Archivo por días: 7 de diciembre de 2022


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

GANAS, PESE A TODO

Luis álvarez Atarés

El sol ciega mi despertar. Como cualquier día, estiro la mano hasta alcanzar el móvil en la mesilla, apagar la alarma y ver la hora. Pero hoy no es un día cualquiera. Como un resorte me yergo. Son menos cuarto, tengo tiempo. Es el primer encierro desde hace tres años y hay ganas. Ganas de encierro. Y de toros. De volver a ver a los de siempre. Ganas de adrenalina. Y tensión, nervios. Ganas de fiesta que pueden con todo.

Pese a los más de mil días que han pasado, hay cosas que no se olvidan. Y cosas que no cambian. Como el ritual de siempre. Después de besarlo tres veces, me anudo al cuello mi viejo pañuelo con el santo moreno bordado. Miro el reloj y el tiempo parece no avanzar. Como si no hubiese prisa por empezar el primero de los encierros.

Un sudor frío recorre mi cuerpo. Como aquél fatídico día que quebró mis ganas y mi posibilidad de correr de una vez. Pero que no pudo con mi pasión. Esa que cada día, del 7 al 14 de julio, me empuja a ver y a sentir ese nervio como si en la misma cuesta de Santo Domingo volviese a estar.  

IMPRESIONES DE UN CORREDOR PATOSO

Luis De Ros Anguelú

Mi madre me lo advirtió: ¡Ves con cuidado! Y con razón, pues siempre he sido bastante patoso. Pero ni aún habiéndome avisado fui capaz de ver venir al animal de unos 700 kilos y con sus enormes ollares resoplando hasta que prácticamente mi nariz y su morrillo se encontraron.

A partir de ahi todo fue muy confuso, al menos para mi. De hecho, en el primer revolcón, no dejaba de preguntarme el por qué Pamplona se había puesto bocabajo. El segundo, aunque ateo convencido, me encomendé al santo patrón por si aún podía apiadarse de mí y que obrara el milagro de librarme de la bestia.

Después los recuerdos van y vienen. El frío de los adoquines en las mejillas; los gritos; la sensación de desnudez, que finalmente resultó no ser una sensación pues, no se si por acabar de humillarme, el animal me había arrancado la ropa. Menos mal que unas manos generosas consiguieron arrastrarme hasta el burladero y ponerme a salvo.

Camino de la ambulancia, durante un momento en el que recuperé la consciencia, descubrí al animal mirándome con cierto orgullo. De su enorme cuerno izquierdo colgaba un jirón de mi calzoncillo en el que aún se podía leer: Calvin Klane.

 

EL LETRERO

Luis Baez Delgado

El letrero.

Con una convicción aún más fuerte que el golpe más fuerte del martillo que usaba para colocarlo, me dijo:
Hijo, un hombre vale lo que sus ideas y su determinación a defenderlas: Yo adoro el San Fermín.
– Sí padre, pero el maltrato animal…
-¡Alto ahí! Si hay maltrato no es San Fermín. En el San Fermín se cuida al animal, se venera su dignidad. ¿No recuerdas como todos repudiamos a aquel extranjero que agredió a un torete tomándolo por los cuernos? El verdadero animal era él.
Al toro hay que respetarlo. El San Fermín es alegría, pero no hay alegría auténtica sin respeto. Lo otro sería burla. También abuso. Los que amamos el San Fermín no lo permitimos.
Nunca olvides que esta celebración es mucho más que correr delante de los toros. Es compartir sin importar ideas políticas o credos. Es la solidaridad en la necesidad, la hermandad en el peligro, el encierro en el riesgo para poder tener la libertad de la osadía.
Y terminando, rebosante de orgullo, concluyó: Míralo. Mañana lo verás en toda nuestra Pamplona. Luego en casi toda España.
Miré. Leí. Tenía razón.