Archivo por meses: agosto 2021


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL ANIVERSARIO

Mar Suárez Sanabria

Me até los cordones de las playeras, me ceñí la faja y me anudé el pañuelo rojo al cuello. En el salón esperaba mi mujer. Sus ojos de leona brillaban.
-¿Tienes que acercarte tanto al asta?
-Es una carrera, cuanto más limpia mejor. Y procuro evitar gritos sangrientos. Me preparo intensamente durante todo el año, incluso los años de los «no san fermines» abandoné mi entrenamiento.
– A veces me pregunto si esos toros bravos no te importan más que yo-me espetó.
Me acerqué a ella y la besé.
-Sabes que no, pero ese momento es de plenitud pura para mí.
-Por supuesto, -me respondió- es lo que se supone que la abnegada mujer de una «divina» debe soportar.
La miré con ternura. Todos los siete de julio se repetía un discurso parecido. Y todos los catorce de julio me susurraba: ¡Lo hemos conseguido!
– Anda, me dijo, pintándome los labios, que se te vea guapa por la televisión. El capote te está esperando.
 

HUELLAS EN LA ARENA

Carmen Portillo Garcia De Las Bayonas

Me asomo al balcón a respirar aire fresco y pienso: otro año más sin fiestas, sin encierro, sin esa complicidad de viejas costumbres entre el abarrotamiento de gente en las calles.
Mis hijos crecen y no quiero que olviden cómo son nuestras fiestas. Suena el timbre de la puerta que me saca de mis pensamientos; es mi padre.
De repente se me ocurre la idea de que sea él quien nos cuente anécdotas de sanfermines y sus experiencias. Nos sentamos en el salón, unos en el sofá, los niños en el suelo…hasta el perro está atento a lo que pasa a su alrededor. Mi padre comienza contando cómo para él los encierros están escritos y grabados en los suelos de las calles de Pamplona, a través de los miles de pisadas que los asistentes han dejado con el pasar de los años, donde se puede escuchar el clamor de sus risas, de sus sensaciones.
Quien haya pisado este suelo, ha dejado impresa su historia por la calle Estafeta y sobre todo, ha dejado sus huellas en la arena de la plaza de toros.
 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL SUEÑO DEL REY TROVADOR

Sylvain Sortelle

Teobaldo viajó a Pamplona desde su lejana Champaña envuelta en neblina para regir aquellas desconocidas tierras que había heredado de su madre Blanca. No tardó en aprender las lenguas que allí se hablaban. Pero siguió escribiendo sus madrigales en francés.

Después de un laborioso día con los preparativos de la cruzada y la elaboración del Cartulario, se acostó no sin antes haber escrito algunos versos de amor con una copa de vino de la Ribera en la mano.

Tuvo un sueño vívido: astures, cántabros, vascones, lombardos y sajones unidos en una celebración digna de la gloriosa Roma. Regocijo por doquier, bebida y comida a raudales, farandolas, charangas, peleas de gallos, torneos, sogatira y levantamiento de piedra. Se paseaba la cabeza de San Fermín de Amiens en un rico relicario de oro ante los vítores de su pueblo donde se mezclaban cohortes de ermitaños que habían bajado de sus montañas y de peregrinos en su tránsito hacia Santiago. En su sueño, oía el bullicio, divisaba a los mozos zambulléndose en las fuentes, olía el aroma de las costilladas en las parrillas, los ajos tiernos, las morcillas, las sopas con sacramentos.

Unos gigantes asomaban sus cabezas de madera y tela por encima de su rostro dormido.
 

