XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
¿NO VES?
Franz Kelle
Lo desconocen quienes se encomiendan a San Fermín antes de que Santo Domingo abra corrales de par en par. Quienes hablan de la experiencia del buen corredor tampoco lo sospechan. Ni siquiera los que se refieren al instinto, aunque esos andan más encaminados.
Sí: ¿por qué no llamarnos instinto?
Por qué no referirse así a los centenares de miles que, sin ocupar un solo milímetro del recorrido, estamos tan presentes. Regresamos durante una semana y mutamos en alma del encierro, nos materializamos en ese quiebro crucial que guía al novato por el flanco correcto. Magia.
Si en 2020 nos arrebataron la cita, este año no renunciaremos a ella. A sentirnos vivos por unos minutos. Invisibles, ahí estaremos, al filo de las ocho, aunque no vaya a presentarse nadie de carne y hueso. Velaremos por un encierro imaginado que preserve el espíritu de la fiesta. Volaremos por la cuesta, por Mercaderes. Estafeta. Volveremos, otro año más, quienes por ley de vida marchamos dejando el corazón en Pamplona. Es nuestro turno. Vosotros aguardaréis con la paciencia de las certezas: ¡queda tanto por correr!
¡GORA FERMÍN Y VALENTÍN!
Isabel García Viñao
Era el año 2019. Después de escuchar en la plaza Consistorial el Pobre de mí y balancear una vela encendida que había puesto en mi mano un pamplonica, nos dirigimos a un bar. Las tres amigas inglesas vestíamos a la inglesa porque en unas horas cogíamos el vuelo rumbo a Birmingham. En el bar, colmado de personas vestidas de blanco y rojo, a duras penas pudimos hacernos hueco. Sus camisetas blancas estaban salpicadas con varias manchas, principalmente las de los de prominentes barrigas. Era imposible llegar a la barra.
Un camarero saltó por encima de la barra con tres copas y una botella de vino. Cuando volcaba el vino en mi copa, fijo sus ojos en los míos. Sentí un fogonazo. Nuestros ojos hablaron de amor.
−A las seis cogemos vuelo a Birminghan, le dije.
−Rezaré a San Fermín para verte al año que viene, me respondió.
El 14 de febrero de 2020, entré en el bar. Jon se sorprendió. Nuestros ojos derramaron pasión. Le dije que permanecería en Pamplona durante mi mes de vacaciones.
Menos mal que yo le había rezado a San Valentín. El santo del amor me dejó confinada allí seguramente con la intercesión de San Fermín. ¡Gora Fermín y Valentín!