Archivo por días: 12 de octubre de 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LEVANTARSE ESA MAÑANA

Ixai Salvo Borda

Levantarse esa mañana es algo especial. Se nota en el aire, la calle tiene un olor especial. Emociones contenidas esperando estallar. Es el momento mágico desde en que sale el Sol la ciudad resuena latente.
Levantarse esa mañana significa aceptar el no saber que deparará el día. Es vestirse de blanco después de 357 días. Es sonreír a la vida con una mirada especial.
Levantarse esa mañana significa pasear por la calle vestido «raro». Y madrugar esa mañana significa que igual, durante un corto periodo, eres el único completamente de blanco. Durante ese instante mágico, eres la única que mira su pañuelo y sonríe, pensando en cuándo se lo ponga al cuello y cante con el resto de la humanidad.
Levantarse esa mañana significa ponerse complementos especiales, esos que dan color y viveza a la fiesta. Esos que engalanan el sentimiento a la vez que representan tradición y cultura.
Levantarse esa mañana significa volver a los recuerdos. Volver a esas calles llenas de alegría, amistad y fiesta.
Levantarse esa mañana significa firmar un contrato con la vida.
Por qué levantarse el 6 de Julio en Pamplona, significa volver a nacer otro año más.
Significa, felicidad.
 

FIESTA

Plácido Romero Sanjuán

Siempre quise que mi hijo leyera. Le regalé los libros que realmente me habían gustado a mí. Stephen Crane, Edith Wharton, Scott Fitzgerald, John Steinbeck, Dashiell Hammett, Isak Dinesen, J. D. Salinger, Harper Lee. Grandes autores. Eso sí, jamás le regalé ningún libro de Faulkner; ese escritor me parece ampuloso, hueco, insoportable. Desde luego, también le fui dando a leer las grandes novelas de Hemingway: Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas, Fiesta. Algo que no paro de lamentar desde que recibí aquella llamada desde Pamplona. 

CORRER Y VIVIR

Marcos Pérez Barreiro

Corría el siete de julio para alcanzar la plenitud de su ser. Ese que, bondadoso, temía a la muerte lenta. La que hablaba de una calle repleta de gente, curvas y peligros. Algunos tan llamativos, como aquella mujer que lo dejó plantado a principios de julio, porque tenía otra mejor opción. Una opción vestida de blanco. Tanto que, su roce, era el goce de la vida. La que la arrancaba del desfallecimiento, a base de besos y sangrías. Tal vez, el motivo de que esta vez iba a ser diferente. No se dejaría llevar por ella. Correría sin mirar atrás. Sin mirar al lado. Miraría hacia delante. Allí, donde el futuro es una promesa cumplida. Una que no discute la valía del logro. Sencillamente, lo degusta según la ocasión. Según la oportunidad, el sentimiento… el sabor conquistado. Ese que, vestido de blanco, es también vida.

Otras veces, sangre enmascarada de muerte cuando el conocimiento está equivocado. Ya que, a veces, la muerte habla de hombres satisfechos de sí mismos. Los que corren sabiendo que, al final, el animal más longevo del día es él.