Archivo por meses: noviembre 2022


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL FIN DE LA PESADILLA

Juan Molina Guerra

Pamplona. Siete de julio. Suena un chupinazo. Se abre la puerta de los corrales y sale un mozo vestido de blanco, pañuelo rojo al cuello y una mascarilla sanitaria que le cubre el embozo. Porta una pancarta en la que puede leerse, rojo sobre blanco: ¡POBRE DE MÍ! Luego sale un nuevo mozo, y otro más, y así hasta cinco. Todos iguales, como clones. Siempre respetando un mínimo de dos metros de distancia, inician, en fila india, un leve trotecillo por la Cuesta de Santo Domingo, pasan por el Ayuntamiento y Mercaderes, Estafeta y Telefónica y culminan su periplo entrando en la Plaza de Toros. En todo el recorrido hay un silencio tan denso que puede tocarse. Pareciera que se oficiase un ritual funerario, como si hubiese muerto alguien con enjundia, alguien por todos respetados. Y es, entonces, en medio de la angustia, después de que la comitiva haya recorrido ochocientos cincuenta metros de dura e ineludible penitencia, cuando el hombro siente la mano que le aprieta y le zarandea y el oído oye la voz que le pregunta si está teniendo una pesadilla; que hay que levantarse ya; que este año, por fin, vuelven los encierros. 

IDIOSINCRÁTICO

Juan Moreno Peñaloza

Entre La Pamplonesa, desfiles varios, y cánticos, no entendí muy bien al principio. Solo después logré comprender que la esencia de estas fiestas tenía que ver con cierta simbiosis extraña entre “ímpetu e impotencia”. Primero, cuando los bovinos corrieron, saliendo de los corrales de Santo Domingo, con sus potestades inevitables, haciéndose camino entre las calles, su energía hacía imposible detenerles. Después, cuando vi que los administrativos edilicios buscaban hacer su marcha hacia la iglesia de San Fermín, que no lograban terminar por la presencia multitudinaria de personas, era otra vez la fuerza aquello que se encargaba de impedir algo. Mi teoría, simple en su base, quedaba probada. Luego de pasar unos cuantos años, de hecho, y tras eventos lamentablemente agresivos, en que ciertos personeros públicos recibieron golpes, otro aspecto abrió mis reflexiones. Según algunos, “ya fuera en dos o cuatro patas, los animales siempre lograban hacer que ganara la violencia”. Sin embargo, yo claramente veía en los ojos de los manifestantes, quizás más briosos que los de los toros, el clamor de la víctima que busca dejar de serlo. 

TOLÓN-TOLÓN

Juan Carlos (koldo) Campos Sagaseta De Ilurdoz

Soy un cencerro. Sí, el mismo que cuelga del cuello de las vacas y cuyo tolón-tolón, nos define como sonido, a lo que agrego mi compromiso de no repetir… lo. Solo quiero un turno en el relato para hablar de un humilde instrumento de música, y hablo del cencerro y sigo hablando de la música, vinculado a la gente, al trabajo y a la fiesta, y al que se le sigue faltando al respeto.
No quiero saldar viejas afrentas ni saber por qué las campanillas salen de gira con la orquesta y los cencerros bien estamos con las vacas. No reniego tampoco del servicio que damos ni tengo problemas con las vacas hartas, por cierto, de llevarnos colgadas y oír el maldito cencerro todo el día. Hubiera dado igual un acordeón, lo sé, pero fue un cencerro. Oírme la está dejando loca y, a mi, a su lado, con ella a cada paso, me parte el badajo su dolor. Sentimientos al margen, nuestra imagen pública sigue ligada a la boñiga. Necesitamos cencerros en las instituciones, en los tribunales, hasta en los encierros necesitamos cencerros. Ahí estaremos, también en la calle, como siempre avisando el peligro… si no se van delante.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

