Archivo por días: 22 de diciembre de 2022


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

FOTOS EN BLANCO Y ROJO.

María ángeles García Jimeno

Tocaba hacer la mudanza cuando aparecieron los aquellos álbumes de fotos. Algunos con el color casi perdido de la familia y así hasta que abrió un álbum con fotos que no cabían en los plásticos. Y de pronto recuerdos.
Anne y sus amigas de siempre con un chupito de manzana brindando vestidas de blanco y rojo con la chaqueta típica negra.
Recuerdos de San Fermín cuando todas estaban solteras. Seguían en contacto pero los años relajan el temperamento. Y mientras pasaba las fotos las noches en las barracas, o cuando los guiris creían que podían con esas tres mosqueteras que no pasaban de beber manzana o mosto, o a lo sumo, alguna cerveza con limón.
Y las verbenas con aquellos chicos franceses tan agradables aconsejándoles que no corrieran el encierro. Y el aroma a fiesta. El trozo de coco para Anne, o traer el bocata de casa para los chicos cuando iban poco a poco teniendo novio. Eran mejor que los de los puestos.
Y que no faltase el pañuelo para la siguiente fiesta con los deseos puestos en el pañuelo que se dejaba.
Recuerdos en blanco y rojo.
 

OCHO SEGUNDOS

María Belén Vizoso García

No hizo falta nada más: sólo mirarnos, frente a frente, sólo un instante. Dos combatientes de una guerra que nunca lo fue, de un combate sin tierra, capitán, ni razón. Pero enfrentados por ganar. A un lado estaba yo mismo, exhausto tras la agónica bajada de la calle Estafeta, apoyado, al fin, en la desgastada madera de un portal, sintiendo el miedo enroscarse fuertemente a mi garganta, que con dificultad humedecía con un último hilo de saliva, mientras el corazón era un martillo incesante por dentro, un diabólico percusionista. Al otro lado, y con ese poder que da el saberse superior, paseabas tu inmensa negrura, tu rotundez infinita y azabache, por la bella Pamplona.
Patinador sin medalla en la curva anterior, te detuviste de pronto, girando tus amenazantes astas hacia mí. Clavaste mirada y silencio, tan sólo ocho segundos. Ocho eternos segundos. En ese punto, me perdonaste la vida, mostrando a los presentes que lo tuyo era raza. Poderío mohíno. Que tú, en definitiva, eras y serías siempre el rey de la fiesta de multitudes.
Tu boca furiosa, entreabierta, jadeante, continuó entonces el descenso. Pero yo permanecí inmóvil, atenazado por el pánico. Y allí estoy aún, esperando otra mirada igual: salvadora y monárquica.

 

REINVENTAR LA FIESTA

Maria Carmen Oliver Abadias

La princesa se había escapado del dragón y del Caballero. Andaba desaparecida desde el veintitrés de abril.
No la entendían ni el caballero, ni el dragón. Le habían ofrecido un final feliz y ella los había desdeñado. Firmaron un pacto de entendimiento y mustios emprendieron su andadura para buscarla.
Montañas y valles, barrancos cristalinos; corazones pasmados y algunos interrogantes.
Una amazona a lomos de un corcel. Quizás sea ella, quizás, no.
̶ ¿Hacía donde va? ¿Qué es lo que busca? ̶ se preguntaban ̶. ¿Por qué se empeña en destruirnos?

El Caballero y el dragón avistan un ruedo, y en su diana a una mujer telúrica e inquieta ante el sonido afín a una estampida. ¡No! Es el primer encierro de San Fermín. Un toro bravo corre hacia ella, se posiciona al frente, escarba la arena con sus patas delanteras y brama. Los espectadores tensos convidan al silencio.
La princesa le dice:
̶ Hace tres lunas, al advertir que caminamos por el mismo margen del escarnio, salí a encontraros. Los hombres enardecidos aman el rojo animal de la sangre y la femenina mansedumbre por igual. Acomódame en tu lomo y huyamos, para que juntos podamos reinventar la fiesta.
̶ ¡Ooooh! , tiemblan las gradas.