Archivo por días: 5 de febrero de 2020


XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

VIAJE DE INICIACIÓN

Salvador Goikoetxea Fernández

La cuadrilla subió al tren en la estación del pueblo, la mayoría jóvenes, con solo diecisiete años, pero un gran deseo de explorar la libertad personal.
Pamplona nos recibió con el color de los fuegos artificiales.
Todo era una sucesión de viñetas, ocurrencias, canciones y miradas.
Había que acceder a los bares, no despistarse con el «agua, agua» que anunciaba un buen chorro refrescante de algún balcón samaritano e intentar seguir juntos
Descubrimos nuevos rincones: Ayuntamiento, Estafeta, Plaza del Castillo, murallas del Redin, Sarasate y su tómbola, barracas de Antoniutti.
Tribus urbanas, sonidos, espectáculos, fiesta en estado puro. Aquí un grupo de trileros, allí unos saltimbanquis, más allá las charangas y peñas, siempre con una bota de vino amiga, asiendonos a hombros y cinturas, bailando al son.
Marea humana, corrientes anárquicas de idas y venidas.
El frío de la madrugada, nos volvió a la realidad: ya solo quedábamos dos.
Buscamos cobijo en el casco viejo y descubrimos un caldico reparador. Bendito invento.
Las Dianas añadieron otro calor, esta vez humano. La Pamplonesa con sus sones nos mantuvo vivos lo suficiente para asirnos al vallado que comenzaba a construirse madrugador.
Eran las seis, pero cumplimos, sin saberlo, con la canción.
Lejos queda nuestra iniciación. 

EL PELUCHE MÁGICO

Aitor Iragi Eraul

Jone siempre había tenido una especial relación con su abuela hasta que el Alzheimer desposeyó su memoria.
La anciana era natural de Lizarra y, allí, las mujeres siempre habían tenido protagonismo en el encierro. Las ocho de la mañana fue, durante mucho tiempo, una cita ineludible para ambas.
Jone no alargó la noche del seis. Sabía que al día siguiente tenía una cita. Su primera cita. Pese a llegar a casa a una hora prudencial, lo hizo con un pequeño peluche en forma de toro, que dejó en casa para que su madre lo entregase a su abuela.
El despertador sonó temprano. Tras una larga ducha, salió de casa rumbo a Santo Domingo, tras besar una réplica de San Fermín.
-Va por ti, amona.
Un ruido sobresaltó a su madre en la habitación de la residencia. La abuela agarra fuerte el peluche de toro que su hija le ha llevado.
La imagen de sus ojos sin brillo ha cambiado, como si su enfermedad fuese algo del pasado.
– Quiero ver el encierro -dice ante la cara de asombro de su hija.
Coge el mando. Play.¡Pum!
Tras ver el encierro, suelta el peluche. Vuelven la inconsciencia y la mirada vacía.
Dos carreras, tres sonrisas.