XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
EN BLANCO
Amaia García Ruiz
Estoy en blanco. Como no podía ser de otra forma. Anodino. Blanco. Carente de color y de alegría. Eso. Sí. Blanco. También carente de tristeza. Como cuando no sientes. ¿Melancolía, tal vez?
Pasan los días y el reloj no corre. Solo suma. ¿Cómo escribir así? Sí. Hay blanco roto, blanco crema, blanco tiza, frío, hueso, seda. ¿Y qué más da? No hay peor blanco que el de un folio en blanco.
Sin ideas, los recuerdos están tan lejos… El esfuerzo por cazarlos supera mi mente acomodada en el aburrimiento. Solo quiero recordar el blanco sucio. Casi puedo olerlo. Será la única forma de traer a la mente la mejor parte.
Falta el rojo de nuestra vida. La boina roja en la cabeza. El de nuestra blusa y tu bandera. El rojo fuerte. El de color. El que corre por nuestras venas. Eso. Sí. Rojo. Lleno de pasión. Como cuando vives por morir de felicidad. ¿Melancolía, tal vez?
Juro que sí vi a San Fermín llorar. Normal. ¿Melancolía tal vez? Pero es verdad. Ya falta menos. Más es imposible.
EL VIAJE
Maria Jose Cebrián Roncero
Como de costumbre el aforo para escuchar a Rick se completó. El relato de sus viajes siempre despertaba gran interés:
-En esta ocasión llegué al planeta azul. Aparecí en una plaza repleta de personas que curiosamente vestían el mismo atuendo;pantalón y camisa blanca con pañuelo al cuello y fajín ,ambos rojos.Lanzaban vivas a un tal San Fermin que según deduje era por todos conocido y apreciado.
Algunos hombres jóvenes tenían la costumbre de correr por las mañanas junto a unos fabulosos animales llamados toros.Lejos de parecer asustados por el gran tamaño y afilados cuernos de aquellos disfrutaban de la carrera que era vista por el resto de los ciudadanos desde los balcones.
Por las tardes esos mismos animales encontraban la muerte después de ser sometidos por los denominados toreros con unos pases de gran belleza dados en una gran
plaza circular a rebosar.
Alegría, bailes y musica inundaban los rincones de aquella bonita ciudad llamada Pamplona.
Gente acogedora hizo de mi visita un auténtico placer y tanto disfruté que junto a ellos canté el pobre de mí cuando aquella fantástica semana terminó prometiendome a mi mismo regresar, eso si vestido para la ocasión.
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