XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
AL ALBA DE LOS SANFERMINES
María Pilar Alzuguren Maza
Los ojos, de Mireya se calvaban en aquel cuello teñido de rojo que yacía tendido y rodeado de un grupúsculo de médicos y enfermeras.
Mireya volvió la vista atrás, de nuevo escuchaba la música en la peña San Juan mientras Lucas envolvía con el brazo su cintura, compartiendo risas y confidencias con aquel grupo de amigos. Y de pronto, cuando el alba asomaba, surgió la propuesta:
– Vayamos al encierro – exclamó Lucas replegando sus párpados y en tono de invitación imposible de rechazar.
El resto Mireya lo recordaba envuelto en una niebla espesa, la carrera, la embestida, todo se difuminaba en su mente, atónita ante una ecena que le producía estupor.
Volvió al presente, cerró sus ojos buscando el reposo que su cuerpo demandaba. Al abrirlos de nuevo, nada había cambiado, Lucas dormía con la serenidad de un bebé, con su pañuelico atado al cuello, cubierto por unas caprichosas sábanas con figuras de personal sanitario y ella se sentía dichosa de disfrutar junto a Lucas de San Fermín.
CASA MISERICORDIA. HOMENAJE A PERSONAS TRABAJADORAS Y A FALLECIDAS
María Izkue Apesteguia
Paula cumplió 97 años en junio. Este seis de julio fue como los últimos… 90: muy emocionante. Siempre desdeñó a quienes, como no los sentían, decían que los sanfermines a “esa” edad eran una caca.
Hoy los gigantes vienen a la Meca, las gaitas ya se oyen y kilikis, cabezudos y zaldikos comienzan a entrar a los jardines, algunos incluso a la Casa, provocando gritos y risas.
Ella se queda fuera y escucha el primer vals. Más de 60 velas cubiertas por sendos pañuelos rojos, cada una con un nombre, adornan el parterre central. Han sido colocadas con primor por esos maravillosos trabajadores, con la misma dedicación que han prodigado a los residentes en los difíciles momentos pasados.
Finalizado el vals, kilikis, zaldikos, cabezudos, txistularis, gaiteros y porteadores encienden las velas, una a una, diciendo en voz alta: Carmen, te recordamos, Rafael, te queremos. Así hasta los más de sesenta nombres, sesenta corazones que dejaron de latir la pasada primavera.
Paula escucha estremecida los nombres de las amigas, de compañeros de brisca, de misa, de gimnasio, de tiempo de lectura. Comienza a llorar hasta que un kiliki la abraza y la invita a bailar. La música continúa, la fiesta también, como la vida.