Archivo por meses: octubre 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

5

Elisabeth Moleiro Jacue

Nunca duermo el 5 de julio.
Es casi imposible cuando vives aquí.
A las 9:00 tengo que ir a por el pan para el almuerzo. ¿Me pongo el pañuelico bordado o el trotero? No quiero que se me manche el bueno, que me lo regalo papá. Espero que no llueva. Aunque en Pamplona nunca se sabe. Qué ganas tengo de ver a la cuadri. Todo el año esperando al día 6 y luego se pasa en un plis plas. Tarjeta de la villavesa, las llaves con una arandela al pantalón, y, si fuera por la mamá, todo metido en una especie de riñonera oculta por dentro de la camiseta. No te vayan a robar, y luego qué. Supongo que acabaré metiéndolo todo en una bolsita de recoger la caca del perro, por si me mojo en el erre que erre. Y cambiarme el móvil por uno prehistórico. Y buscar el sombrero cutre con flores de colores que sólo me atrevo a ponerme en San Fermín. Porque sin complementos ridículos, no es lo mismo. Ah, y las zapatillas viejas viejísimas. Porque mañana da igual. Mañana nos limitamos a disfrutar.
Duérmete. Duérmete. Duérmete.
Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corazón.
Mierda. Como para dormir hoy. 

CONSIGNA

Francisco Javier Aguirre González

En el primer encierro de los sanfermines ocurrió algo insólito. Ningún astado hizo por los corredores durante todo el recorrido. Nadie sufrió el menor percance. El año anterior había tenido lugar en la ciudad un hecho lamentable y todos los participantes en el festejo, hombres y mujeres, desde la cuesta de Santo Domingo hasta la plaza de Toros, llevaban una blusa blanca con el diseño de una mano abierta, pintada en rojo, y un texto en letras negras que decía NO ES NO. 

204 PALABRAS

Francisco Javier Nieto Cabezas

Tengo que rellenar una pagina en blanco, y no tengo ni idea de lo que quiero escribir, y hay que llegar a 204 palabras ( 24), pero yo quiero presentarme al Concurso, y es que no se escribir, ni tan siquiera me acuerdo lo que me sucedió esta mañana, y no tengo nada interesante que contar, y seguro que se presenta mucha gente que tiene verdaderas historias que interesan a los demás (70), pero que hago, de que hablo yo, si soy súper aburrido, si nunca me ocurre nada, si jamás he escrito ni una carta, y no tengo ni instagram, ni twiter, ni ebook, y ya me cuesta leer los wasaps que me envían (112), ojala fuera como mi primo Fermín que hasta ha escrito un libro, pero de que hablo yo (129), como no cuente lo de la mili, pero a quien le va a interesar eso, o a lo mejor lo de cuando fui a Paris por lo del 68, pero tampoco, si me quede en la pensión, pero que les cuento a estos señores, de que escribo yo (177) si es que soy un inútil aunque ahora que si eso, voy a escribir de aquel día en que… (204 palabras).
 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

RECUERDOS

Alberto José Casañal Abad

Mi primer San Fermín consistió en una observación naturalista. Un compañero del trabajo y yo, forasteros y destinados en Pamplona, decidimos pasar la noche sin dormir en plan tranquilo, aguantar hasta los encierros, volver a casa a ducharnos y a trabajar. Paseábamos por las calles contemplando la fauna humana, como zoólogos examinando con respeto y desde la distancia especies desconocidas. Recuerdo especialmente la imagen de un joven dormido de pie en un portal, con la cabeza apoyada en la pared. Nos quedamos un rato mirando en silencio, extrañados ante tamaño desafío a la ley de la gravedad. Cuando regresaba a casa agotado me encontré con otro compañero del trabajo, un pamplonica serio, discreto, introvertido. Me miró con ojos vidriosos, cargados de furia. Daba miedo. Me habló, sin comprender yo su farfullar después de una noche de excesos. Me desvié de mi camino y lo conduje, con cuidado de no caernos, hasta la puerta de su casa. Después de las fiestas coincidí con él en la fotocopiadora. Sonreí con franqueza para que no se sintiese avergonzado por mi buena acción. Un tímido saludo fue su respuesta y se fue con sus papeles. Nunca supe si recordaba o no nuestro agitado paseo con los brazos entrelazados.  

