Archivo por días: 2 de octubre de 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

REPINTADO

Hugolina G. Finck Y Pastrana

Tengo vacaciones todo el año; sólo unos días salgo a pasear. Los días de ocio me la paso muy metido en mi lugar. Me pintan y me repintan, me sacan y me meten; me dicen el muy mirado y me llevan de aquí para allá.
Tengo una obligación, es la de estar muy alegre, pero otro es mi sino, es el de perseguir a los niños y darles uno y mil golpes porque así me gusta, porque la niñez me atrae para darle una tunda; quiero que los niños, me huyan, los alcanzo pronto y les doy de batacazos para que rían los chicos, para que sonrían las muchachas, para carcajear, para que la fiesta exprese la alegría de los fermines.
De kilikis soy el rey. Me llaman Verrugas. La cabeza la balanceo antes y después de dar el golpazo que sacará las risas de todos.
El kiliki Verrugas ya viene… el kilike Verrugas está por acá… el kiliki Verrugas ya se va… ya me meten en reposo… todo un año pasará y después, me repintarán. 

LA ALEGRÍA DE SAN FERMÍN

Esperanza Tirado Jiménez

Todos le cantan y le piden su bendición en los días clave para que su santo cuidado haga que los encierros trascurran con tranquilidad. Y él sonríe a todos, feliz de ser el centro de atención en esos días de fiesta grande.
Pero una vez que las celebraciones pasan cada cual se va a su casa, tarareando bajito el ‘pobre de mí’ y guardan el pañuelo rojo en un cajón hasta el año que viene. Pocos van a visitarle, pocos le escuchan con el corazón en su día a día lleno de prisas y complicaciones. Pero él sonríe siempre y los protege desde su altar.
Algunos salvajes, los menos, hacen que su alegría y su sonrisa se le borren del rostro. Sobre todo cuando le llegan noticias de manadas que no corren a cuatro patas por los adoquines de la calle Estafeta. A esos desearía cornearles él mismo. Pero es Santo. Y los santos no desean esas cosas.

 

365 DÍAS, 849 METROS.

Aroa Montiel

“Gora, Gora…” se repite en mi cabeza tras haber entonado en Santo Domingo, periódico en mano, a San Fermín pedimos. Qué bonita marea rojiblanca vislumbro a mi alrededor, llena de fervor.
Rostros de emoción y deseo de oír por fin el traqueteo de las reses acercándose. Esas que recorrerán 849 metros hasta la plaza, esas que harán a mis pies casi volar y a mi corazón latir como nunca antes lo había hecho.
A mi compañero corredor, suerte en tramo a recorrer, que San Fermín te cuide, a los inexpertos ánimo, a los expertos admiración y a los pastores gracias.
Se oye el cohete que a da el inicio y una pequeña parte de mi no quiere correr, no quiere avanzar hacia lo que supone el fin y el comienzo de una cuenta atrás hacia el futuro.
Y yo, que siento por dentro emociones tan dispares, tengo envidia del maestro Sabina. Él solo tardó 19 días y 500 noches en aprender a olvidarla, pero yo, Pamplona, pienso en San Fermín los 365 días que tiene el año.
Y ahora que el final se acerca, solo puedo pensar… pobre de mí, ¡ay pobre de mí!