Archivo por días: 30 de junio de 2020


Certamen Escalera Edición 4º peldaño

RESPIRA

Karilyn Maria Ruiz Reyes

Levantó su mirada hacia el horizonte, ¿Dónde estoy? –Se preguntó Amaral-, mientras la luz del sol cegaba sus ojos. Era un silente viernes de primavera, y como todas las tardes, hacía un recorrido por su tan amado Puerto Cristal, que como oda espontánea, protegía las aguas más hermosas que ella había observado en su corta vida.

¡Ahí estas! – exclamó Mario-, corre, leámos esta carta que encontré en la playa. Con sorpresa e ímpetu, Amaral siguió a su viejo amigo. Los latidos del corazón se aceleraban, mientras abrían la carta que misteriosamente se remitía a ella:

«Respira Amaral, no tengas miedo. Volverás a abrazar, a sentir, a volar. Volverás a vivir libremente. Todavía queda tiempo, todavía queda amor, todavía queda esperanza, y ya falta menos para salir de nuestra cápsula, solo respira…»

Sus ojos se encontraron con la hermosa cara de su amigo que se desvanecía en el viento. El puerto, la playa… todo se volvía una espiral multicolor que desaparecía de manera fugaz, cubriendo sus sentidos de sonidos incesantes.

¡Despierta Amaral, despierta! – sollozaba su madre-. Despertando lentamente del coma, Amaral recupera la esperanza y el color, mientras su madre exclama: ¡Vuelvan todos, ya puede respirar!
 

ESE MOMENTO

Katrin Pereda Eusa

Era un 6 de julio y quedaban cuatro minutos para el chupinazo que daría inicio a las fiestas de San Fermín. Del exterior percibía los gritos, los nervios, la alegría contenida, las miradas cómplices. La ilusión de una cuenta atrás, de lo esperado durante meses y semanas. Me llegaron cientos de felicitaciones y consejos. Tres minutos. Me pidieron que avanzara. Tenía que salir ya al exterior, la gente llevaba horas esperándome. Sentí ese movimiento que se forma, imparable, intenso, que te empuja hacia adelante. Todo estaba preparado para después, pero lo importante era el ahora. Me concentré. Dos minutos. Más voces, más ruidos, más prisas. Me ayudaron a abrirme paso. Un flash, dos, tres. Un minuto. La luz me cegó por unos instantes. Todo era difuso. Grité. Muy alto y muy fuerte para que me escucharan.

Las doce del mediodía. El júbilo en los rostros de los allí presentes.

-Es una niña. Zorionak, pareja -dijo la matrona-. Bienvenida a la fiesta de la vida.