Archivo por meses: marzo 2021


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CORRER O NO CORRER

Antonio Bueno Marqués

Desde Estafeta los vi llegar, majestuosos, enormes. Nunca había imaginado que fuesen tan grandes. Por televisión no lo parecían y era mi primera vez en directo. Busqué ansioso a María entre los corredores. Me había dicho que iba a correr ese día. No podía verla y empecé a asustarme. Llegaban rumores de una cogida en la curva anterior y ella no estaba. Le había pedido por favor que no lo hiciera, pero ella ya había corrido tres años y le encantaba. Nos habíamos acostado temprano la noche anterior para estar preparada. ¿Cómo se puede estar preparada para correr delante de semejante cornamenta?
Los rumores decían que una chica estaba grave. Me dio un vuelco el corazón. Por primera vez deseaba ver a María corriendo delante de esos morlacos. Me salí de la muchedumbre para ir hacia atrás. Necesitaba saber si la herida era ella cuando de pronto la vi observándome desde la otra esquina, riéndose de mi miedo. Al final había decidido no correr ese día.
 

EL REENCUENTRO

Jose Antonio Martinez Gonzalez

Aunque la frecuencia cardíaca estaba a punto de desbordar sus reprimidos sentimientos, ansiando rememorar con inmediatez, en el momento soñado en el lugar preciso, aquellos lejanos y emotivos acontecimientos vividos por su madre, contuvo la inquietud de su instinto natural, a sabiendas de que la realidad podría descuartizar sus planes.
Su objetivo estaba sobradamente localizado. Una marea blanquirroja enardecida teñía las calles del recorrido del encierro. Guardó una distancia prudencial, manteniendo la discreción y el anonimato, deseando escribir un segundo capítulo esperanzador en aquella historia irrepetible, en la que el valeroso mozo súbitamente la rescató de la carrera desenfrenada de los astados. Acercándosele, le inquirió:
-¿No adivinas quién soy?
Tras un instante dubitativo, respondió:
-¡Ni idea!
– Me llamo Fermín, nombre acorde con mi naturaleza australiana y pamplonica.
Confundido, aumentó su extrañeza.
-Soy, le descerrajó, la cosecha de lo ocurrido hace diecinueve años entre mi madre y tú, mientras le mostraba un pañuelo rojo, con un corazón adolescente dibujado, atravesado por una flecha con los nombres “Maggie and Julen” y la frase “For ever”.
Mientras se fundían en un constreñido abrazo, bañado en un mar de lágrimas, un estruendoso chupinazo desgarró sus almas encendidas de adrenalina, por los cielos poéticos e insomnes de Pamplona.
 


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

POR UNA CAÑA

Andrea Icaza

No mirabas atrás, solo corrías. Corrías no por miedo sino por tu vida, corrías por más risas, por más amaneceres, por más vinos y, así como lo dicen aquí, por más cañas. Tu familia desde el otro lado del mundo seguía enojada, seguro que estarían rezando por tu vida. No entendían que estabas cumpliendo uno de tus sueños. Igual no querías que te acompañen, querías estar solo, sin conocer a nadie. Pero allí estabas: con otros corriendo como tú. Seguías sin ver atrás. No pensabas en tus caídas, ni en la sangre que caía de tu codo y tu rodilla, después habría tiempo para preocuparse por eso, ahora estabas cumpliendo tu sueño. Solo corrías. Estaban equivocados, ¿cómo podrías arrepentirte de esto? Lo pensaste mientras veías el amanecer. Estabas con ellos, algunos tomando caña y otros vino. No tenías idea de quiénes eran, pero no eran extraños: fueron los que corrieron a tu lado. El cielo seguía con un azul oscuro de noche, pero cada segundo había más luz. «Esta es mi recompensa». Lo dijiste en voz alta sin darte cuenta y enseguida escuchaste unas risas a las que te uniste. Te entendían. Sonreíste, y te prometiste que no volverías a mirar atrás, solo correrías.  

POR BENE

Idoia Aramendia Lopez De Guereño

-¡Prométemelo, Fermín!-, esas palabras martilleaban en mi cabeza, las últimas que me dedicó mi compañera. Benedicta, se había ido para siempre y con ella… la fiesta.
La conocí en los sanfermines de hace más de treinta años, su sonrisa me cautivó pero su imaginación… me hipnotizó. Los planes ronroneaban siempre por su cabeza, hasta que les daba forma, ataba todos los cabos y minuciosamente los exponía. Sublime. Junto a su forma de ser, me sedujo su sutileza… y un plan caótico, prohibitivo y crucial. El que la mantuvo entretenida hasta el final.
Bene, en la noche sanferminera, despertaba su inspiración. Corría el entusiasmo y las risas absurdas, y en medio de la locura cegadora, atrapaba a los suyos, con su palabrería. El año pasado destapó su rocambolesca idea, la que manoseaba desde hacía tiempo.
Aquel plan quedaba por cumplir y ahora que no estaba ella, lo íbamos a ejecutar. Contaba con Saturnino y Javier y éstos con el resto de contactos. Había mucho por hacer y poco tiempo. Complicado, pero no imposible. Sellar puertas, balcones, controlar pasadizos, sortear seguridad, políticos… Los confidentes nos ayudarían. Era el momento de homenajear a Bene. Este año no habría cohete, no habría sanfermines. El caos estaba garantizado.
 


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA FIESTA DE LOS SANFERMINES

Ibeth Karina Díaz Perea

1926…
Se crea un mundo distinto, una perspectiva que dilató los ojos del hombre y los míos; una historia en medio de lectores que descubrieron su nombre, su esencia » The sun also rises»

El espíritu transgresor de los cuerpos al escuchar el eco retumbante de los tambores y clarines, la euforia de las danzas al querer guiar mis pasos y el cosquilleo de los fuegos artificiales.

