Archivo por días: 19 de noviembre de 2018


X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PRELUDIO

Amaia Garmendia Fernandez

Groot Vosen cogió la mochila, sacó el pañuelo rojo. Salió a la calle. La ciudad estaba sumida en una calma inusual. Eran las once de la mañana y había poca gente en la calle.
La perspectiva de una gran fiesta en esa ciudad le pareció ridícula.
Subió hacia el centro sin prisa. De vez en cuando le sobrepasaban grupos de gente vestida de blanco y un pañuelo rojo anudado a la muñeca.
Al llegar al centro las personas vestidas de blanco eran cientos. Caminaban hacia algún sitio y decidió seguirlas. Pronto se encontró ante una marabunta que se agolpaba frente al ayuntamiento de la ciudad.
Se apostó en una esquina intentando no moverse, pero los movimientos en ola lo hacían imposible. Cada minuto que pasaba transformaba a aquella multitud.
De pronto varias personas se asomaron al balcón consistorial. La gente comenzó a saltar, bailar, descorchar champagne…..subieron los pañuelos rojos por encima de sus cabezas, después oyó a una de las personas del balcón gritar unas palabras, un cohete explotó en la pequeña porción de cielo que veía,entonces un grito salió al unísono de aquellas gargantas. ¡Viva San Fermín, gora san Fermín!
Se anudaron el pañuelo al cuello y Groot se dejó llevar.

 

AL RITMO DEL CORAZÓN

Felipe Cartas Rodríguez

Estoy listo. Expectante, pulcro. Descansado, no tanto. De ocho a tres currando. Al salir, rumbo a Pamplona. Seis horas de viaje y un bocadillo en buena compañía, a tiempo para llegar a ver la pólvora en la Ciudadela. Espectacular. Emocionante.
¡Atento! Atuendo básico, mis metálicos diarios de Navarra y guantes deportivos para evitar resbalones. La primera carrera, completa, necesaria para recuperar sensaciones.
¡Rodando! Mañana, elegiré tramo y asistencia.
Franqueo decidido la Plaza del Consistorio. Avanzo resuelto. Congestión en Mercaderes con Chapitela. Primeras espantadas, quiebros, embestidas. Lo normal. Acelero.
Me meo.
En el cruce de Estafeta con Javier, embotellamiento. Tengo que afinar mucho. No se me ve, soy una pequeña chimenea de ilusión al estrellado cielo pamplonica. Fieras de todo porte, “patilargas”, corpulentas, “empitonás”. Mi cara, cercana a sus cuartos traseros. Demasiado, diría.
Voy apretado.
Llego al coso. Los veo y respiro aliviado. La dulce embriaguez de María me evoca otras muchas carreras inaugurales por estas mismas calles, ahora tan diferentes, como yo.
¡No puedo más!
Hoy es más humano, menos salvaje. Hasta vienen en los folletos de fiestas las asistencias salvadoras: “Servicio adaptado para discapacitados”.
¡¡Ahhhhhh!!
Éxtasis. Entorno los ojos y escucho el ritmo del corazón, el ritmo de muchos corazones. Bienhallada, Iruña.
 

SAN FERMÍN ESTÁ INQUIETO.

Andrea San Martín Chaler

Las campanadas marcaban las doce menos cuarto. En medio de una plaza, rodeado de una multitud blanca, me encontraba esperando a que alguien gritara mi nombre para dar comienzo a la fiesta. Los cánticos fueron aumentando a medida que las manillas del reloj avanzaban. Diferentes nacionalidades, todas al unísono, con la máxima fuerza que les permitía sus gargantas. Quise mirar al cielo y coger aire para unirme a ellos. Una marea de pañuelos rojos empezaron a cubrirlo. Un ruido explosivo se escuchó, tras unas breves palabras de vida. ¡VIVA SAN FERMIN!, ¡VIVA! Alguien me ató su pañuelo al cuello, me dispararon como un cohete hacia arriba y tras varios segundos vi aquella imagen que dejaría mi conciencia tranquila. No podía dar crédito a la cantidad de emociones que desprendía el ambiente. Abrazos y besos entre lágrimas y risas. ¡Cuántos sentimientos encontrados! Volví a los brazos de los jóvenes que me habían lanzado.
Me sentí aliviado. Cansado de oír críticas de la fiesta necesitaba descubrir que nada había cambiado. Elegí volver a mi puesto. Tenía trabajo que hacer, me esperaban 7 días intensos.
Y así fue como decidí escaparme un 6 de julio, a hurtadillas, sin que los visitantes de mi capilla se dieran cuenta.