman en los encierros son coágulos sanguíneos. Los mozos que molestan en vez de guiar a la manada son peligrosos como el colesterol malo. La plaza de toros y del ayuntamiento, el corazón y el cerebro que pone todo en funcionamiento. La diversión es como los pulmones; sin diversión la fiesta se ahoga. Las fuerzas de seguridad hacen las funciones de anticuerpos o aparato excretor, defendiendo o filtrando situaciones tóxicas. Los toros me recordaban a los espermatozoides, gracias a sus carreras se reproduce la fama mundialmente. Y así formé multitud de comparaciones que me ayudaron a aprobar.
Al final, la fiesta de San Fermín me hizo ser médico. Y gracias a eso, ahora, puedo atender a las personas necesitadas durante la fiesta. 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ESPECTÁCULO DESCONOCIDO

Amadeu Isanta Vallmitjana

Después de un encierro accidentado, con varias cornadas que hicieron diana en muslos y glúteos, el grupo de colegas decidió entrar en el bar más cercano para recuperarse del susto a base de más alcohol.
Javier, al que la turbieza no le abandonaba desde hacia muchas horas, empezó a notar los efectos de una indisposición descomunal. Los amigos, concentrados en una animada charla, no repararon en el color verde pálido que estaba cogiendo su rostro, y en que se estaba gestando un espectáculo desconocido en los Sanfermines. De repente, una combinación de convulsiones, arqueos y estiramientos reclamó la atención de todos.
Javier solo pudo aguantar unos segundos hasta que su organismo no pudo más. En el punto culminante de su estremecimiento inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, con ademán de coger impulso, y con la abertura máxima que le permitió la boca expulsó una parábola perfecta de fluidos densos y viscosos.
En principio el chorro se dirigió hacia arriba pero unas décimas de segundo más tarde se convirtió en una amenaza. Eduardo, al intuir el peligro, intentó parar el tiempo, pero solo fue capaz de esperar que el chorro parabólico le cayera encima mientras los compañeros estallaban en un estruendoso aplauso. 

EL OLVIDO

Pablo Lorente Muñoz

Una extraña bruma de olvido se había extendido por el planeta por causas que los científicos olvidaron y, en consecuencia, ese año nadie se había acordado de las fiestas de San Fermín.
El ayuntamiento no había previsto ningún festejo, ni el arzobispado había planeado los fastos litúrgicos, ni las familias habían pensado en reunirse en torno a la mesa para invocar el futuro y mejorar el pasado, ni los turistas se habían planteado visitar la ciudad española.
Y amaneció el 7 de julio como si tal cosa, y los pájaros trinaban, y los niños iban a la escuela porque habían olvidado que tenían vacaciones, y los repartidores intentaban hacer su trabajo pero no recordaban el nombre de las calles y así, en líneas generales, el mundo seguía funcionando en un caos olvidadizo.
Una anciana asegura que vio a una niña de sonrisa querubinesca dirigirse al campanario de la catedral sin tocar el suelo, un joven afirma que era un niño que levitaba, un cartero está convencido de que era una adolescente flotante la que subió a la catedral a tocar las campanas.
El día de San Fermín ha sido declarado festivo en el mundo entero, fue el día en el que regresaron los recuerdos.
 

GENIO Y FIGURA

Rosendo Gallego Menárguez

Un anciano pamplonica se estaba muriendo en su lecho y olió de pronto el aroma de su plato favorito: el toro guisado. Hizo acopio de sus escasas fuerzas, se dejó caer de la cama y, poquito a poco, reptando a lo indio, salió de la habitación y alcanzó, jadeante, la cocina. Si no hubiera sido por su delicada situación, le habría parecido llegar al cielo: ¡en la mesa había preparado un gran banquete de toro guisado! ¿Sería un detalle final de su abnegada esposa para que él dejara feliz este mundo? Con un sprint supremo, se empinó a la mesa, alargó su mano temblorosa, y ya estaba a punto de comerse un trozo cuando apareció su mujer por la puerta y le sujetó el brazo diciendo:
–¡Fuera de aquí, que esto es para el funeral!

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X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PASIÓN Y MAGIA.

