Archivo por días: 2 de noviembre de 2022


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL GIÑO DE UN CABESTRO ANCIANO

Joaquín Castelló López

Un cabestro tuerto me guiña su ojo ciego deseando con malicia incar su cuerno viejo antes de que el mayor lo jubile. Yo no entiendo de toros , ni sé muy bien, si los cabestros son mansos como dicen, que solo sirven para acompañar, en cortejo correoso, a los jóvenes astados en busca de el redondel dónde les espera la muerte la muerte y con ella, la gloria de un torero.
El cabestro me vuelve a mirar, insultante y dolido. Bien parece que intuyo que su ciego ojo me ha reclamado la atención de su mente, pero sabe que no voy a decir nada, porque no van a creer, lo que la sangre clama y se avecina.Tan solo dirán que soy un sonado que sin beber ni gota de alcohol me comporto como un borracho.
San Fermín, que desde lo alto, se acuerda de mi, de otra odisea que paso antaño y que yo predije soñando.
Callate muchacho, me dice el Santo, callate y quedate a un lado, que tus temores son infundados y yo vigilo al cabestro tuerto, viejo y noble, que a tantos jóvenes astados acompañó y ahora el mayor lo jubila para darle justo premio a su corazón cansado.  

INCERTIDUMBRE

Joaquín Galar Mutuberria

Faltan dos horas y media para el txupinazo. En la calle hay cuadrillas vestidas de blanco con bolsas de bebidas y buen humor, anuncian lo que se avecina. Delante de mí un grupo de chicas va camino del bar para el almuerzo. Es el primer año que van solas, hace tres que no ha habido sanfermines, entonces tenían catorce años. La encargada de la reserva se queja amargamente de las que se apuntaron y después se echaron para atrás. Les dice a las demás que es ella la que queda mal con el del bar, está nerviosa. El año que viene tenemos que organizarlo de otra manera, se queja, pero las demás van con tanta ilusión que no le oyen. Es la fiesta. Al acercarse la hora crece la incertidumbre. Hay miedo a si seguirá la fiesta como la conocemos, sobre todo de los que viven de ella. El acalde anunció hace tiempo que iban a ser los mejores sanfermines conocidos, incluso quería alargarlos e iba a traer un grupo musical famoso en el mundo. No le ha salido nada. Se acerca a mi mesa el redactor jefe: ¿has terminado la crónica del parlamento? A punto estoy. 

NIMREF NAS

Johanna Lantigua Vargas

“Extraño día para ser toro”, pensó nimreF, admirando al hermoso espécimen. Alejándose callado, pasaba entre turistas, que jubilosos, vitoreaban a los valientes corredores del encierro. Otros tantos, entre canciones y brindis, admiran el espectáculo desde las peñas. Todos de blanco, pañuelo rojo, como manda la tradición. En su caso, el pañuelo rojo escondía un secreto, tan inmenso como las fiestas. Ya temprano en la mañana, al grito de “Quinto levanta, tira de la manta”, las dianas se dejaron sentir en todo el casco histórico pamplonés. “Extraño día para ser yo” medito nimreF, recordando los acordes melodiosos de la pamplonesa e imaginando a los gigantes y cabezudos descansando en el Palacio Ezpeleta después de su desfile antes del encierro. Buscando paz, encamino los pasos por la calle mayor a la San Lorenzo. Ya en la capilla, me arrodillo rezándome, como Hemingway lo hizo aquella vez. Sintiéndome observado, gire sobre mi hombro para encontrar la mirada perspicaz de un niño, quien se acerca y me dice al oído: Oiga don Santo, arréglese el pañuelo, la sangre se empieza a notar. Bendiciendo al pequeño, arroje el pañuelo convirtiéndome en efigie, retomando las funciones asignadas siglos atrás, un 10 de octubre en Pamplona.