Cada hito imponente se pasea en la plaza del Castillo dando sarpazos distantes entre gigantes y cabezudos,
La gloria de un tono festivo se escabulle entre las fronteras.
La risa desde mi mismo centro se esparce entre las emocionantes sinfonías del Riau- Riau.

Cada brillo en el cielo,
Cada respiro de un galante toro,
Hace que el espíritu del tiempo sea más lento.  

6 DE JULIO DE 1986. QUEDADA EN BILBAO

Miren Yasone Arrieta Morin

Sin las 7 de la tarde hace calor, estamos esperando a Asun. Mientras viene estiramos brazos y piernas, no sé muy bien porqué, será para relajar antes de entrar a los coches. Por fin salimos de Bilbao.
Después de un largo rato un cartel nos acerca a nuestro objetivo.
Salimos de los coches blanco y rojo impoluto y con unas ganas locas de llegar al bullicio. Preguntando aterrizamos en una plaza txiki, la del ayuntamiento, que horas antes había albergado a un mundo.
Un cruce de calles nos invita a perdernos durante horas por Pamplona. Poco a poco nos vamos integrando en la vorágine y sin darnos cuenta nos hemos mimetizado en esa fiesta racial, plurilingüe, divertida, incansable y llena de vidas.
Quemados los cartuchos toca volver a casa, Asun no viene, ha ligado y se queda un día más en ese rulo que es Pamplona.
En el viaje de regreso sabemos ya que esa ciudad y sus san fermines nos han cautivado.
Ahora después de los años sé, sabemos que aquel 1986 fue el primero de muchos…
Dedicado a: Estela, Marisa, Javi, Miguel, Bego, Asun e Igone. 


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

SANFERMINES

Jose Carlos Amorin Martinez

Es una incomparable catarata de pasos que encanta nuestros ojos, por su bravío aspecto; pero sublime como para merecer nuestro recuerdo… 

COVID-20

José Muñoz Cabrera

Juan iba todos los años a los Sanfermines desde que sus padres lo llevaron para celebrar sus veinticincos años de casados. Ahora vivía en Brasil. El catorce de mayo recibió la noticia de que su vuelo, previsto para el veintisiete de junio, había sido cancelado. Le daban la opción de cambiarlo a otra fecha. Pidió que no más tarde del cuatro de julio. Así tendría tiempo de soltar las maletas en su casa sevillana y coger su coche rumbo a Pamplona. Perderse el chupinazo le enervaba.
A la semana le contestaron que no tenían plaza libre hasta octubre. El cabreo que cogió Juan era indescriptible. Pero no se desanimó. Sabía que alguna solución encontraría. Se metió en Internet y tuvo la suerte de conseguir un vuelo vía París.
En el aeropuerto pasó todos los controles sanitarios. Ya en el avión sintió una gran alegría, pero empezó a inquietarse cuando miró el reloj y el avión aún no se ponía en marcha. Una hora después de lo previsto, conminaron a los pasajeros a bajarse del avión.
-Señores pasajeros, el vuelo ha sido cancelado. Todos deberán guardar una cuarentena de catorce días en el aeropuerto. El presidente Bolsonaro, por fin, se ha contagiado del Covid-19.
 


XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

INESPERADAMENTE

Calamanda Nevado Cerro

De la manera que me levanto, decido salir para el encierro en ayunas, vomito la manzanilla que intento beberme. Me acercaré después al café dónde acudo habitualmente, y luego a arreglar el Sonotone. Antes de pensármelo ya tengo los pies en la calle, tuve suerte con el aparcamiento, no quiero llegar tarde al cohete de salida, ni que me esperen.
Aunque no corro me gusta el ambiente que reina. Acabo de oír el canto en honor al Santo y de visualizar a Ramón entre sus amigos, pensaba llamarlo, necesito contárselo pero parece perdido entre la atmósfera del encierro. Apago el móvil y lloro como en el cine. El fogonazo de una bengala me distrae. Mi hijo la sujeta entre el índice y el pulgar. El chisporroteo me hace rememorar y tocarme el oído, finjo entereza, le cojo un taxi y lo mando a casa.
De pronto siento mucho dolor. Estoy sangrando. He manchado el pantalón blanco. Un hombre discreto y educado me mira atentamente, es mi vecino, murmura: parece una hemorragia, tranquilízate Begoña. Me tapa con su chaleco naranja y enciende el motor de la ambulancia. Por el camino me pide un deseo para cuando esté recuperada. No necesito pensarlo; tener este hijo suyo.
 

BREVE RECUERDO

Natalia Bermejo Martiartu

La abuela no recuerda cómo me llamo. Ni quién soy. Pero recuerda, con mucho cariño, una mañana de San Fermín de hace un millón de años.
«Madre nos levantó muy temprano, aunque ese día padre no trabajaba. Nos vistieron de domingo y mi hermana María y yo estrenamos zapatos. La mañana anterior, en el encierro, un toro había intentado escapar rompiendo el vallado e hiriendo a una vecina. Los padres nos llevaron a pasear a la Plaza del Castillo y nos compraron barquillos. Lo pasamos muy bien, ¿verdad, María?»

Yo le digo que sí, que fue una mañana estupenda y que la quiero mucho. Y la abuela, con los ojillos brillantes, me dice que también me quiere y que deje ya de llorar… Entonces, se le apagan las chispitas de los ojos y vuelve a olvidar, mientras me pregunta sonriendo:

-Hija, ¿tú quién eres?
-Soy tu nieta Natalia, abuela.
-Ah, mi nieta Natalia. – dice sin conocerme.

Y yo lloro, en silencio, mirando sus arrugadas y pequeñitas manos.