Archivo por días: 5 de septiembre de 2019


XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL AMIGO

Carlos Campión Jimeno

Como siempre, también ayer había salido a pasear con su amigo. Sin embargo había sido un día especial por la inusual cantidad de personas que circulaban por las calles. La mayoría vestidos como su compañero, de blanco y rojo.

Le llamó la atención el interés de la muchedumbre por la efigie de un hombre moreno con el dedo en alto. Al que paseaban en alzas entre varios melenudos insólitos; le precedían un grupo de enormes figuras, parecidas en parejas, que bailaban al son de estridentes instrumentos. Los escoltaban grandes cabezones y caballos bípedos, que golpeaban a las gentes a su paso, con una pelota que prodigiosamente pendía de un palo. También una banda de música y dos filas de danzantes con piernas de cascabeles. Se hacía difícil avanzar y muchos niños se acercaban a tocarle. No le gustaba tanto algarabío, pero notaba a su amigo contento y eso le hacía feliz a él también.

Con las primeras luces del alba, escuchó música en la calle. Vio a su camarada anudarse nuevamente el pañuelo al cuello y entendió que iban a salir.

Cuando su amigo descolgó el arnés y desplegó el bastón blanco, se acercó solícito moviendo la cola. Aunque sabía que no podía verle…
 

CAMINO DEL ENCIERRO.

Jose Antonio Morales Asensio

Se quedó dormido y ahora camina apresurado hacia el encierro. En diez minutos empezarán a cantarle al santo los que han cogido hueco a codazos bajo la hornacina y de seguido darán suelta a los toros; él nunca se pondría ahí, es sitio para muy fanáticos, demasiado agobio. Prefiere al principio de la carrera, por Santo Domingo. Antes de las curvas, eso sí. Le encanta el juego que dan las curvas, donde está lo bueno y se distingue quien sabe correr. Después es sólo esprintar y esquivar corredores hasta entrar en la plaza. No entiende a esos que se colocan en la recta de Estafeta, para eso no salgas. Ocho menos cinco, el sol alumbra ya el día. El frescor de las calles en esos días de julio cada año le evoca encierros de años anteriores, que se solapan con el actual atravesando los veranos bajo la luz azul de la mañana. Va casi corriendo, le faltan apenas dos calles para llegar. Un par de minutos después está al fin sentado a tiempo a un extremo de la barra; el camarero le trae sin habérselo pedido su café cortado. Explota el cohete. Entonces los parroquianos interrumpen sus conversaciones y miran también hacia la tele.