POR FIN CONOZCO A MI NIETA

Josu álvarez De Eulate Navarlaz

Después de dos años de pandemia, hoy veré por primera vez a mi nieta. La pequeña Irune debe tener ya casi dos años. Supongo que habrá dado sus primeros pasos y tal vez hasta sepa decir alguna palabra. Nos hemos visto por el móvil, pero no es lo mismo. Recuerdo esas conexiones con sonido entrecortado e imagen difuminada mientras estaba encerrada en una habitación enana. Han sido dos años complicados. Al principio aproveché para hacer repostería y cociné unos churros como los de la Mañueta, pero gané unos kilitos y llegué a pensar que no volvería a entrarme nunca el impresionante traje rojo que llevo puesto. Tuve que ponerme a hacer gimnasia de forma desesperada y torpe. Tenía los brazos rígidos para hacer flexiones y no podía doblar el cuerpo en los abdominales.

Noto esa falta de ejercicio en estos primeros pasos, pero la ilusión puede con el cansancio. Unos ojos amplios y brillantes sobresalen entre la multitud. Debe de ser ella. Me agacho para saludarla y ella me ofrece su chupete.
—¿Cómo te llamas?
—Irune. ¿Y tú?
—Yo soy Braulia — respondo mientras giro con energía e ilusión en busca de los 9.236 niños y niñas navarros a los que todavía no conozco.  

UZTAILAREN ZAZPIKO ENTZI-EROA

Joxe Aldasoro Jauregi

Kohetea lehertzearekin batera adartzarrekin espaloiak ere orraztuz, besoak jasoz, garbiketa egiten Santo Domingon koadrilako lehenengoa. Jendea uxatzeaz gain berretsi egiten du uztailaren seiko Iruñea Sodoma eta Gomorrarekin parekatzen duen mitoa.
Parean jarri zaio itxuraz mantxadun baina satai bikaineko kidea, babesteko, antza denez. Udaletxe plazatik igarotzean nahi gabe oztopatu dituzte Astraingo aireen konpasera atera ezinik dabiltzan mantelina eta xisteradunak.
Elkarrekin, Estafetako bihurgunea primeran. Atzetik doazkien lauak seko geratu dira Turrillasen doinuekin estropezu eginda. Ederra benetan balkoietatik ikusten den estanpa:
Lotsa eta beldurrak elikaturiko suhartasunez Estafetan aurrera dantza elegantean, garbian, alaian taldeko hirugarrena. Laugarrenak nahiago du munduko errege-erreginekin gorputza astindu, pareko kasta erakutsiz, festari heriotzaren adinako izaera berdintzailea erantsiz. Bosgarrenak, joten doinuek deituta, buelta eman du, Santua bizkarrean daramatenen oihu eta ikusleen larridura sortuz. Eskerrak kapotikoari, oldartzera zihoan momentuan berreskuratu baitu ibilbidea hanka fin eta ile garbikoak.
Taldeko azkenari, defentsa bikainekoari, kostatzen ari zaio Telefonikan aurreratzea: denek aprobetxatu nahi dute festaren azken txanpa! Trofeo moduan darama zintzilik marrazki, kolore eta letraz apaindutako makiladun oihal zatia.
Plazan bueltaka, trosta arinean, elkartu da koadrila korta ilunerako bidean, kandelak piztuta, festa bukaeraren etsipenak begiak hezeturik, argia urrun oraindik.
Ahitu dira argizariak, ahitu dira malkoak. Lurrera erortzen azkenak piztu du festa zeruraino daraman suziria.
Beste behin.
 

LA PROHIBICIÓN

Juam Carlos Corniero Lera

No era consciente aún que esta vez no era por el COVID, que la pandemia no tenía nada que ver, que en esta ocasión era mucho peor.

Lo había publicado el BOE el día anterior, 6 de julio, sin previo aviso, sin ninguna filtración con el fin de evitar las posibles manifestaciones en las calles: “se prohibía todo festejo taurino indefinidamente incluidos los encierros”.