Miren Arlaban Mateos

Iruña resplandece como una novia desbordante de dicha. Se acerca el momento mágico; ¡el famoso Chupinazo!.
Un mar cuyas olas, hechas de brazos barnizados de sudor y alegres gargantas regadas con champán, me va empujando hacia el Ayuntamiento.
Me dejo envolver por ellas, arrastrada por este auténtico tsunami rojo y blanco.
Todas las miradas, teñidas de emoción, convergen en un balcón donde unas manos, trémulas por los nervios del momento, prenden la mecha.
Al grito; ¡Gora San Fermín!, ¡Viva San Fermín! se abren los cielos, perseguidos por uno, dos, tres, varios cohetes sucesivamente.
Un clamor de desbordante alegría estalla entre la multitud. ¡Es el delirio, la maravilla por la cual gentes de la vieja Iruña, y otras venidas de distintos países del mundo, muchas de las cuales no se conocían, bailan y cantan juntas, perdidas en ese anonimato donde no hay ricos ni pobres, nacionalidad, raza o credo que venza a la pasión por vivir unas fiestas que han estallado, cegadoras, disolviendo las penas, triunfando sobre el dolor!. 

EL MAR

Manuel Ramón Bascuñana

La ciudad, vista desde cierta altura, era semejante a un mar embravecido, una marea humana blanca agitándose en su interior. A primera hora del día, una peligrosa corriente recorría sus calles hasta desembocar en la arena de la playa del ruedo, donde arrojaba los heroicos cuerpos de los náufragos supervivientes. Pero como todo mar, encerraba peligros en su seno; manchas de chapapote que se adherían a los cuerpos de las sirenas, o pulpos, medusas y otros depredadores que surcaban la blanca espuma de la marea buscando la víctima inocente y propicia. Sin embargo, a pesar de todos sus peligros, contemplar el mar, aquel mar, era un espléndido y maravilloso espectáculo.  

¿Y DÓNDE ESTÁ EL CABALLO BLANCO?

ángela Martín Gómez

Que llegue San Fermín y no verte es como un 6 de julio sin almuerzo. Como salir un Juevintxo y no sacarse una foto en el reloj de Kukuxumusu. Como no llevar garroticos de Beatriz cuando es tu cumple al curro.

Estar al otro lado de la barra nunca fue tan oportuno. Te hablé en inglés. Sonreíste. Todos parecéis guiris. Bebiste. Este vuelve. Volviste. Modestia Navarra.

No te das cuenta de lo bonita que es tu ciudad y de lo poco que sabes de ella hasta que adoptas el rol de guía turística. No sé si es más difícil desmontar los clichés que tiene la personalidad del norte o no reírte de una persona intentando hablar Euskera. No haber querido que esos días se quedaran en una anécdota ha sido una de las mejores resacas de mi vida.

Desde entonces la superficialidad de la pregunta mar o montaña se esfumó igual de rápido que el verano en Pamplona, la palabra “marea” pasó a ser más polisémica, las villavesas más grandes y los kalimotxos más fríos.

Encerrarse a base de fuegos artificiales, dosificar los trascaos, sentirse gigante y no vestirse de blanco en 5 años es Joderla, con JOTA.

#mipañuelosanferminerosigueenvalencia
 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL QUINTO COHETE

Milagrosa Gallego Guruciaga

Se va si despedirse. Claro, piensa que estamos dormidos y, en realidad, llevo desvelada más de una hora. Parece mentira… con lo que le cuesta levantarse para ir a la universidad y en cambio para esto se levanta a la primera sin ningún problema. He oído ruidos en la cocina pero, ¿habrá desayunado bien?. Ayer dijo que igual lo dejaba para después de correr porque tal vez se juntaba con sus colegas si todavía andaban de «gaupasa».
Y yo, ayer a la noche, como una tonta, planchándole la camiseta y los pantalones blancos porque, claro, ¡tiene que ir impoluto…! Qué daría por que no corriera, por no pasar estos ratos… Pero a la vez, y aunque sé que parece no tener sentido, me hace estar orgullosa cuando veo que sale en alguna foto del periódico o cuando le oigo hablar de sus sentimientos hacia las fiestas o cuando escucho cómo describe las emociones que siente cuando corre…
Desde que lo hace no soporto ni siquiera ver el encierro por televisión. Y sólo estamos a día siete… Suena el primer cohete… enseguida el segundo, ¡bien! Por favor, que sea rápido. El tercero, el cuarto… y por fin… uffff, el quinto, su WhatsApp.
 

VOLVERÉ EL PRÓXIMO AÑO

Manuel Serrano

He visto más encierros que todos vosotros juntos. Los veo en primera fila. En primerísima línea. Lo mejor es que he recibido más cornadas que nadie y sigo casi ileso. Durante el resto del año me reservo para estar listo y que así lograr sumar uno más.
Pocos días antes ya estoy en la calle, cerca del recorrido, vigilando que las cosas estén perfectas. Amanezco cada día preparado y nervioso. Aunque no hay aglomeraciones, noto el estrés de lo que va a venir.
Primero es el chupinazo, después el cohete que anuncia el primer encierro. Ellos corren despavoridos, yo ni me muevo. Me quedo en mi sitio soportando embestidas, empujones y pisotones. No nace muchos lustros, en otro lugar diferente al de ahora, pude ver cómo un morlaco de quinientos kilos empitonaba a un imprudente. Por suerte lo pudieron poner a buen recaudo detrás de mí. Sanitarios y policías se hicieron cargo de él. Al rato, volvieron a mi lado, a la espera…
Cuando peor lo pasé es cuando me tocó en la curva de la Estafeta. Dos compañeros míos se rompieron. Por suerte yo estaba arriba del todo.
 

