Archivo por meses: octubre 2022


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

¡GRACIAS MENCHU!

Jesús Solano Calvo

Faltan pocos minutos para el inicio del primer encierro, el televisor ya está encendido en la sala de la Unidad de Daño Cerebral, han pasado dos años, vuelven los Sanfermines, se escucha la voz inconfundible de casi siempre. Miguel perdió la pierna en un accidente de tráfico cuando se dirigía a Pamplona junto a sus colegas, un despiste que les costó caro.
Aquello cambió su vida para siempre, hospital, quirófanos, amputación, secuelas psicológicas, duelo por el amigo perdido, mucha pena que llevó a Miguel a la desesperación, ya nunca podría correr un encierro en Pamplona, demostrarse a sí mismo que vencería el muro del miedo delante de los toros. Aquella situación le condujo a consumir alcohol y cocaína, a equivocarse, a terminar años después sufriendo un TCE mientras en estado de embriaguez circulaba con un patinete eléctrico.
Casi está a punto de sonar el cohete de inicio del encierro, Menchu Arizaleta, la enfermera de Estella, anudando al cuello de Miguel el pañuelo rojo y haciendo lo propio con el suyo, sale empujando la silla de ruedas de Miguel para vivir de nuevo la retransmisión de un encierro, los ojos de Miguel húmedos por las lágrimas miran a Menchu agradecidos, sobran las palabras.
 

DE REBAÑO

Jesús Gella Yago

La cerca de boca y nariz se abre y los microorganismos enfilan la cuesta de la garganta. Detrás, pertrechados de varas, van los ARN mensajeros y los vectores virales controlando la carrera. Las subunidades proteicas han levantado sólidas vallas para que los microorganismos no se desmanden. El trote es veloz al atravesar la membrana de las células consistoriales. En la curva de los bronquios se producen resbalones sobre la mucosa y las primeras caídas. Los anticuerpos, de un blanco inmaculado y empuñando periódicos enrollados, se turnan delante de las espigas en forma de corona de los microorganismos. Se acercan tanto como pueden, miran hacia atrás para medir distancias y conducen a la manada por la última calle. Su longitud favorece la inflamación y la fiebre. Los anticuerpos hacen un esfuerzo decisivo animados por la luz que baña el tramo final. Los síntomas se estrechan en el callejón y la entrada en el ruedo es recibida con música desde los tendidos. Los anticuerpos se abren en abanico, mensajeros y vectores cierran la marcha. La manada de microorganismos encara la sombra de chiqueros. Varas y periódicos guían a un rezagado. La puerta se cierra, la vida triunfa.
Y ahora sí… ¡arranca San Fermín 2022! 

MONASTERIO DE CILVETI

Jesús Jiménez Reinaldo

Estábamos en Vitoria, aburridos, una noche de rutina panza arriba. El cojo, que tenía coche y carné, nos propuso tomar la última en Pamplona y empalmar con el encierro. Luego, si eso, ya almorzaríamos por Navarrería o amerizaríamos en Gros antes de regresar a casa.
Éramos jóvenes pero no indocumentados. Nadie se atrevía a conducir en los ochenta por las carreteras del País Vasco y Navarra sin papeles, que había controles hasta en las pistas forestales. Éramos inexpertos y estábamos poco viajados, lo más alguna escapada a las Landas o un viaje estudiantil para ver el Pilar de Zaragoza.
A las cinco de la madrugada mis amigos se fueron al “Viceversa” a codearse con los siniestros y yo me metí de hoz y coz en el “Conocerte es amarte, baby” detrás de un rubio que me pareció descendiente de vikingos. Nunca antes me había interesado tanto por las sagas nórdicas. Eso en Vitoria no habría estado bien visto.
Cuando desemboqué en la pista de baile, Madonna movía sus caderas de Marilyn anunciando la materialidad, mientras la imitaban los hombres. Al fondo dos de ellos, más grandes que mi armario, se devoraban. Abrí mis compuertas: unos me besaron, otros me abrazaron, y yo estaba bien.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

HASTA REVENTAR

Javier Casado Mayayo

A escasos minutos de que el reloj marque las 12, aún no se cree que con él vaya a estallar la fiesta. Cuando lo eligieron, la noticia corrió como la pólvora entre sus amigos y allegados, pues nadie de su entorno había llegado antes tan alto. Y eso que es la cuarta generación de una familia dedicada al espectáculo: sus padres, sin ir más lejos, actuaron en Sanfermines, y aún recuerda el brillo de sus ojos relatando aquella noche mágica en que llegaron a tocar el cielo. «Tu madre estuvo resplandeciente, fue pura dinamita. Niños, mayores… nadie, absolutamente nadie, podía dejar de mirarla». «Calla tonto, si no fuera por tu voz atronadora… ¡el escenario de los Fueros vibraba a nuestros pies!»