Con lágrimas en los ojos, y los dientes apretados, allí estaba el primer día del prohibido encierro en la cuesta de Santo Domingo ante la imagen de San Fermín que él mismo había colocado, de pie, con el periódico recién comprado en la mano, entonado su “gora “al santo, con su vestimenta blanca y su pañuelo rojo, totalmente consternado, al saber que a las ocho no se oiría ni el cohete ni el repique de los campanos anunciando el inicio del encierro.

Sabía que no podía hacerlo, que se metería en un lío, pero abrió la portilla, y salió corriendo hacia el Ayuntamiento, y cuál fue su sorpresa al ver que no estaba solo, que todos los mozos estaban con él corriendo hacia la plaza, donde el portón estaba abierto inexplicablemente con la hoja del BOE destrozada entre la gente.

 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

Joseba Esparza Gorraiz

Dos orejitas parecen querer esconderse bajo una enorme mata de pelo rizado, en sus mejillas aún es posible adivinar los restregones de crema solar que su padre le dio esta mañana. Se siente seguro sentado sobre sus hombros.
Desde la catedral se aproximan los gigantes con su hipnótica danza. Algunos niños más mayores corretean y gritan a los kilikis que ya empiezan a hacer de las suyas.
Se abraza con fuerza a la frente de su padre. Súbitamente las gaitas enmudecen y el primero de los gigantes se detiene a su lado. Los ojos casi se le salen de las cuencas cuando observa asomarse una mano por debajo de las faldas del gigante, y detrás de la mano, una cabeza. Es incapaz de entender lo que sucede y rompe a llorar entre un mar de miradas curiosas. En ese instante, noto que alguien tira de mi pañuelo y me giro para descubrir que se trata de un amigo de la peña.
– ¿Otra vez viendo los gigantes? Pero, si es siempre lo mismo ¿vienes?
– Sí, vamos.
¿Cómo podría explicarle que, a través de la mirada de ese niño, puedo viajar en el tiempo para saborear la magia de mis primeros sanfermines?

 

BELLEZA REBELDE

Joselyne Hinostroza

Se acercaban las fiestas de San Fermín y con todo el caos y la exuberancia, las madrugadas arreligiosas eran el pan de cada día, pero no faltaban las historias sobre los barrios malditos. Un día un torero extranjero abriría el espectáculo donde aquellas bellas bestias de majestuoso porte daban pasos admirables al público y un poco desconcertados corrían como si de escapar se tratase, a pesar del ruido y respetuoso silencio, las apuestas subían sin que los demás lo supieran, pero según la leyenda nueva que circualaba en la comarca de la nueva avenida, el último día de las fiestas un torero fue asesinado por un cuerno de toro, una tradición muy turbia para los que no eran creyentes, un día en el sofá donde se hospedaba el asesino, se descubrió al perpetuador, era el mismo torero por no aceptar la valiosa verdadera tradición de San Fermín, admirar a los animales y no llevarlos a la agonía, pero por si fuera poco, el santo patrón se aparecía todas las noches para ablandar el corazón de estos seres humanos aterrorizados por sus propios actos y les daba paz, y dándoles la oportunidad de que decidan irse con él sacrificando su vida por la ansiosa tranquilidad. 

