XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
UN TORO FUERA DE LO NORMAL
Juan De Jesús Rozo Leal
Se abre el corral: !no sé¡ si correr o esperar; el estruendoso ruido de un cohete, acabó con la duda; mi
gran armazón se empezó a mover por los adoquines viejos, !corrí¡ como tal vez nunca lo había hecho,
por entre una multitud de humanos que encontré a mi paso, algunos quedaron tendidos por culpa de mis pitones. Asustado salté el vallado y, como turista perdido iba de un lado a otro.
Desde los balcones los niños me gritaban, «corre», «corre» torito bueno, no te dejes coger, si te alcanzan, al foso taurino te llevarán. Me detuve a mirarlos y, con un bramido amigable los saludé. La respuesta por parte de ellos no se hizo esperar, salieron con alegría y elocuencia a festejar, pusieron serpentinas y globos en mis cuernos puntiagudos, cambiando mi aspecto fiero por uno de arlequín. Irascibles y atemorizados sus padres la soga me querian colocar, pero ellos, los niños decián: no te asusten compañeros, este es un torito bueno que al potrero vamos a llevar, y haciendo ruedo sobre mi cuerpo, me fueron acompañando bajo el cántico de arre torito bueno, con corazón de niño y cuerpo de animal. viva san Fermín, viva Pamplona Medieval.
UNA VEZ MÁS
Raquel Sánchez López
Asfixia. Siente cómo sus pulmones lentamente pierden el sustento que le aferra a esta vida. Aire. Aprisionado bajo aquel tumulto de cuerpos, es incapaz de moverse para escapar, ni siquiera para poder respirar. Confusión. Varias personas entremezclan el rojo y el blanco de sus vestimentas con el albero del suelo. Ruido. Los gritos de su alrededor ahogan el sonido del trote del ganado que está por venir. Consciencia. Poco a poco va perdiendo el conocimiento, su visión se vuelve borrosa, su alma va abandonando su cuerpo…
Entonces, el tapón comienza a moverse, el peso va disminuyendo y la mano de uno de los mozos lo rescata de morir aplastado. ¡Vamos, ya falta menos!, le dice aquel muchacho. La adrenalina de su cuerpo se reactiva, sus piernas y brazos recobran el riego sanguíneo, las ansias y la devoción por sus fiestas lo traen de vuelta a este lado del ruedo. Una vez más, logra escapar de los brazos de la parca, una vez más atraviesa con sus compañeros las puertas de la plaza, una vez más entra en el centro arenoso acompañado de los toros de Pamplona, una vez más finaliza el séptimo encierro de San Fermín.