Las puertas del balcón del Ayuntamiento se abren y un sonido ensordecedor inunda la habitación. Teme no estar a la altura, y eso que lleva toda la vida preparándose para esto. Sabe que lo que haga hoy puede suponer un ascenso meteórico para su carrera, o bien hacerla saltar por los aires. Consciente de que esta oportunidad es su último cartucho, sale como un cohete hacia la barandilla y, sin hacer mucho ruido, surca a toda mecha el firmamento de Pamplona hasta reventar. 

AY! EL VIVO A GOZÁ!

Jeferson Steven Gutierrez Camargo

Mojándose la boca con el ultimo concho de café que destilaba de la taza de porcelana blanca, traída desde las penumbras de una isla desconocida, se coscaba de la infinitud del tiempo y con un aliento casi inhumano señalaba su desdén al no poder escuchar el estruendo de la pólvora marcando el txupinazo.
Yacía en su cama después de haber sido diagnosticado con una enfermedad huérfana, y sin embargo en su rostro sólo existía una sonrisa que dejaba percibir su prótesis dental como evidenciando la gracia de haber vivido más de noventa años. Cerrando sus ojos viajó por el mar de sus recuerdos y se deleitó en lo más profundo de su alma, no había nada reprochable tan sólo el olor indescriptible del vino y a novillos de la más alta pureza.
De sus ojos lagrimas descolgaron, y un torrencial de emociones recorrieron su cuerpo; el tiempo se hacía eterno entre las sabanas y los medicamentos, lo que hacía de su vida un gran misterio. Posando la taza en la mesa donde se encontraba la imagen de aquel Obispo tan amado por él, quiso gritar a las nuevas generaciones: Carajo! Ay! El vivo a gozá, tío! 

AL VALLADO SÍ, AL VALLADO

Jesús Blanco González

Hoy madrugo. De blanco y con el pañuelo en la muñeca camino hasta el callejón y toco, 795 veces después, el vallado. Todavía recuerdo aquel dos de mayo de hace dos años, ese día, por fin, pudimos salir a la calle. Ni me lo pensé. Salí temprano de casa. Cuántos nervios contenidos, y cuantas incertidumbres. Me acerqué al vallado del callejón, lo toqué, con guantes, con miedo, pero lo sentí.
Cada día, sin faltar ni uno, me he acercado a ese punto, cada día con más decisión, cada día con menos miedo. Al principio con guantes, tocando tímidamente con los dedos de una mano y limpiándola luego con gel. Poco a poco apoyando la mano entera, las dos manos, acariciando su textura, rozando la cara, oliendo la madera. Días de lluvia, de sol, de nieve. Días de volver a empezar la cuenta atrás.
Al principio, un minuto, poco a poco más tiempo. Días en que me he sentado toda la tarde sintiendo, soñando, recordando, llorando… Los días de los no sanfermines eran más intensos, incluso alguna lágrima se ha colado entre sus grietas. Hoy, un abrazo…al vallado sí, al vallado, que inmóvil ha mantenido el sentir de la fiesta, el sentir de San Fermín.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

AÚN HAY ESPERANZA

Javier Vegas Fernández

Tantos años sin venir y aquí estábamos para vivir, recordar y compartir. Vivir la otra cara de la fiesta después de tantas noches locas, del encierro a los fuegos pasando por magras, toros y barracas; recordar a plena luz de julio aquellos momentos lejanos; compartir, con quien ahora me acompaña, estampas y vivencias.
Al pasar por las campas que rodean la ciudadela me vino a la mente la noche aquella en que una mujer lloraba con la camiseta destrozada. Me alejé del mundo y me acerqué a ella. Lloramos juntos y denunciamos ya de madrugada. Al reencontrarme con la cuadrilla me preguntaron con morbo. No había nada que contar. Se decepcionaron. ¡Mira que no pillar! ¡Si la tenías a huevo! ¡Este es maricón, ya os lo decía!
¿Te pasa algo? Oí a mi lado y abandoné el pasado. No, nada. Todo está bien. Pasaron junto a nosotros unas mocetas con cara de susto. Unos adolescentes decían burradas: ¡Corre, corre, que te voy a empitonar! De una cuadrilla de castas surgió rotunda una voz: A ver mocosos, que hasta un toro tiene más cabeza que vosotros. Respiraron ellas y ellos se pusieron rojos. Aún hay esperanza, me dije, mientras apretaba la mano de mi marido.
 

ALERTA ROJA

Javier Cabello Urquia

Saltan todas las alarmas en el Centro de Vigilancia Satelital Internacional, todos los presentes se arremolinan en torno a las pantallas que muestran imágenes del planeta tierra a tiempo real. Nunca se ha visto algo parecido.

