Archivo por días: 5 de octubre de 2020


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UN SUEÑO

Luis Vázquez García

UN SUEÑO

Había trabajado duro todo el año para ahorrar el dinero suficiente para viajar a Pamplona y vivir mi primer San Fermín. Estoy en la habitación del hotel. Coloco cuidadosamente la ropa, camisa y pantalón blancos, faja y pañuelo rojos. Salgo al balcón y contemplo la plaza del ayuntamiento en busca del restaurante donde almorzaré antes del Chupinazo unos huevos fritos sobre magras con tomate. Tras el cohete, cantaré la Biribilketa de Gainza y me ducharé bajo los cubos de agua que caerán desde los balcones al ritmo de la música que suena en bares y peñas. No trasnocharé. Antes de regresar al hotel visitaré la calle que se llenará de mujeres y hombres que, como yo, atraídos por el riesgo y la peligrosidad, recorreremos los ochocientos cuarenta y nueve metros que la separan de la plaza de toros donde tendrá lugar el encierro que nació por la necesidad de trasladar a los toros desde los extramuros de la ciudad al coso taurino. Dormiré. En la madrugada, el frío en los pies, que salen por debajo de la ropa de cama, me despierta. No estoy en Pamplona, no hay San Fermín. Fue un bonito sueño que se hará realidad en dos mil veintiuno.
 

LA CUENTA ATRÁS

Cristina Fernández Mañas

Estaba nerviosa, casi tanto o más como un niño pequeño la noche de Reyes. El día más esperado del año, llegaba. La emoción le invadía. Las lágrimas, por emoción, estaban guardadas en la recamara, preparadas para brotar al compás de los primeros minutos de alegría.

Había tardado en llegar. Exactamente, trescientos sesenta y cinco días esperando el ansiado momento. Mirando, cada día, como el reloj le robaba tiempo al calendario. Preparando la cuenta atrás, casi con la misma ilusión como quien prepara un regalo hecho a mano.

Ese día, el reloj marcaba cada minuto con un interés especial. En las calles se respiraba alegría. De esa alegría que se contagia con tan solo con una sonrisa. Las copas, preparadas con sus mejores cócteles para el gran día, aguardaban llenas de burbujas doradas.
El momento esperado llegaba. Lo intuía porque su corazón, minutos antes de oír las primeras notas de los clarines, bombeaba ansioso. Acechando a la espera para bailar en los primeros momentos de fiesta.

Este año, volverá a esa adoquinada plaza para mirar, con lagrimas en los ojos, como cada año, el llegar de las 12 del mediodía en el viejo reloj pamplonés. Y, gritará bien fuerte: ¡VIVA SAN FERMIN!