EL ÚLTIMO “NO CHUPINAZO”

Nuria Rodríguez Fernández

Mi nombre es Fermín, no podría ser de otra manera. Nací un 7 de Julio de 1950 y soy natural de Pamplona.
Llevo los San Fermines en la sangre.
De mozo fui uno de los mejores corredores, me preparaba todo el año para ello, “el temerario” me decían, y el orgullo inundaba todo mi ser.
Con la edad empecé a cuidarme un poco más, ya no estaba para tantos trotes, había tenido un amago de infarto, cosa de poco, pero el “sustillo” no te lo quita nadie.
A partir de a ese momento me dediqué a ver los encierros desde la barrera.
Setenta años he tenido que vivir, para ver cómo, un maldito virus, me quitaba tantas cosas.
Primero, se llevó mi libertad, no podía salir de paseo, ni a mi vino del medio día.
Me privó de la compañía de los míos, hijos, nietos….
Se llevó algún amigo de infancia y hasta me arrebató a mi mujer.
A pesar de todo eso lo superé.
Cuando anunciaron que se suprimirían los San Fermines, mi corazón no lo superó. Dejó de latir a las 12 del mediodía, el día 6 de julio del 2020, justo cuando habría tenido lugar el chupinazo de salida.  


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL PLANETA DE LOS BÓVIDOS

Alberto Rufas Bafaluy

La cuenta llegaba a su fin: faltaban escasos minutos para el siete de julio. La multitud se agolpaba mansamente por las calles. Como novedad para ese año se iba a realizar la primera carrera nocturna. Muchos dudaban, dada la vista más bien precaria de los toros, pero pensaron que sería una manera de igualar la contienda: últimamente el número de muertes aumentaba sin remedio.
Sonó el cohete, se abrió el portón y salieron corriendo ansiosos los hombres, dando codazos y empujándose entre ellos. Tenían un minuto de ventaja antes de que los toros se pusieran a perseguirlos.
 

SOLO QUEDAN PLAZAS DE CABESTROS

José A. Gago Martín

-Malos tiempos para el negocio, -dijo el ganadero.
Se paseaba, inquieto. El Administrador lo miraba serio, sentado en el borde de la silla, frente a los papeles llenos de números rojos.
El mayoral, repantigado en el hondo sofá de cuero, paladeaba con placer sorbitos de brandy: hay que disfrutar los buenos momentos, pensaba, porque nunca se sabe cuándo volverán.
-Manolo, -lo sacó de su ensoñación la voz del ganadero-, ¿se te ocurre algo?
-Podemos brindar por los buenos momentos.
-No me toques los… Acaban de cancelar los encierros de San Fermín y me vienes con esas. ¿Qué hacemos con los toros?
-Habrá que explicárselo, don Julián.
-Tú eres el que mejor se entiende con ellos. Se lo dices, con tacto, que este año no toca una muerte gloriosa en la arena, toca el matadero.
El mayoral reunió a los toros para explicárselo:
-Tengo dos noticias, una buena y otra mala.
-La buena, la buena, -propusieron todos.
-Este año, no tendréis que correr en Pamplona.
Todos comenzaron a retozar por la pradera llenos de júbilo incontenible.
-Queda la mala, -levantó la voz el mayoral-, iréis todos hacinados camino al matadero. Y si alguno quiere correr el año próximo, tendrá que pasar por el quirófano.
 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UN CAFÉ EN PAMPLONA

Carmen Maria Martos Lopez

En Pamplona, en la puerta de una cafetería del casco viejo donde habíamos quedado; ahí me encontraba, una andaluza a 821 Kilómetros; 9 horas de blablacar para conocer al chico con el que llevaba 6 meses hablando y al que nunca había visto.
No hacia mas que mirar la hora, con mi maleta en mano. Ya debería haber llegado hace 15 minutos, pero había tanta gente y tal trafico que empezaba a pensar que no nos encontraríamos nunca, en ese momento el sonido de un cohete me estremece, noto temblar bajo mis pies, a mi alrededor veo como las personas aceleran su paso, entre el murmullo escucho «ya han salido». Sigo al bullicio hasta un callejón donde una gran valla hace detener el paso y me doy cuenta de que es una de las famosas corridas, veo las caras de emoción de algunas personas, en otras miedo al ver a los corredores huir de los toros; El suelo tiembla, gritos de emoción, abucheos; Nervios dentro de mi, el corazón va tan rápido que no distingo mis latidos, en pocos minutos indican que la carrera a terminado, caminando hacia la cafetería suena mi teléfono y desde lejos junto a la puerta le veo, «mariposas». 

