XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
UNA FIESTA DESCONOCIDA
Mikel Ayerra Comino
-¡Mira, abuelo! ¡Esos también van vestidos como nosotros!- dijo Ibai mientras señalaba a la cuadrilla de jóvenes que pasaban por su lado, vestidos también de blanco.
Alfonso sonrió con dulzura y le dijo:
-Sí, ellos también están celebrando los Sanfermines.
-¡Hala! ¿Y esos también?- señaló a dos parejas de cuarentones que vestían de calle, pero que dos de ellos llevaban un pañuelo rojo.
-Sí, claro. No van de blanco, pero llevan el pañuelo, que es lo esencial.
Alfonso disfrutó viendo cómo Ibai se emocionaba al ver a todo el que iba vestido de pamplonica. Su nieto había nacido el año anterior a la pandemia, por lo que no podía recordar los únicos Sanfermines que había vivido. Y aunque ese año tampoco se iban a celebrar, le emocionaba ver cómo mucha gente se vestía para vivirlos a su manera, igual que ellos.
Siguieron caminando mientras pensaba en todo lo que Ibai conocería a partir del año siguiente: los encierros por la tele, las barracas, los gigantes y cabezudos, los fuegos artificiales… Para él también sería como descubrirlos de nuevo; tras dos años de parón, los esperaba con más ganas que nunca. Hasta entonces, se contentaba con ver cómo Ibai descubría aquella fiesta desconocida para él.
MAGIA
Marcos Sánchez Mongay
Se ha acordado del maletín de su padre, un artista ambulante venido a menos desde que, en vez de un conejo, sacó de la chistera un gato aterrado que arañó la cara del alcalde de un pueblo cuyo nombre han olvidado. El maletín acumula polvo en el desván. Sopla. Corre la cremallera. Dentro hay únicamente un cordón con nudos corredizos, una varita de esponja y aquello que busca. Lo coge, baja los peldaños de las escaleras de tres en tres y se encierra en su cuarto. Arranca unas cuantas hojas de un cuaderno de la escuela y va llenándolas con dibujos de manera compulsiva. El cohete a las doce. La plaza llena. El alarde explotando. San Fermín avanza entre aplausos. Braulia y sus vueltas y más vueltas. Los toros en la Estafeta. El vendedor de globos. Las mulillas con ella encima…
– ¿Qué haces, hija? -escucha a su espalda sin darse cuenta de que alguien había abierto la puerta poco tiempo antes. Pero el suficiente.
Las peñas bailan. La Pamplonesa toca. Una pareja se besa bajo los fuegos artificiales.
Y en la última hoja, mamá.
– Nada -responde-. Sólo utilizo tu lápiz mágico de devolver la vida a lo que un día perdimos.