XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
EL RELICARIO
Inma Etxarri
No era la primera vez que los suspendían, de hecho, su madre ya le había contado que en más de una ocasión había ocurrido: » Los sanfermines se suspenden». El caso es que a ella le parecía que todo estaba en contra. Había perdido dos años de su hermosa adolescencia y todavía no había podido disfrutar de manera independiente de las fiestas de su ciudad. La rabia interna era cada vez mayor y estaba a punto de estallar como el
» manido» chupinazo. Por las noches kilikis y gigantes bailaban en su cabeza y el Santo aparecía una noche sí y otra también. Churros, magras, huevos con txistorra, kalimotxo, protagonizaban sus siestas vespertinas. Ni qué decir de la musiquilla interminable del riau- riau o del cántico del encierro. En fin, los habían suspendido sí, pero nadie, ni el mejor psicólogo había sido capaz de eliminarlos de su «loca» cabecita adolescente. Sus recuerdos se encargarían de ello, como en un relicario, guardarían todos los momenticos hasta el año que viene.
SIN EXCEPCIONES
Yolanda Giner Manso
«Señoría, el acusado hizo caso omiso a las advertencias previas. Hasta en tres ocasiones se le recordó que sigue vigente el estado de alarma, que incumplía con su actitud».
«No llevaba mascarilla y en ningún momento respetó la distancia de seguridad. No tuvimos otra opción que reducirlo y arrestarlo».
El abogado defensor intentó esgrimir sus argumentos pero el magistrado, implacable, lo amonestó.
«Señor letrado, le advierto, por segunda vez, que su alegato es improcedente. El que sea un toro corriendo el ocho de julio por la Cuesta de Santo Domingo no exime a su defendido, en ningún caso, de cumplir la ley».