Las imágenes provienen de Europa, de una ciudad del norte de España. Sus calles aparecen teñidas de un color rojo sanguinolento. Todos temen lo peor, la más terrible de las masacres ha debido de tener lugar y ni la tecnología ha sido capaz de detenerlo a tiempo.

Rápidamente, el responsable del operativo de vigilancia contacta a su superior:

“Aquí el oficial Martínez, ha ocurrido algo terrible. Informe de Situación: son las 05:59 horas del 6 de Julio. Le hablo desde la base de vigilancia de Chicago, USA. Le mando imágenes de lo acontecido hasta ahora, las calles están cubiertas de sangre escarlata”.

La voz del superior invade la megafonía de la sala, tarareando: 1 de enero, 2 de febrero… Entre gritos y risas exclama: “¡Relajaos todos! Allí en España son ahora mismo las 11:59 horas y vuestra supuesta “masacre” la forman millones de pamplonicas alzando su pañuelico rojo hacia el cielo. Poned el canal internacional y dejad de vigilar durante un rato. Disfrutad del momento… ¡Viva San Fermín!»
 

LARGO VIAJE.

Javier López Vaquero

Nos lanzamos al mar de gente dejándonos arrastrar con la algarabía recorriendo la plaza. Veníamos de lejos y habíamos oído hablar tanto de los San Fermines, que parecíamos ser los protagonistas de un sueño.
Pasamos desapercibidos desde el principio y no nos fue difícil hacer amigos con los que recorrimos los atestados bares mojando el gaznate y saciando nuestro voraz apetito.
La música sonaba en cada rincón de la ciudad y te embaucaba hasta desembocar al amanecer.
Y allí estábamos como una foto tantas veces observada, apretujados en la calle Mercaderes esperando el sonido de un artefacto y luego corriendo entre una multitud salvando obstáculos hasta que un enorme animal, al que llamaban toro, pasó a nuestro lado. Después, exhaustos, caímos desmayados en la hierba de algún parque para descansar un rato y comenzar de nuevo el ciclo.
Fueron días muy intensos. Cuando regresábamos en la nave a nuestro planeta, un escalofrío recorrió nuestro escamoso cuerpo al recordar lo vivido. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CORRER POR SUS SUEÑOS

Jasmin Ariana Choque Huarancca

Caminando por calles desconocidas vio un grupo de gente con ropa combinada. Todo se siente tan natural. ¡Oh, esa calle la vio en la tele! ¿Cuándo se puso un pañuelo rojo?, cada vez menos niños y más rojo y blanco. ¿Están corriendo? ¿Por qué están corriendo? -¿Qué haces? ¡Corre o te van a agarrar!- cierto, se escuchan pasos fuertes y ya sabe que son. Inmediatamente, hay uno más volviendo por donde llegó. La adrenalina corre, se tropieza, nadie ayuda, sabe que va a doler, ya siente la sombra y ruido de algo llegar… Abre los ojos. Está en una cama, aún hay adrenalina, pero está en una cama. Quizás no vaya a participar realmente, pero ya no puede esperar por su vuelo y poder verlo en vivo. 

CUMPLIR UN SUEÑO

Javier Sánchez Campos

Ella le llamó al teléfono. «¡Me he despertado sola en la cama!». Él, apretando los dientes, sonrió a la multitud de presentes que abarrotaban la plaza. Se preguntó cómo había terminado allí. «Cariño, ahora no puedo hablar». Desde su privilegiada posición veía las charangas tocar, los pañuelos rojos ondear al viento, los chavales a hombros. «Para ti nunca es el momento». Los mozos jalearon. «Lo hablamos en casa, cariño, estoy a punto de cumplir un sueño». El barullo iba en aumento. «¿Un sueño? Tu cuadrilla te va a costar el matrimonio. Siempre igual la noche de antes del chupinazo». Le tocaron un hombro y alzó la mano libre, pidiendo tiempo. «Esta vez es diferente. Te tengo que colgar». Le indicaron dónde se encontraba la prensa y le instaron a mandar un saludo. «Como me cuelgues, te aseguro que será la última vez que…». Volvieron a presionarle el hombro. «Cariño, no es lo que piensas». Miró de nuevo la plaza y tomó aire. «Qué excusa tienes para no estar en casa, a ver, sorpréndeme». Le pusieron un mechero en la mano y señalaron el cohete. «Pon la tele. No lo vas a creer». 

