XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
SEGUNDOS
José Tavira Naranjo
Un minuto, treinta segundos. Los vítores jalean a los adolescentes que esperan emocionados en la esquina de Estafeta. La oleada de sensaciones se entremezcla con el griterío de los corredores y del público extasiado. Un mar blanco con gaviotas rojas se aproxima. Un minuto, diez segundos.
Fermín notaba el pulso del tiempo en su sien, una mezcla de nervios y entusiasmo le recorría la nuca. 50 segundos para un momento atemporal; las astas asoman entre lienzos inmaculados que esbozan una serie de muecas estrafalarias. Cerca del infinito caen despacio las estrellas fugaces. 40 segundos, y una oda onírica, que se graba en la mente de su alma.
La multitud entra pletórica delante de los sementales, celebrando una fiesta inmemorial las diversas generaciones presentes de niños, pequeños y grandes; 20 segundos y las gradas claman de júbilo. Fermín cabalga a lomos de su entusiasmo los últimos metros del encierro, le persigue el último de la manada. 10 segundos y un tropiezo. Silencio sepulcral de semicorcheas.
Paula aguanta en alto una magdalena que gotea fuera del café. En la tele un joven se levanta esquivando el embiste del morlaco, la plaza estalla en un remolino de alegría. El encierro termina mientras el recuerdo empieza su leyenda.
SAN FERMÍN Y YO
Beatriz Galán Goñi
Y empezó a caer un sirimiri, típico en estas fechas, justo cuando los gigantes y los cabezudos comenzaban su andadura matutina. No sabía muy bien en qué día estaba, pero durante la noche, había conocido a mi alma gemela, a mí compañera de viaje, a la persona con la quería pasar el resto de mi vida. El agua cayendo sobre mi, fue limpiando los restos de la persona que fui y me llevaba en su corriente hacia la que quería ser. El capote de San Fermín, esta vez había recaído sobre mi, haciéndome consciente de que yo soy la única persona que cuidara de mi a lo largo de mi vida.
Yo era mi alma gemela, yo quería pasar conmigo el resto de mi vida y supe, en ese momento de algarabía mañanera, que si yo estaba bien, todo lo demás, lo iba a estar también