“PISCOLOGÍA PERSONAL”

Inés Sáenz De Pipaón Martinez De Vírgala

Que la ropa se pringue en sanfermines es un peaje soportado y de jarana. Pero a Josune le faltaba experiencia de la Fiesta. Aquel día estrenaba conjunto de hilo con el lauburu bordado. Atractiva, pero también insegura, a veces actuaba cual adolescente que busca ser aceptada; como los demás ella podía engallarse.
Treinta años han pasado. Cada sanfermines una sombra de vergüenza en su mente.
Ocurrió al aperitivo, se divertían en las barracas políticas. Un vaso de sangría empapó el atuendo de Josune. Nadie le pedía disculpas. Cruzó su mirada con la mujer causante, una pija arrogante —interpretó— y, sin control, arrojó su bebida al vestido de la otra. Las dos mujeres, como en crisis espasmófila, quedaron petrificadas unos segundos.
— ¡Cómo fui capaz de hacerlo, si yo soy de tolerar, si soy de las que, yendo por su derecha, se bajan de la acera! —sonríe con el ánimo turbado—. Quizá, si me hubiera pedido perdón…
Hoy Josune se comprende algo más, sorprendida se disculpa. Ha aprendido, en el análisis social, pluralista, del final de ETA, que su orgullo no fue dignidad sino simplemente orgullo. Que le hubiera gustado escuchar un ‘lo siento’ y que con su hecho vengativo perdió la dignidad que buscaba.
 

ORACIÓN ANTE LA HORNACINA DE SAN FERMÍN UNA HORA ANTES DE QUE SUENE EL CHUPINAZO

Pedro Sanz Lallana

San Fermín bendito, escúchame ahora que estamos solos antes de que vengan las peñas y se monte el lío. Vengo a pedirte que, por favor, te pongas a mi lado en el encierro de hoy.
Sabes muy bien que tengo ochenta tacos, que la cadera ortopédica me funciona de p. madre —perdona la expresión—, las rodillas me chirrían bastante, pero ayer fui al callista y me dejó los pies niquelados, «te he quitado los callos y vas a volar», me dijo, porque le comenté que pensaba correr este encierro. He recorrido la calle Estafeta un par de veces y no está mal, aunque puedo mejorar. Bien, por mi parte que no quede, por eso vengo a pedirte que pongas algo de la tuya: lo del capotillo y todo eso. Es que los toros los vi ayer de lejos y me parecieron enormes, ya veremos cuando los tenga detrás de mi culo.
A lo que iba, San Fermín, estaré en la calle Estafeta, correré lo que pueda y espero que estés a mi lado, lo que no quita que puedas echar un capote a todo aquel que lo necesite, que tampoco quiero acaparar todos los milagros que haces cada año en los encierros. Amén.
 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LEVANTARSE ESA MAÑANA

Ixai Salvo Borda

Levantarse esa mañana es algo especial. Se nota en el aire, la calle tiene un olor especial. Emociones contenidas esperando estallar. Es el momento mágico desde en que sale el Sol la ciudad resuena latente.
Levantarse esa mañana significa aceptar el no saber que deparará el día. Es vestirse de blanco después de 357 días. Es sonreír a la vida con una mirada especial.
Levantarse esa mañana significa pasear por la calle vestido «raro». Y madrugar esa mañana significa que igual, durante un corto periodo, eres el único completamente de blanco. Durante ese instante mágico, eres la única que mira su pañuelo y sonríe, pensando en cuándo se lo ponga al cuello y cante con el resto de la humanidad.
Levantarse esa mañana significa ponerse complementos especiales, esos que dan color y viveza a la fiesta. Esos que engalanan el sentimiento a la vez que representan tradición y cultura.
Levantarse esa mañana significa volver a los recuerdos. Volver a esas calles llenas de alegría, amistad y fiesta.
Levantarse esa mañana significa firmar un contrato con la vida.
Por qué levantarse el 6 de Julio en Pamplona, significa volver a nacer otro año más.
Significa, felicidad.
 