UN TIEMPO MUERTO

Josep Bernat Santacreu Baidal

―¡Que va a empezar!, ¡Vamos, muévete!
Marcelo urgía a su amigo a acercarse un momento al bar de enfrente a seguir por la tele, como siempre, el encierro. El primero desde aquello.
―Hoy no. Quiero acabar esto. Mañana, tal vez.
―¡Si son tres minutos, tío, venga! Te espero allí.
Marcelo salió disparado. Las ocho de la mañana a punto de sonar. El chupinazo. La suelta. Las apelotonadas carreras hasta la plaza de toros desafiando al minotauro.
Antonio no era el mismo desde el accidente. Una cosa así le cambia la vida a cualquiera. Llevaban cinco años, desde que Marcelo entró en la empresa, compartiendo la ilusión de acercarse alguna vez a Pamplona. «Apto para su trabajo habitual de oficina ―le dijo el médico―. Para correr los sanfermines no, desde luego. Con todo lo demás, podrá. Ánimo». Y eso que él no sabía. A veces le venía la depre. Hoy, por ejemplo.
A mediodía, en casa, encendió el ordenador. El pódcast era un gran invento. Desde su silla de ruedas, este año prefería disfrutarlo solo. «Dadme tiempo», pensaba. No descartaba alquilar un balcón el próximo año. Se trataba solo de aprender a vivirlo de otro modo. Un tiempo muerto en el partido. Seguiría el juego. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

¿RETIRADA?

Jose Miguel Garcia Gobeo

Pensé que aquella primera “andada” era la retirada de los sanfermines, me pareció que era mucho más peligrosa que la mayor cornada que imaginar pudiera.
Me recuperé y me di cuenta, que eso se consideraba parte de la fiesta, de la juerga, era un avatar más del normal acontecer en estas 204 horas, pero ya dejé de andar de esa forma.
Pensé que aquella cornada, era la retirada de los sanfermines, me pareció que era mucho más peligrosa que cualquier otro accidente que imaginar pudiera.
Me recuperé y me di cuenta, que eso se consideraba parte de la fiesta, de la juerga, era un avatar más del normal acontecer en estas 204 horas, pero ya no corrí más encierros.
Pensé que aquella pandemia, era el final de los sanfermines, me pareció que era mucho más peligrosa que cualquier otra cuestión que imaginar pudiera.
Me estoy recuperando de ella y me doy cuenta, que me da igual, la andada, la cornada y la pandemia, el cartel, quién tira el txupinazo, quién torea, si la ropa es blanca o negra, lo que quiero es estar en Pamplona-Iruña el día 6 de julio, cuando estalla la fiesta, la fiesta de mi pueblo.
 

GUÍA RÁPIDA DE COMO CORRER EL ENCIERRO.

José Oscar Rodríguez Zarraluqui

Anoche llegue acompañado del silencio. Aquel que fue absorbido por el bullicio de manera inmediata. Ahora descanso sobre un deshecho fardo de paja, percibiendo como los árboles ribereños reflejan su alargada figura en las tranquilas aguas del río.
Unas diestras manos de carpintero afianzan un cohete mientras repaso nervioso antiquísimas premisas, las cuales me permitirán afrontar los ochocientos setenta y cinco metros de exigente e irregular terreno.
Resultara vital mantenerse alerta a los montones producidos a lo largo de la cuesta de Santo Domingo. Deslumbrarse ante la barroca fachada del Ayuntamiento. Aprovechar el antideslizante esparcido por la curva de Estafeta para una vez fuera de ella, ser bravo en la zancada buscando veloces carreras.
En el tramo de Telefónica habrá que beneficiarse de los huecos que deja la experiencia de los corredores habituales. Contraer el pecho al atravesar el estrecho callejón. Notar después como la pisada se vuelve blanda al llegar a la abarrotada plaza y disfrutar con el ambiente concentrado en ella.
Aunque todo bien podría empañarse en cuestión de segundos si la tentación a retroceder se da en algún momento. Tendría que apiadarme de los despistados humanos. Ingenuos ellos. Siguen pensando que un motivado toro jamás se estudiaría el recorrido del encierro.

