Archivo por días: 11 de enero de 2022


XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CUBA

Carlos Del Rosario

Un metro sesenta, noventa kilos, y cuatro sedentarios años de oficina.
¡Oye chico! ¿No sé como dejé convencerme del cuñao’ para que hiciera el encierro?
Vestido de blanco, como pa’ una primera comunión, pañuelo rojo anudado al cuello y alpargatas heredadas del difunto tío de Sara.
Sara agitaba los brazos desde el balcón; parecía naufrago pidiendo rescate. ¡No entendía que los cubanos somos más nadadores que corredores!
Mi cuñada y mi suegra le apostaban a que no terminaría el tramo de Santo Domingo.
—Cuba no llegará a la curva de los mercaderes.
Empalagao’ de churros y chocolate, con la disposición de romper los augurios de mis antagonistas: suegra y cuñada, salí desperdigao’ con el estallido.
—¡Cuñado aun no llegan los toros!
No sé si corrí lento o los toros rápido, a la mitad del tramo sentí el resoplo del toro en mi espalda… lo último que recuerdo antes del desmayo fue un ejemplar de 600 kilos saltar sobre mí.
—¡Cuba no vuelve!
Aquí estoy de nuevo… a espera del chupinazo que se escucha en el cielo, pero estalla en el corazón, las alpargatas heredadas y el corazón ansioso por dar felicitaciones y abrazos a desconocidos, que por San Fermín se convierten en familia.
 

ALUCINACIONES

Joaquín Galar Mutuberria

Se despertó sobresaltado. Estaba en el hospital. Con mucho esfuerzo fue hasta la ventana. Esto es Basurto, se desconcertó. No sabía qué pasaba. Tenía que estar en Pamplona. Debo irme de aquí, pensó. Salió al pasillo apoyándose en el palo del gotero. Al fondo estaba la auxiliar que le había atendido por la mañana. Ella no le miró bien, parecía que vigilaba. Qué raro, esta señora estaba a la mañana en Pamplona y ahora aquí. Al otro lado había un cartel en euskera y castellano. Le sorprendió que estuviera también en castellano, pero no tenía tiempo para esos detalles. Su mujer le cerró el camisón por detrás para que no enseñara nada, pero eso a él no le preocupaba. Estaban en peligro los dos y tenían que escapar. 7 de julio y aquí, oía una y otra vez en su cabeza. Los amigos me esperan para el encierro, después el almuerzo y luego lo que venga… No llegar a tiempo le pesaba más que otra cosa. Cogeremos un taxi, pensaba, pero no tenía fuerzas para más. Necesitaba un descanso. Volvía a la cama cuando entró la enfermera en la habitación: relájese, Fermín, apóyese en mí. ¿Quiere una tila?