FIESTA

Plácido Romero Sanjuán

Siempre quise que mi hijo leyera. Le regalé los libros que realmente me habían gustado a mí. Stephen Crane, Edith Wharton, Scott Fitzgerald, John Steinbeck, Dashiell Hammett, Isak Dinesen, J. D. Salinger, Harper Lee. Grandes autores. Eso sí, jamás le regalé ningún libro de Faulkner; ese escritor me parece ampuloso, hueco, insoportable. Desde luego, también le fui dando a leer las grandes novelas de Hemingway: Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas, Fiesta. Algo que no paro de lamentar desde que recibí aquella llamada desde Pamplona. 

CORRER Y VIVIR

Marcos Pérez Barreiro

Corría el siete de julio para alcanzar la plenitud de su ser. Ese que, bondadoso, temía a la muerte lenta. La que hablaba de una calle repleta de gente, curvas y peligros. Algunos tan llamativos, como aquella mujer que lo dejó plantado a principios de julio, porque tenía otra mejor opción. Una opción vestida de blanco. Tanto que, su roce, era el goce de la vida. La que la arrancaba del desfallecimiento, a base de besos y sangrías. Tal vez, el motivo de que esta vez iba a ser diferente. No se dejaría llevar por ella. Correría sin mirar atrás. Sin mirar al lado. Miraría hacia delante. Allí, donde el futuro es una promesa cumplida. Una que no discute la valía del logro. Sencillamente, lo degusta según la ocasión. Según la oportunidad, el sentimiento… el sabor conquistado. Ese que, vestido de blanco, es también vida.

Otras veces, sangre enmascarada de muerte cuando el conocimiento está equivocado. Ya que, a veces, la muerte habla de hombres satisfechos de sí mismos. Los que corren sabiendo que, al final, el animal más longevo del día es él.
 


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL CAPOTICO

Noelia Gorbea

Escúchame antes de que se me olvide. Se lo hice prometer con la mirada mientras las circunstancias nos hacían adultos por momentos. Se lo conté en el silencio de una habitación vacía, llena de tubos y del sonido de esa dichosa enfermedad ganando la batalla. Entre caras serias y alguna mirada acuosa se produjo un momento de complicidad, una especie de acuerdo sin palabras. Fue entonces cuando supe que San Fermín siempre nos echaría su ‘capotico’.  

EL RELEVO

María José Moreno Acedo

Los 7 de julio siempre son especiales para Julian, pero sin duda este ultimo lo es aún más.
Se levantó temprano, se vistió con su pantalón y camiseta de color blanco y mientras anudaba su pañuelo rojo al cuello llamó a la puerta de su hijo David; este salió ataviado del mismo modo que su padre, de un impecable color blanco, ambos salieron a la calle.
En la puerta les esperaba Ernesto, padre de Julián y abuelo de David, los tres se fundieron en un gran abrazo, lleno de sentimientos y emociones.
En sus manos llevan periódicos perfectamente enrrollados que aprietan fuertemente, Ernesto y Julian rodean a David con sus manos libres, tal vez para transmitirle tranquilidad en la que será su primera Carrera acompañado por dios a veteranos.
Así abrazados llegan hasta el Santo para entonar los tres Cantos de protección y esperar junto a él el cohete que indica que los astados salieron del corral.
Entre sentimientos de emoción los tres corren hacia la plaza, donde David termina su primera carrera, Julian otra de muchas y Ernesto la última, sin duda ha llegado con David ha llegado el relevo, para él ya es hora de retirarse. 

LA PROMESA

Manuel Povedano Bruque

Destellos funestos de palmas y flores bordadas en oro deslumbran la plaza en la hora de los llantos lorquianos. El Jandilla no tuvo piedad con la joven promesa. De rodillas sobre la arena traída de Miranda, esperando a porta gayola, recibió el beso del pitón en su cuello inmaculado. ¡Cuantos corazones rotos por la belleza truncada!. Pero el suyo solo pertenecía a la más hermosa, a la que lo conquistó en la curva de la Estafeta entre un mar de pañuelos rojos, perdido en las líneas de “The Sun Also Rises” mientras perseguía sus sueños de adolescente cautivo por cuerpos de extranjeros desconocidos. Desde su primer San Fermín ya nunca pudo renunciar a ella y cada 15 de julio contaba los minutos para su reencuentro.
Siempre que partía pensaba: ”Si me permites pisar tu arena vestido de luces, aunque solo sea un día, seré tuyo para siempre”.

