XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
LA ENCONTRÉ EN SAN FERMÍN
Angel Montejo Arroyo
Paseaba por la calle Mercaderes en ese momento en el que el sol está a punto de despedirse hasta el día siguiente.
Dicen que las desgracias no vienen solas, y en mi vida, los últimos meses, el dicho no había hecho una excepción. Me habían aconsejado que leyera, escuchara música y viajara. Y eso hice, sintiendo cierto alivio, pero aún sin tener la fuerza para devolver una sonrisa a mi rostro. En medio de este bache, mis amigos me habían arrastrado a que viviera mi primer San Fermín.
Habían pasado horas desde que la calle hirviera de emociones y, de hecho, aún podían sentirse en el aire. Éstas se hicieron aún más intensas cuando tomé la calle Estafeta, recordando la escena que, desde el otro lado, había presenciado por la mañana.
Reviviendo ese momento, el corazón comenzó a latir más deprisa y algo extraño comenzó a suceder.
Ella salió a mi encuentro.
Mi sonrisa, que creía olvidada me sorprendió dibujándose en mi rostro.
Yo que la creía perdida para siempre, la encontré en San Fermín.
DE CASTA
Angel Toribio Sevillano
No he venido hasta Pamplona para correr los encierros, vengo en busca de mi padre.
Mi padre se marchó un siete de julio para cumplir su sueño y nunca más volvimos a saber de él. Desde ese día lo imagino deambulando por las calles, amnésico a causa de algún traumatismo, incapaz de recordar que tiene una familia esperando su vuelta. Mi madre dice que nos ha abandonado, pero yo tengo esperanzas de encontrarlo en el recorrido, en la calle Estafeta, incapaz también de olvidar su pasión.
Esta mañana he corrido de principio a fin, escudriñando cada rincón, entre una multitud de ojos asustados que se cruzaban con los míos, pero ninguno eran los de mi padre. A pesar de la decepción, seguiré intentándolo cada día que dure la fiesta, sin descanso. Mientras tanto, si alguien lo ve, por favor díganle que su hijo lo está buscando y que no le guarda rencor… es negro, zaino, de unos quinientos kilos y se llama Campanero.
¡POR FIN LA FIESTA!
ángel Mari Andueza Martinena
2020 es un número redondo. Fue el año del confinamiento. La pandemia había asolado sobre la faz de la tierra pero ya durante el mes de junio me surcaba por todo el cuerpo un cosquilleo de impaciencia: necesitaba romper el propio cascarón que me carcomía las entrañas, mi cuerpo pedía fiesta. Sin embargo pronto se disiparon las dudas, no era posible. Solo se me ocurrió poner sobre la otra cama de mi habitación mi ropa de gala: alpargatas, pantalón blanco, faja roja, camisa blanca, pañuelico de San Fermín, incluso txapela, por si acaso. Si no podía disfrutar de la calle por lo menos en casa tendría espíritu sanferminero. Y así han pasado dos ediciones, con una expectación meteórica, vertiginosa… 2022 es el momento perfecto, la espera resulta ansiosa; la escalerica se hace ascensor; cada semana que borro es un anhelo; cada día que resto, un frenesí; cada hora que se diluye, una emoción; cada minuto que descuento, un riau riau…
Y llega el día, me visto con parsimonia porque quiero vencer el vértigo que me emociona, oigo las campanadas del reloj de San Cernin. Entonces alguien llama a mi puerta: es mi novia, se me ha adelantado. Nos abrazamos y nos echamos a llorar.