Certamen Escalera Edición 4º peldaño
..LA EMOCIÓN
Iñaki Cía Gironés
¡Ya falta menos¡, desplegamos el pañuelo y en triángulo lo levantamos a la ventana de nuestros ojos para mirar adentro, a ese paisaje tan vivido. Y hacemos un viaje desde el inicio, por los recodos del camino. Sentiremos el primer cariño, la mano suave, el mejor cobijo. Veremos los campos de juegos desde donde parte nuestro destino.
Esfuerzo, libertad, amor, siempre recuerdo nunca olvido;
Pliegues de un pañuelo que evocan el primer beso vivido.
Sueños, palabras, trabajos, risas. Otros cobijos.
Sigue el camino con menos torrentes y más curvas con herradura; en sus orillas vamos dejando parte del equipaje, nunca baldío.
Callada alegría, tropiezos en el camino, sosiego y porfío.
Tristezas, alegría, miedos, siempre desafío.
Con los ojos del Kiliki miro a través de la ventana y veo un mar de pañuelos como en destellos que en la corriente vienen y van. Tantas vidas, tantas ilusiones, tantos recuerdos, aunados en ese océano de aplausos, de agradecimientos y de afectos poco expresados en esta tierra nuestra. Y el reloj de nuestro corazón con su rápido latir nos dice que ya está llegando la hora de que “la selecta emoción que toca nuestro espíritu y nuestro cuerpo”, está llegando. El cuerpo entero se eriza y ¡EXPLOTA¡..
CON EL PAÑUELICO EN LA MANO
Begoña Pro Uriarte
No soy de celebrar de manera especial los días de la escalerica, aunque siempre he tenido la sensación de vivir acompañada por un calendario invisible en el que voy tachando en rojo cada 1 de enero, cada 2 de febrero, cada 3 de marzo, cada 4 abril…
4 de abril…
Miro el calendario que tengo colgado en la pared, donde ahora tacho los días de confinamiento. Ya falta menos, me digo tras contar las veintiún aspas que sentencian mi reclusión. Sí, ya falta menos para que te pueda abrazar, para que compartamos el almuerzo, para que abramos juntos la botella de cava, para que veamos pasar a San Fermín por la calle Mayor.
Rebusco en la despensa esa botella de exquisito vino que formó parte del aguinaldo navideño. Luego voy al armario donde el pasado 15 de julio guardé mi pañuelico. La mano me tiembla al notar su contacto y ver el escudo de Pamplona bordado justo en el pico.
Sirvo dos copas. Brindo. Por ti y por mí. Cojo el pañuelico y me lo anudo, en tu honor, pero esta vez, tapando mi nariz y mi boca.