Archivo por días: 13 de octubre de 2020


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

SANFERMINES DESDE ARRIBA

Rafael Mª Pérez Araluce

-¿Qué haces Fermín?
-¡Patxi!, sacar el pañuelico pues, ¡es 4 de abril!
-¿No te has enterado?
-¿De qué?
-Han cancelado los sanfermines.
-¿Cómo que los han cancelado? ¡Los sanfermines no se pueden cancelar! Lo dices porque a ti te cancelaron la javierada.
-Que no, que no, tan cierto como que soy patrón de Navarra.
-Menos humos Patxi, que eres copatrón, si eso los encierros habrán cancelado.
-Que no, que lo del virus este es cosa seria, pregúntale a Cernin.
-No, no, ya sabes que a él lo de los toros no le hace mucha gracia… Un momento…, ¡mira!, ¡mira!
-¿Dónde?
-¿No ves ese balcón de San Juan? ¡Y ese del Primer ensanche! ¡Otro en la Rocha! ¡Ahí otro! ¡Y otro! ¡Este año la escalerica solo será un poco más larga! Si ya te decía yo Javier, suspenderán los encierros, quizá el txupinazo, pero quitarles la fiesta a los navarros…
-¡Y siempre nos quedará el sanfermin txikito!
-¡Un txupinazo en cada corazón pamplonés! Pamploneses, pamplonesas, ¡viva yo!
-¡Eso! En cada uno una procesión, riau riau y hasta tocará La Pamplonesa.
-Llama a tu amigo Íñigo, le digo yo a Cernin, ¡este año los sanfermines serán más grandes que nunca! 1 de enero, 2 de febrero… 

¡POBRE DE MI!

Mº Carmen Oliver Abadías

Mi padre no me entendió. Era muy severo. Yo, Ignacio, ya crecido para bailar a un ritmo forzado, aquel seis de julio de los setenta participé, libre de ataduras, en mi primer chupinazo en vez de comer en casa.
Castigado los nueve días, no me inicié en el bautizo de correr delante de los toros, ni en la comunión de las tapas compartidas en una barra invisible, y tampoco en el baile solaz de las aceras al son de los “kalimotxos”. Me quedé mudo.
Obedecí, no sin rencor, y a diario me emborraché, haciendo imaginarias delante de un cabezudo peleón.
Ya no supe encontrar el camino de la piedra húmeda, del eco apacible, que me reintegrara en la alegría de besar al Santo año tras año.
En cada San Fermín, las nubes negras del vino profano cubrían las chorreras de mi camisa blanca, y el rojo del “pañuelico” se embozaba de arena cuando dormitaba en la curva del burladero.
Al despertar en la resaca dolorida y amoratada del alba, del último “Pobre de mí…” juré enmienda para el próximo. Y así lo hice y así lo hago, sereno, impoluto, cuerdo… Así, de esta guisa, me he quedado sin San Fermín.