XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
YA FALTA MENOS
Carlos Campión Jimeno
Insólitamente sin prisa, se dispuso a vestirse antes de los toros. Sobre la cama, pantalón y camisa de blanco inmaculado hacían de cuna a faja y pañuelico. Palpó la ropa con devoción mientras visualizaba la marcha de las mulillas desde el Ayuntamiento; las bestias, engalanadas de arreos y banderines, bufaban al aire y tintineaban música de cascabeles que se fundía con la de La Pamplonesa. Tocados de emplumado sombrero negro, les precedían los alguaciles a caballo, que posaban regios con los niños que los padres depositaban en su montura para la foto de rigor. A él, le gustaba acompañar a la comitiva antes de entrar a la plaza.
Volvió a anudarse la faja; un extremo había quedado más largo que el otro. Conforme con la medida, rodeó su cuello con el pañuelo y lo enlazó con dos pequeños nudos. El espejo le devolvió la imagen de blanco y rojo que perseguía. Sin embargo, no se encaminó hacia la puerta ni miró la hora. No acreditó sus entradas en el bolsillo, ni repasó la merienda ni las bebidas. Únicamente se plantó frente a la efigie del santo que colgaba en la pared y musito bajito: -ya falta menos-.
Era Pamplona, siete de julio… de 2021.
POR LOS QUE YA NO ESTÁN
Javier De Miguel Cerrada
Casi dos años habían pasado desde que el corredor lució su atuendo por última vez, rojo sobre blanco, frente a los pitones de las reses que, entre gritos y ovaciones, enfilaban Estafeta camino de la plaza. Más de 700 días con el traje en el armario, esperando la llegada del mes de julio, tras un 2020 marcado por la enfermedad. Y cuando escuchó la noticia de que esos 700 días habrían de convertirse en más de 1000, que tendría que esperar otro año más para que Pamplona volviese a vestirse de fiesta, una punzada atravesó su corazón. Otro año sin visitantes, otro año sin encierros, sin periódicos enrollados ni cánticos al patrón.
Y sin embargo, a pesar de todo, sabía que era necesario. Que no todo había pasado. Que aún existían riesgos que era mejor evitar.
Por eso, en aquel momento, el corredor tomó una decisión. Aquel 7 de julio, se uniría a sus compañeros ante el Ayuntamiento. En silencio, guardando las distancias, pero con el corazón levantado hacia el cielo, recordando a todos los que se fueron y sabiendo que, allá donde estuviesen, el Santo Patrón les estaría cuidando para que pudieran seguir disfrutando de la mejor de las fiestas: los Sanfermines.