XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
VEO TODO EN BLANCO Y ROJO
Esther Imizcoz Campos
Una sensación desconocida me invade. Desde que llegué aquí, veo todo en blanco y rojo. Las tiendas, los parques… Esta ciudad parece distinta, más hermosa que ninguna. Durante horas puedo ser capaz de emocionarme en estas calles. Veo todo en blanco y rojo. Siento que vuelvo a ser joven, que tengo tiempo para crecer, para ser gigante. Soy un gigante más girando en un baile salvaje. Veo todo el blanco y rojo. Me pierdo tras la música de una charanga y ya no me importa los días ni la dirección. Veo todo en blanco y rojo. Seis toros me persiguen y yo solo quiero ser más rápido que ellos, ganar este combate a mala cara, ser inmortal. Veo todo en blanco y rojo. Miro a mi alrededor y encuentro las mismas caras, los mismos gestos de felicidad. Y alzo mi vaso, mi amigo mudo, para brindar por estas fiestas que superan cualquiera de mis fantasías, mientras me pregunto si esta noche sabré llegar a casa antes de que el sol me diga que es de día.
LA GENTE DE LOS PUEBLOS TAMBIÉN CUENTAN
Antonio León Del Castillo
Mi pueblo carece de oferta de ocio con que evadirnos de la rutina que transcurre, entre el colegio o instituto para los escasos estudiantes, o la casa y el campo para el resto de los paisanos, casi por completo dedicados al cuidado del ganado o la huerta de la familia. Claro que el escenario es fantástico y nos envuelve una naturaleza imponente que proporciona una calidad de vida envidiable. Incluso nos visitan cantidad de forasteros ansiosos de patear nuestras calles, hacer fotos y probar nuestra cocina. Prácticamente no es necesario viajar, salvo por asuntos de médicos o de papeles que no puedan resolverse aquí, si bien, en cualquiera de los casos es preferible no tener que hacerlo, dado que esos desplazamientos forzosos presagian circunstancias desfavorables. Pero un día al año se contratan dos autobuses que nos llevan a Pamplona. Es el día más grande, de los que perduran en el recuerdo, cuando visitamos al Santo después del encierro y cargamos las pilas, cuando lucimos el pañuelico rojo al cuello y compartimos emociones extraordinarias dejándonos atrapar por el bullicio y cuando al fin percibimos, orgullosos, que nosotros también formamos una pequeña parte de esta preciosa historia.