Archivo por meses: diciembre 2021


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

YA FALTA MENOS

Carlos Campión Jimeno

Insólitamente sin prisa, se dispuso a vestirse antes de los toros. Sobre la cama, pantalón y camisa de blanco inmaculado hacían de cuna a faja y pañuelico. Palpó la ropa con devoción mientras visualizaba la marcha de las mulillas desde el Ayuntamiento; las bestias, engalanadas de arreos y banderines, bufaban al aire y tintineaban música de cascabeles que se fundía con la de La Pamplonesa. Tocados de emplumado sombrero negro, les precedían los alguaciles a caballo, que posaban regios con los niños que los padres depositaban en su montura para la foto de rigor. A él, le gustaba acompañar a la comitiva antes de entrar a la plaza.
Volvió a anudarse la faja; un extremo había quedado más largo que el otro. Conforme con la medida, rodeó su cuello con el pañuelo y lo enlazó con dos pequeños nudos. El espejo le devolvió la imagen de blanco y rojo que perseguía. Sin embargo, no se encaminó hacia la puerta ni miró la hora. No acreditó sus entradas en el bolsillo, ni repasó la merienda ni las bebidas. Únicamente se plantó frente a la efigie del santo que colgaba en la pared y musito bajito: -ya falta menos-.
Era Pamplona, siete de julio… de 2021.
 

POR LOS QUE YA NO ESTÁN

Javier De Miguel Cerrada

Casi dos años habían pasado desde que el corredor lució su atuendo por última vez, rojo sobre blanco, frente a los pitones de las reses que, entre gritos y ovaciones, enfilaban Estafeta camino de la plaza. Más de 700 días con el traje en el armario, esperando la llegada del mes de julio, tras un 2020 marcado por la enfermedad. Y cuando escuchó la noticia de que esos 700 días habrían de convertirse en más de 1000, que tendría que esperar otro año más para que Pamplona volviese a vestirse de fiesta, una punzada atravesó su corazón. Otro año sin visitantes, otro año sin encierros, sin periódicos enrollados ni cánticos al patrón.
Y sin embargo, a pesar de todo, sabía que era necesario. Que no todo había pasado. Que aún existían riesgos que era mejor evitar.
Por eso, en aquel momento, el corredor tomó una decisión. Aquel 7 de julio, se uniría a sus compañeros ante el Ayuntamiento. En silencio, guardando las distancias, pero con el corazón levantado hacia el cielo, recordando a todos los que se fueron y sabiendo que, allá donde estuviesen, el Santo Patrón les estaría cuidando para que pudieran seguir disfrutando de la mejor de las fiestas: los Sanfermines. 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

TOROS

Pamela Velázquez

Los pañuelos rojos cubrían las hermosas calles de Pamplona. Las fiestas de San Fermín habían comenzado y era inevitable la alegría de los asistentes que se contaban por miles. Yo era un tipo reservado y como podrán imaginar, me sentía fuera de lugar entre toda esa gente; en realidad, toda mi vida me había sentido así. Fui enviado a hacer un reportaje por la revista en que trabajaba. Paseaba por la concurrida ciudad capturando y escribiendo momentos. De repente, un inmenso toro negro se cruzó en mi camino y con voz firme me pidió que lo siguiera. No pude hacer otra cosa más que obedecer. Caminamos algunas calles, nadie se percataba de nuestra presencia. Entramos a un establecimiento en donde los humanos parecían no tener injerencia; ahí los toros se preparaban afanosos para el encierro. – Me llamo Fermín- dijo. Qué original, pensé. Aunque tenía el entrecejo fruncido, era muy simpático. Me contó todo lo que tenía que saber acerca de las fiestas y me presentó con los demás compañeros quienes sonreían amablemente. Llegó la hora del encierro, los balcones estaban repletos, corredores y pastores listos para comenzar. –¿Listo?- preguntó Fermín, asentí y salimos a correr. Me había convertido en uno de ellos.  

AGUARDANDO EL KUCHIMICHUKU

óscar López Collado

Conocí a Udane en el bar «El Abuelo» de Jaén donde servimos unas famosas tapas que atraen a jóvenes universitarios como Maite, la hermana menor de Udane, a quien vino a visitar desde Pamplona. Nada más verla me colé por el abismo de sus violáceos ojos a sabiendas de que ya nunca podría regresar; sentimiento recíproco. Fue Udane quien me refirió el término «kuchimichuku» por primera vez:
—Durante ocho días y medio Pamplona se convierte en una especie de nuevo Coliseo donde personas de toda índole y procedencia se reúnen buscando el kuchimichuku.
—¿Buscando el qué? –inquerí confuso.
—El kuchimichuku –respondió divertida–. Es la palabra que uso para referirme a las indescriptibles sensaciones que experimentan quienes viven los Sanfermines, como la de aguardar el chupinazo bajo un mar de pañuelos rojos, la de portar indumentaria igualitaria, la de correr delante de un toro bravo de lidia, o la de, vela en mano, endechar que nuestras fiestas, las del mundo, tocan a su fin entonando el «pobre de mí».

Udane abandonó Jaén en febrero de 2020, y este mundo en mayo del mismo año tras contagiarse de Covid-19. No pasa un día en que no la extrañe, ni que descuente aguardando el kuchimichuku.  


