Archivo por días: 15 de septiembre de 2021


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL ALMA DE LA FIESTA

Nieves Jurado Martínez

Yo no soy solo de Pamplona. En realidad, vivo en todas partes y me cobijo en vosotros. Soy esa energía universal, tan humana como inexplicable. Pero no me apetece hablar de ese sentimentalismo cursi más propio de un poema mediocre.
Llevo dos años sin hacer vibrar vuestros cuerpos, lo sé y, la verdad, necesitaba dejarme caer por aquí. Por eso, hoy, 7 de julio del 2021, he regresado por unas horas y me he colado en tu casa. Al amanecer, te he vestido de blanco, con faja y pañuelo rojos; antes de salir te he puesto esa mascarilla, la del santo bordado. Juntos nos hemos deslizado hacia la calle Estafeta y te he empujado de forma sutil hasta la Cuesta de Santo Domingo. Sí, no hay nadie, ni se escucha nada, ¿y qué nos importa? Cierra los ojos y te mostraré los sonidos que de sobra conoces. Chupinazo, encierro, música, las peñas, la fiesta. Ya te he dicho que no quiero añoranzas sensibleras, tú sabías que esto iba a ocurrir. Es que no puedo quedarme, ¿lo entiendes? Venga, te permito un toque nostálgico. «¡Gora San Fermín!», gritas a pleno pulmón. Bueno, no te pases. No es cuestión de ponernos a llorar.
 

¿POR QUÉ VAN CON ESOS PAÑUELOS ROJOS?

Marcos Ahechu Albéniz

Como un niño con zapatos nuevos, así está Ignacio a las nueve de la mañana del siete de Julio, impoluto y con su pañuelico anudado.
Su hijo, Iñaki, embargado por la emoción del momento, le recoge para ir a desayunar.
Tras bajar por la calle Estafeta con el aroma de astado todavía inmerso en el ambiente, se disponen a comer unos churros en “La Mañueta”.
Mojado el primer churro, Ignacio clava la mirada en Iñaki quien apresurado le muestra su cariño acariciándole la mejilla.
Mientras veneran al Santo, se acerca a Iñaki y le dice:
– Hijo, necesito decirte una cosa.
– Dime, papá.
– ¿Sabes que con siete años estabas aquí, dando un beso al Santo, y me dijiste algo inolvidable?
– ¿Y qué te dije?
– Que cuando fuera viejecito y no me acordara de nada, me traerías aquí, a rezar al Santo, para recobrar la memoria y, ¿sabes qué?, que ahora veo nítida mi identidad, todo el amor vivido; ¡cuánto te quiero! Gracias por cuidarme y quererme tanto.
Compungido y con los ojos llorosos, una vez afuera de San Lorenzo, Iñaki le pregunta:
– ¿Recuerdas cuando sobre tus hombros veía la procesión?
– Hijo, ¿por qué van con esos pañuelos rojos?