-”¿Por qué sonríes al abandonar tu carne entre pinceladas de rojo aciago insensato?” -le preguntó el Gallico de San Cernin al reconocerlo en las extrañas formas de las nubes del verano-.
– “Porque ella estaba ansiosa por cobrar su tributo. Por la eternidad, entre las tierras de San José, mi cuerpo será suyo”.  


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PLANCHADITO Y DOBLADITO, PREPARADO PARA TI

Antonio Liberal Irigoyen

Por fin ha llegado el día.

Cómo cada 6 de Julio, abrirás de nuevo tu cajón, ese que sólo abres una vez al año, y allí me encontrarás, esperándote.

Si, lo has adivinado.

Soy tu pañuelo de San Fermín.

Y, al olerme, volverás a sentir de nuevo el olor a almendra garrapiñada y el sabor a algodón de azúcar, unido de manera indivisible a las tardes de barracas en familia.

Y, al rozarme con tus dedos, sentirás en ti la fuerza de los brazos de tu padre, protegiéndote de los golpes almohadillados de los kilikis y cabezudos.

Y, al mirarme, me recordarás resguardándote del calor del tumulto del txupinazo, o del frío de las noches de jarana interminable en la calle Jarauta.

Y, al anudarme en tu cuello, sentirás el escalofrío de las jotas al santo de cada 7 de Julio, o de las lágrimas desconsoladas de algún que otro exilio forzado lejos de Iruña.

Conforme el calendario ha ido pasando sus hojas y tu cabeza se ha ido poblando de blancas canas, mi color ha ido perdiendo su fuerza carmesí.

Pero, como cada 6 de Julio, pase lo que pase, seguiré aquí, esperándote.

Planchadito y dobladito, preparado para ti.
 

TU ME LLEVAS

Felix Senis Diez

Solícito, como siempre, espera junto a la puerta a que ella termine de arreglarse. Ya en la calle, su actitud de unión perfecta, impecable vestimenta y andares rectilíneos, es interpretado como una ofensa por una ciudad que agota su octavo día de fiesta. La solución, inevitable, será una aureola del mejor tinto navarro en la impoluta blancura de su camiseta.
Sortean dos charangas y un toro que no da miedo y, próximos a la Ciudadela, se sientan en la hierba y esperan.
A él no le gustan los fuegos. Odia esa claridad sonora que hace temblar los edificios, pero la recompensa, en forma de caricias en su espalda, consigue que sea soportable la tortura; así que, a salvo en su regazo, regresa al mediodía cuando dijo adiós a los Gigantes.
Ella, en cambio, está entusiasmada. Prende la mirada de un lugar indefinido de la noche y la mantiene allí durante veinte larguísimos minutos. La luz es ahora un torrente de colores que, a través de sus oídos, inunda las cuencas de sus ojos.
«Estuvo bien»- se dice mientras suena el último estallido-. Y él, como si adivinara el pensamiento, ya se ha puesto en pie y ha dicho «sí» con un ladrido. 

¡COMO UN PINCEL!

Maria Izkue Apesteguia

Marta se anudó el pañuelo rojo teniendo especial cuidado en que, del nudo al extremo, quedaran aproximadamente tres centímetros, tal y como le había enseñado aquel chico tan guapo y tan pijo que había conocido el seis de julio de hacía lo menos diez años.
Cada seis de julio lo recordaba, fue en un bar que sus amigas y ella gustaban frecuentar en San Fermín, porque servían en vidrio como el resto del año y porque los baños estaban aceptablemente limpios.
El chico le llamó la atención porque iba impecable. La ropa blanca como recién estrenada y los ojos límpidos como si nunca hubiera bebido una gota de alcohol, ni hubiera sufrido por nada. Comenzaron a hablar y ella, bastante desinhibida por las cañas, le dijo que parecía un pincel. Él contestó riendo que acababa de salir porque había hecho su turno como médico en urgencias.
Marta volvió al presente. ¡Al final voy a llegar tarde¡
Cuando llegó al Hospital de Día se miró sin disimulo en un cristal y le gustó cómo le quedaba aquel pañuelo rojo en la cabeza.
Al entrar a la consulta se llevó un chasco. ¡Porras, no está mi oncóloga!
Y al poco le reconoció. ¡Como un pincel!