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

POCO METROS

José María Paños Pascual

Ya ves el final, faltan pocos metros y la carrera terminará.
Tu corazón late con fuerza, las piernas parecen de hierro, el aire no llega a los pulmones, pero no te rindes.
Sabes que detrás vienen 500 kilos de furia desatada.
El final no llega, a pocos metros, está solo a pocos metros, aunque parezcan kilómetros. 

LA COMETA DE PAPEL

Rosa Mª García Barja

El niño no sabe. Sólo llora.
Cada vez más alto va la cometa de papel, sube balcón arriba rozando el rojo de los tejados. Abajo, ahondando en los charcos, la falta, el silencio, los pasos, el latir del asfalto, el desacompasado ruido de la espera.
El niño no sabe, sólo llora en sordina para no ahogar la charla del abuelo, el soliloquio de la pena que se enjuga en el pañuelo rojo un año más.
La cometa se ha ido sorteando la suerte. Seis toros, seis, cornean la tarde sin sangre.
El canto a San Fermín zigzaguea como un látigo por las calles. Roza la esquina de Mercaderes con Estafeta y resbala lágrima abajo en este aciago dos mil veintiuno.
El niño sólo llora…No sabe.
 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL AÑO QUE SOÑAMOS PELIGROSAMENTE

Carlos J. Marín Aguilera

Este año en la Consistorial no había nadie, así que imaginé: los adoquines temblando a zapatazos, la plaza rugiendo en color rojo y nosotros en medio, rodeados de sudor y energía, con la única distancia social del primer beso. Y es que si la vida no nos deja, pues seguiremos soñando. Hasta que nos despertemos. Hasta que vivamos, al fin, el año que merecemos. 

LA DIVERSIÓN DE CADA AÑO

Ignacio Cortina Revilla

Este año los encierros son especiales: hay muchas caras nuevas que, en otras circunstancias, nunca hubieran corrido delante de los toros. Cosas de la pandemia. Al primer encierro siempre acude el peculiar grupo, que correrá a sólo unos pasos por delante de las afiladas astas de los animales, en las últimas posiciones de salida. Todos los años alcanzan airosos la plaza, con excepción hecha de uno de ellos, que es cogido y volteado por los toros un año sí y otro también.
Mientras hacen estiramientos, surge la pregunta que ya se ha convertido en una pequeña tradición. Este año le toca a Santiago.
—¿A qué altura será este año?
El hombre alto sonríe con malicia, mientras estira los brazos hacia delante agarrándose los puños. Luego, apoya las manos en las caderas y se dobla hacia el lado derecho y después hacia el izquierdo.
—Creo que este año seré bueno. Dejaré que alcance a ver la entrada de la plaza.
—Eres un poco cruel, Maestro…
—Recuerda que los caminos de mi padre son inescrutables.
Jesús mira de reojo a Judas. El infortunado hace calentamientos a una prudencial distancia, ajeno a la nueva jugarreta que le espera. Jesús se empieza a reír a carcajadas.

 


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA ESCALERA

Carlos Remón Sanjuán

Terminamos la escalera más inútil sin San Fermín y a partir de ahí emprendimos las celebraciones en riguroso orden: 8 de agosto, 9 de septiembre, 10 de octubre, así hasta romper el maleficio y que, en vez de faltar cada vez más, de verdad ya faltase menos.
Lo hicimos por Koldo, que no nos hubiera perdonado incumplir el ritual.
Uno nunca se acostumbra y cada peldaño sin él ha sido un tormento. Igual un 13 de enero acompañas a la Comparsa por Comedias que un 18 de junio en la Plaza del Castillo te ves en La Era. Apuras en Mercaderes un 20 de agosto y un 22 de octubre miras con un escalofrío al balcón donde parece que suene Que hizo a San Fermín llorar. Hemos escuchado a La Pamplonesa aunque fuese 25 de enero y salido con la peña de la Plaza un 27 de marzo.
La memoria se comporta así con quienes hemos querido: vayas por donde vayas, aún asombra que no sigan estando.
Acaba la escalera definitivamente y llega ahora hasta el cielo. Me imagino a Koldo poniéndose de blanco con la tela de una nube, el pañuelico rojo del atardecer.
Mañana, esta vez sí, es 7 de julio.  

CARTA A JUANITO

Rubén Navajas Bonafaux

Ketchum, Idaho. 2 de julio de 1961.

Querido Juanito:

Ya sé que éstas no son formas de despedirse, pero no tengo otra forma de hacerlo. No puedo más. Mi vida ha llegado a un callejón sin salida, no me aguanto a mí mismo y estoy decidido a poner fin a la mentira en que se ha convertido mi existencia. Pero a ti, mi más preciado amigo, te debo estas líneas.

A lo largo de mi vida profesional, como periodista y escritor, he recibido los mayores reconocimientos y premios que pudiera haber imaginado. Algo que a cualquier otro habría colmado y llenado de orgullo y felicidad. Pero en mi caso, y tú bien lo sabes, el éxito y la felicidad no han ido de la mano. Ahora, cuando he decidido poner fin a todo, puedo decirte que los únicos, los pocos momentos de mi vida que definiría como felices me llevan invariablemente a mi querida Pamplona, a los Sanfermines y a tu grata compañía.

Recuérdame cada 7 de julio, Juanito. Brinda por mí y eleva tus plegarias al Santo para que me perdone por lo que estoy a punto de hacer.

Perdóname tú también, Juanito.

Te quiere tu amigo
E. H.