6 DE JULIO. 2 AÑOS DESPUÉS

Roberto San Martín San Julián

Había olvidado como anudar mi pañuelo. El cabecera me miraba extrañado mientras se lo explicaba. Lo he intentado incluso frente a un espejo; pero no hay manera, se desliza todo el rato. ¿Lo ve? La exploración neurológica no arrojó ningún resultado concluyente. ¿Un bloqueo? El terapeuta me recomendó la hipnosis. Hay que indagar en tu subconsciente, buscar algún trauma de unos sanfermines pasados. ¿Y no será síndrome de abstinencia? Le pregunto.
Pruebo la homeopatía, la osteopatía e incluso la logopedia. Quedan apenas unas semanas y por más que veo tutoriales en youtube no logro que el nudo se fije. Es una tradición, no puedo renunciar a ella. No me va a quedar más remedio que exiliarme en Salou. Se lo explico resignado a mis amigos. Pues ya te lo ataremos nosotros, ya ves tú que problema. Ainhoa lo intenta y, aunque en un primer momento lo logra, enseguida vuelve a soltarse.
Descubro que no soy el único. Más de un centenar de personas manifiestan los mismos síntomas. 6 de julio. Apenas faltan 10 minutos. No hay manera. Dale un trago al kalimotxo y olvídate. Me recomiendan. Hago caso. El pañuelico queda perfectamente fijado. Los viviremos.
 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

MAREA BLANCA

Gema Puertas Diaz

Tenía tantas ganas de escuchar el chupinazo, tenía tantas ganas de ver la plaza teñida de ese blanco, que impresiona cuando el gentío comienza a saltar, e imitan las olas del mar. Esa alegría que brota de la plaza… y comenzar a correr los encierros con esa pasión y esa adrenalina. Esa adrenalina que necesito soltar más que nunca, y que este año tendré que volver a soportar, esa adrenalina que ya no aguanta más dentro de mi traje blanco, con matices rojos, y no precisamente por el fajín y el pañuelo. Necesito descargar toda la tensión acumulada de meses y meses salvando gente. Necesito sentir que soy libre, dejando en blanco mi mente, y corriendo delante de un toro que me hace olvidar las noches en UCI, los pitidos de los monitores que marcan el pulso… sólo necesito escuchar mi pulso, mis latidos, mi corazón… Necesito volver a correr, volver a sentir, volver a mi querido San Fermín. 

EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS

Juan Carlos Somoza Garcia

Recorría la Plaza del Castillo buscándote. No podía vivir sin tu rostro de color marfil y tus ojos azules, agudos y vivaces, pero… no estabas allí.
Seguí mi camino. Cerré los ojos un instante y alcé el “pañuelico” en la cuesta de Santo Domingo, se me cayó en Estafeta al evitar que unas astas me ensartaran. Abrí los ojos y… no estabas allí. Después, con paso acelerado, me acerqué a La Mañueta y a sus puertas volví a cerrar los ojos, aspiré el aroma de unos churros dorándose en su fuego de leña. Abrí los ojos y… no estabas allí. Seguí deambulando por los Jardines de la Taconera, por la Plaza de los Fueros, por… por… Cerré los ojos al contemplar el reflejo del sol estrellándose en la frente de la Plaza de Toros. Abrí los ojos y… no estabas allí. Durante un tiempo viajé desolado dejando que mis pies flotaran sobre el asfalto, hasta que los sones del “Pobre de mí” de aquel año 2020 me llevaron hasta la Fuente de Santa Cecilia. Cerré los ojos y… ¡Salté! Fue entonces, empapado hasta el alma, cuando supe con seguridad que en este siete de Julio de 2021 te volvería a ver.