LA ESCALERA

Miguel José Izu Belloso

Uno de enero, Circuncisión de Nuestro Señor.
Dos de febrero, Virgen de la Candelaria.
Tres de marzo, San Emeterio y San Celedonio.
Cuatro de abril, San Isidoro de Sevilla.
Cinco de mayo, San Eulogio.
Seis de junio, San Norberto.
Siete de julio, San Fermín.

Siempre me ha dado cosa que la escalera estuviera incompleta.
 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

VALS DE TODOS

Raquel Verdes Tainta

Hoy es viernes, 6 de julio, Xabier entra en casa de su madre sigiloso,Julia lleva año y medio padeciendo alzheimer y se desorienta al despertar. Cuando se levanta, le da los buenos días le prepara el desayuno y le pinta los labios de rojo como ella hacia hasta hace unos años. Xabier va hacia la habitación y la viste con la ropa blanca mas radiante que ve en el armario, le coloca el pañuelo en el cuello, le besa en la frente y le dice:
-«Felices San Fermines, Ama».
Julia esta con el morro torcido, últimamente no le gusta salir, pero la cara le cambia al ver a tanta gente cantando, riendo y bebiendo algún vinico que otro. Se sientan en el Café Iruña para comer un pintxo y en ese momento, por una de las bocacalles aparece una txaranga,detrás un grupo de personas va coreando la canción, cantan el Vals de Astrain, a Julia de repente se le dibuja una sonrisa en los labios. Su hijo le abraza y le oye a su madre cantar:
-«Que son en el mundo entero unas fiestas sin igual, riau riau»
Xabier no puede contener las lagrimas es la primera vez que ve a su madre recordar. 

CARMEN

Blanca Goñi Allo

Cada 6 de julio, a las 8 de la mañana, mi abuela abre ceremoniosa su armario y saca una blusa y una falda blancas. Las plancha mientras tararea el Vals de Astrain y, poco antes de las 12, se sienta muy cerca de la televisión y contiene la respiración hasta que el cielo de Pamplona estalla. Después nos sumergimos en la multitud de la Plaza del Castillo y buscamos mesa en el Café Iruña, mientras me cuenta que ahí al lado, en La Perla, se aloja su amigo Ernest, ‘ese americano con barba blanca que se vuelve loco con los toros’. Comemos en el Txoko, tras asegurarle que en Las Pocholas no había mesa y me la llevo a la corrida porque quiere que vea torear a Antonio Ordóñez. Y cuando por fin la llevo a casa, la meto en la cama como si fuera ella la veinteañera que vuelve con las primeras luces del alba. Los 364 días restantes, mi abuela tiene 92 años, no recuerda su nombre y convive con otro extranjero, no Hemingway sino Alzheimer. Pero cada 6 de julio, mi abuela vuelve a ser la joven Carmen que conoció los sanfermines cuando se convirtieron en la Fiesta. 

ESQUIVANDO

Calamanda Nevado Cerro

Siete de julio, aquí estoy encomendándome al Santo y repasando: “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guie en el encierro y nos de su bendición” creo que es de los Iruña´ko. Esto funciona.
Off. Las ocho en punto ¡Dinamitan el primer cohete! Qué cosa más bonita las puertas del corral abiertas.
¡Segundo disparo, los toros han salido! A correrrrrrr. Somos cientos. Voy a convertir el aire en queroseno por La Estafeta; me despegaré antes de entrar en la plaza. Aunque tenga piernas de soldado, sea una pluma, y esquive los bordillos; ahí se sienten los bufidos y las miradas negras clavarse en las pupilas.
¡El tercero! Apurando; arraio no está despejado. Venga ya, no hay hueco. Al final entro con la manada al callejón de la plaza, ciego, con cojera y lágrimas.
-¡Avisan con el cuarto! Ya están en toriles.
Agur chavales, mañana más, a por otra carrera como esta; tres minutos y ochocientos veinticinco metros recorridos. Así hasta el catorce de julio si San Fermín quiere. Qué palo si se cabrea; arraio no, que llevamos toda la vida juntos.
Zuretzat, hijo. Aunque me vuelva loco vuelvo a correr con tus cenizas y tus amigos. ¡Son difíciles estos encierros virtuales!