Certamen Escalera Edición 4º peldaño
CORAZONES SAN FERMINEROS
Ana Cía Lapeña
Bajo esta muda habitación, resuena el estallido del chupinazo que recorre todas las calles de Pamplona. Siento mi alma diluirse en un mar de pañuelicos rojos que bailan con sus botas de vino al son de las charanga. Saboreo la impetuosa efervescencia de los bares desde mi vaso colmado de kalimotxo mientras la hipnotizante comparsa de Gigantes y Cabezudos envuelve a los niños y mayores. Me deslizo sobre la brisa armoniosa que tiñe la procesión y que desemboca en la exaltación por San Fermín, el protector de nuestra abrumadora odisea de 7 días. Enfrascada en el televisor, contemplo cómo liberadas las cornamentas, se mecen hasta la bulliciosa Plaza de Toros, que se viste con la agitada música de las Peñas y se adorna con la melodiosa Pamplonesa.
De repente, es de noche y suena el estruendo de los fuegos artificiales, que me sobresalta, y a continuación, me despierto.
Es de día, me asomo a la ventana y veo corazones rojos posados en cada una de ellas, palpitando al unísono, y cuyo eco se logra escuchar: San-Fer-Mín, San-Fer-Mín…
Falte lo que falte, nos sobran las ganas de escuchar: «Pamploneses, Pamplonesas, ¡Viva san Fermín! Gora san Fermin!»
LISTA DE BUENOS PROPÓSITOS
Amaia Ambustegui Lapuerta
Para comer pintxos en lo viejo. Para abrir una caja de garroticos y unos boletos de la tómbola. Para volver a la niñez con un cucurucho de Nalia. Para subirnos al quiosco y contemplar nuestro salón repleto de vida. Para unas compras por la calle Mayor y un concierto en Condestable. Para disfrutar de las vistas desde el Caballo Blanco. Para embobarnos con el remozado claustro de la catedral. Para un paseo por la Vuelta del Castillo y un rato de charla sentados en la hierba. Para unas cañas en una terraza, pero una terraza de las que tienen camareros, no la terraza del ático, que de esa ya estamos más que aburridos. Para un rato en los columpios de la Plaza de la Cruz. Para un trago de agua fría en la fuente de Recoletas. Para contemplar las aves de la Taconera. Para chutar un balón en el verde de Yamaguchi. Para cantar un gol en el Sadar. Para volver a ser libres. Ya falta menos.