XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
FIESTA
Carmen Posse Porcel
A través de la gente nos miramos, nos sonreímos, nos fuimos acercando, le ofrecí mi vaso lleno de calimocho, me colocó su pañoleta roja alrededor de mi cuello, saltamos y cantamos al oír el chupinazo. Me cogió la mano y nos alejamos de nuestros amigos, nos volvimos a mirar y nos besamos. Uno, dos, tres… veinte. Un beso, una risa, una mirada y después fue la mirada primero y luego el beso y por fin la risa. Y al final, ya no recuerdo si fueron tres besos y dos miradas entre muchas risas. Y bailamos y cantamos y bebimos y nos fuimos emborrachando de alcohol y de nosotros mismos.
De noche nos fuimos a un parque, nos tumbamos para ocultarnos del mundo. Seguimos abrazados y empezamos a susurrarnos entre besos:
– desde que te ví supe que me gustabas
– tú a mí también
– ¿nos habrán echado de menos?
– Seguro, pero no quería compartirte
Su móvil sonó una vez más, esta vez lo cogió, se levantó y se alejó un poco, no pude oír lo que decía, pero al volver su cara había cambiado:
– Mi novia, acaba de llegar, me tengo que ir
Me besó y se fue
¡BRINDAREMOS!
Andrea Rodríguez Tarazona
Arrastrando los pies y pegando pataditas a todo lo que se cruzaba en su camino bajaba por el recorrido del encierro, suspiró. Miraba su reflejo en los escaparates mientras de fondo intuía una banda sonora festiva. Esa música se había colado en su cabeza como un espectro que le recordaba una y otra vez que algo le faltaba. En el número 36 de la calle Estafeta el reloj volvía a marcar 365 días.
Era seis de julio, las calles estaban vacías, silenciosas, ajenas al mar blanco y rojo que debería inundarlas. Aun con la nostalgia que le invadía, sonrió, tenía una gran celebración por delante. Era el segundo año consecutivo sin San Fermines pero hoy, por fin, brindarían.
A las 12 en punto, llamó al timbre y subió corriendo las escaleras. Sus padres esperaban ansiosos en el rellano. Llorando, sacó dos pañuelicos rojos de su bolsillo, se los colocó y abriendo una botella de champán exclamó: “¡Por la vida, por todas las celebraciones que nos quedan, y por supuesto, por San Fermín!”.
Tras meses de oscuridad, aquel soleado seis de julio, la vida volvió a brillar. Gracias a las vacunas miles de familias pamplonesas alzaron de nuevo sus copas gritando: ¡VIVA SAN FERMÍN!