VAMOS SUBIENDO LA CUESTA

Javier Gonzalez Arevalo

Nuestra fiesta más internacional desde que tengo uso de razón. De niño, el único motivo por el que madrugaba en verano; de adulto el único motivo por el que no dormía. Ese espíritu y esa fiesta, como decía Serrat, que era capaz de juntar “al noble y al villano, al prohombre y al gusano, bailan y se dan la mano sin importarles la facha”, es simplemente mágico. Si bien el chupinazo es el desencadenante, el hechizo perdura durante toda la jornada, de gaupasa, hasta el día siguiente en el que todo vuelve a empezar. Chocolate con churros, pinchos, bocadillo de chistorra, kalimocho y pacharán, pero con “tx”. Una combinación extraña pero necesaria para exprimir cada momento del día.

Pocos acontecimientos he vivido yo en los que gente tan distinta, durante esos días, sea tan igual. Da igual de dónde vengas o cómo seas. Nuestro patrón siempre te recibirá para darte su bendición. No importa que no vistas de blanco o que una noche pierdas el pañuelo rojo. Habrá años mejores y otros distintos, pero todos dejarán una huella imborrable en tu memoria. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UNA MISIÓN ESPECIAL

Jaime Martínez Muñoz

Bueno, ya estoy sobre la mesa junto a otros cohetes. Falta, ¡que me escojan a mí!

Recuerdo ahora la espera en las húmedas acequias mientras aneas y carrizos contaban interminables leyendas de Sanfermines. La primera selección es que vayan a cortar varillas en tu arroyuelo; la segunda, que no te tronche un novato, sino que te corten limpiamente; la tercera, no romperte en el trajín del taller de pirotecnia para acoplarte el cilindro con pólvora y mecha; y la cuarta, que estés dentro del paquete final. Y de las mil varillas cortadas solo una tendrá el honor.

De acuerdo, cada fiesta de cada pueblo es la mejor para los suyos, se multiplican los chupinazos por toda España, pero qué quieres, hay uno que se ve a la vez en Pamplona y en Sídney, en Estocolmo y en Tudela, en Chicago y en Madrid, en Soria y en Boston ¡¡¡y ese queremos!!!

¡Me tocó! Estoy en la rampa del balcón. De abajo sube una apretada esperanza blanquirroja; arriba, el cielo limpio que espero alcanzar con mi verticalidad. Alguien prende la mecha. Ya no soy un cohete, sino una promesa de fiesta eterna en ocho días. ¡ffffffffiiiiiiiuuuuuu! ¡¡¡pum!!!

 

AINTZA

Jaime Padrón Benítez

I have cerebral palsy discovered in my natal Dublin, when I was six years old. But before I was diagnosed with this illness, I already had a passion that burned me inside: running in front of fighting bulls in Pamplona. This fever is inexplicable for the Sanfermines. Mom and dad spent their honeymoon in Navarra, they conceived me there, but that doesn’t explain my bullfighting genes, or if? After all, fidelity is a social construction, not an impregnable prison.

The physiotherapist who served me for a long time in Ireland was from Pamplona and encouraged me to improve my motor skills if I wanted to run in Sanfermín.
Twelve years later, almost nobody notices my paralysis and I am in the squad of runners with a thousand adrenaline. Later, when suffering some mild trauma, I discover that the one who lovingly sold me is Aintza, my former physiotherapist who is now a nurse in Pamplona.
My heart bursts, I have seen the bulls close up and now I have in the very close up the platonic love that encouraged me to run here.
—Kaixo Aidan—said, behind his mask his beautiful and sincere smile was insinuated
—Eskerrit—I babble in your language with teary eyes.

 

SUEÑO CUMPLIDO

Jairo Manuel Sánchez Hoyos

Mis compañeros regresan felices cada año. Algún día, es mi decir; mi madre sufre de esclerosis lateral amiotrófica, requiere de mi atención y salario. “Quiero que vayas a los Sanfermines este año, será mi regalo de cumpleaños, no me contradigas”.
__No habrá San Fermín, madre.
__Enrique Maya ya le pidió a Juan Carlos Unzué que haga el honor del chupinazo, lo vi en las noticias.
__Pero, ¿y tú?
__Mi hermana pasará conmigo estas vacaciones.
El Niño de la Capea nació en Chamberí, nuestro barrio, mi madre y él se amaron. ¿Será que yo soy ese hijo que desearon tener? No, simplemente quiere darme el San Fermín de regalo, sabe que ya falta menos para morir.
Llegué al hotel. Me dirigí a los corrales, un toro barcino, frente peluda, me embistió fiero. Le puse el periódico en la testuz. “Este periódico hablará de ti o de mí mañana”. Compartí una zanahoria, la disfrutó.
Al siguiente día, en la curva telefónica, resbalé. Oh, inmensa casualidad, era el mismo barcino, corrió a matar, cuando ya me creía difunto, puse algo en su boca. Lo vi alejarse disfrutando la zanahoria.