 

SENSACIONES DEL ENCIERRO

José Ramón Ramos Martínez

El encierro es despertarse antes del alba con las sensaciones a flor de piel. Ver salir el sol reflejado en la humedad de los adoquines de Mercaderes. El silencio que precede a los cánticos frente a la hornacina de San Fermín. Ajustarse los fajines dejándolos colgar con gracia pero de tal manera que no estorben en la carrera. Periódicos enrollados, palmadas en los muslos. Las emociones se disparan al mismo tiempo que estalla el cohete. Comienza una carrera sin una meta física definida. La única meta es conservar la vida. Es sentir los aromas de las flores de los balcones mezclados con los olores acres de los animales y los del sudor humano, pero sobre todo, el tufo del miedo. Es percibir los colores con nitidez, el blanco de la indumentaria de los mozos, el rojo de fajines y pañuelos, el negro de los toros y el blanco moteado de los cabestros. Ocasionalmente, también el rojo de un reguero de sangre que ha dejado tras de sí la manada. Respirar tras el paso del último morlaco. Subir por Navarrería, asomarse al Baluarte y disfrutar de los rayos del sol sobre el valle de Lumbier y los Pirineos un día más. Mañana, el destino dirá.  


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

INERCIA

José Manuel Dorrego Sáenz

Tras el tercer cohete enfilé la calle de Santo Domingo, pasé casi volando junto al ayuntamiento, enfilé Mercaderes, Estafeta, Telefónica, Callejón, entré en la plaza como un auténtico rayo, atravesé el coso, subí las gradas, salí de la plaza, de la ciudad, de la provincia, del país, del continente… Llegados a este punto ya es inútil intentar parar: es ese punto en el que resulta imposible, absurdo, volver la vista atrás.  

LA ETERNA DISPUTA

Jose Manuel ávila Moral

Faltan apenas cinco minutos para las ocho de la mañana y Pamplona ya es un hervidero de gente. El hombre de la mirada glacial se detiene de poco en poco para observar atentamente a todo el que se cruza con una curiosidad palmaria. «Hay que ver lo peculiares que son los humanos», piensa divertido.
Los pasos del hombre se interrumpen al final de la calle. A lo lejos, la multitud le canta enardecida al santo de la ciudad en su hornacina enarbolando en el aire periódicos de papel arrugados. El hombre sonríe de oreja a oreja, feliz de presenciar tantos semblantes grávidos de júbilo. Pero la sonrisa expira en su tez blanquecina tan pronto logra divisarla en la otra acera, envuelta en su hálito de tragedia. Es la parca, también engalanada para la ocasión.
El estampido suena, y la multitud empieza a correr despavorida. Unas bestias enormes con afilada cornamenta los persiguen. La muerte se mueve también, ávida de nuevas almas, y el ángel con ella, siguiéndola de cerca. De pronto uno de ellos cae, y un cuerno asaetea al aire en su dirección. La parca, exultante, lanza un gruñido de satisfacción sabiéndose ganadora.
«Este año no», piensa el hombre mientras chasquea los dedos.
 

ERNEST ESTARÍA MUY ORGULLOSO

José María Jaurrieta Zarranz

Mike y Robert llevaban años preparando el viaje. De Chicago al JFK para volar a Madrid y en coche a Pamplona. A la Fiesta. A esa que habían leído obligados en el instituto por estar descrita por un nobel de su estado. Se llamaban como dos de los protagonistas y les gustaba beber como a ellos; nada podía salir mal.

Las maletas quedaron en un hostal barato y la marabunta blanca y roja les arrastró en una danza etílica de trompetas chirriantes, empujones amistosos, euforia por canciones del siglo pasado y miradas que pueden decir todo sin decir nada.

-Me mira a mí.
-No, me mira a mí.

Y entonces desapareció.

La Tierra siguió girando sobre sí misma un rato más y entre Baco y Morfeo les tendieron una trampa en la calle Calceteros frente a la farmacia. Junto a ellos pasaron policías, sanitarios, cabestros, un niño con un globo en la muñeca, una pareja con una docena de churros, un señor vestido de caballo que les golpeó con algo y Ella, que le dijo a su amiga:

-Esos dos estaban ayer en la barra de La Jarana a tu lado cuando te grité que quería ‘katxi’ y no caña.

Ernest estaría muy orgulloso.