XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
NUEVE DÍAS EN EL EDÉN
María José Toquero Del Olmo
Eran las doce de la mañana de la mañana de un seis de julio. El chupinazo estalló en el cielo y se hizo la fiesta. Adán y Eva, que vestían de pamplonicas y habían almorzado copiosamente, se fundieron con la multitud, agitaron su pañuelico rojo, descorcharon una botella y gritaron: “¡Viva San Fermín, gora San Fermín! Hacía calor. Eva se desnudó. Adán intentó tocarla. Pero ella dijo no es no. Durante nueve días, bebieron txacolí, comieron chocolate con churros, corrieron los encierros, se abrazaron y bailaron a ritmo de charanga ¡Y hasta descubrieron el amor! El catorce de julio, a la medianoche, el alcalde se asomó al balcón, miró el calendario y expulsó a Adán y a Eva del Edén. El hombre y la mujer se miraron y, apenados por lo perdido, cantaron: “¡Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín!”.
EL CHUPINAZO
Adolfo Cordovez Pérez
EL CHUPINAZO
¡Hola!, yo soy el “chupinazo” de los Sanfermines. Soy la pólvora negra que junto a los otros ingredientes químicos exploto a las doce del día y doy puntual aviso del inicio de la Fiesta de San Fermín en mi Pamplona de Navarra. Me han ubicado en el balcón del Ayuntamiento y alguien grita ¡ojo, que ya faltan dos minutos!. Habrá unas cien mil personas en la Plaza Consistorial y otro numero parecido en las calles adyacentes, la mayoría vestida de blanco, con pañuelos rojos al cuello y algunos con gorras igualmente rojas.
Cantan, saltan, silban, levantan los brazos, flamean sus telas y sus banderas y gritan consignas en cien idiomas. Por todo lado se siente la alegría y euforia de la gente que expectante me espera.
¡Son las doce en punto! Me prendieron y levanté raudo vuelo dejando una estela blanca que rayó el despejado cielo cuando, al repique de las campanas, exploté sonoro esparciendo mi colorida carga pirotécnica hacia esa multitud gozosa que inmediatamente subió el volumen de su ovación mientras sacude alborozada sus pañuelos rojos.
Veo como mi cartucho de cartón se estampa cerca de la claraboya del bar de la esquina y suspiro mientras emocionado digo: ¡Festa hasten da!