Archivo por días: 31 de octubre de 2019


XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ALMA GIGANTE

Idoia Gaston

Se abría la caja de metal, como cada año desde el 2050, cuando el ayuntamiento cambió la compañía que lo fabricaba. Una espera a la que ya se había acostumbrado. Su traje cobraba vida y su alma veía la luz después de una larga hibernación.
Estaba preparado para el gran momento de los días siguientes: la calle, el fervor de la gente, el ruido de los tambores, la alegría de la fiesta. Se sentía pletórico. Especialmente cuando bajaba la calle Estafeta, que había cambiado el empedrado por el asfalto, y comenzaba el recorrido.
Su altura le permitía ver de cerca los balcones abarrotados de gente que le «flasheaban» con los últimos modelos de cámaras pero su cuerpo no perdía el control del baile. Eran muchos años de experiencia almacenados en su cabeza y los trajes habían sido programados para bailar al son de la música. El blanco y rojo teñía la calle y se sentía orgulloso de los colores de su ciudad pero, sobre todo, de las caras de los niños que le miraban desde abajo con admiración.
La tecnología introducía cambios pero la tradición seguía intacta. Las almas de los gigantes movían los trajes y el baile agitaba, un año más, la ciudad. 

FIESTA

Ana Isabel Velasco Ortiz

Esta ciudad es mi hogar. A ella regreso en la fiesta de San Fermín. Día tras día, contemplo los encierros y, aún, me sigue conmoviendo el correr de jóvenes al compás de los astados.
Gritos de ánimo se enredan con expresiones de pánico cuando alguien está en peligro de ser arrollado. Ese bullicio único, irrepetible que anima calles y balcones es un hechizo que me tiene preso desde el instante que llegué a este lugar.
Con el atardecer, los turistas cesan en sus fotografías. Me siento libre. Aligero el paso. Me acomodo en cualquier terraza. Observo el ir y venir de gentes. Aspiro su risa, su entusiasmo…y esos fuegos artificiales que, iluminan la noche, me llenan de nostalgia.
El cielo comienza a clarear. Camino sin prisa. Dejo de ser espíritu andante. Me hago granito y ocupo el pedestal que lleva mi nombre. Ernest Hemingway.