Archivos anuales: 2023


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

POSTOPERATORIO

Iago Trias De Bes Soler-lluró

No he olvidado su cara ni un solo día desde que le vi aparecer con aquel semblante serio. Era fuerte, lozano y tremendamente guapo.

Ambos desfilábamos por la calle Mercaderes, atestada de gente, cuando nuestros ojos se encontraron. Me miró con fruición; yo más dubitativo (propio de mí). Tuve un flechazo. Fue fugaz, pero sentí que mi vida entera sucedía en ese instante.

Me buscó, me abrazó decidido y yo me aferré a él. Nos fundimos en uno y le sentí como no había sentido a nadie antes y, me atrevería a decir, como no he vuelto a sentir a nadie después. Rápidamente el gentío nos arrastró y cuando me quise dar cuenta se había esfumado.

Pasado el trasiego, todavía en trance, la adrenalina dejó a paso a la angustia de no saber si le volvería a ver.

Me quedaba un último cartucho, pues sabía que aquella misma tarde él hacía la que, seguramente, sería su última función. Pedí a la enfermera que encendiera el televisor, y desde la cama, anestesiado por los calmantes, se me dibujó una sonrisa en la cara cuando le vi aparecer por última vez. Bajo su arrolladora presencia, un rótulo rezaba:
Pesador.
Jandilla, 540 kg, Nº41, Colorado. 

¡PUM!

Ianire Del Río Castrillo

Comienza la carrera, entre saltos en la estafeta. Mi hijo a mi lado nervioso, es su primer año.
Tiembla el suelo. Delante de los astados lo veo de reojo correr más rápido que su padre.
– Ojalá estuvieses aquí papá.
Dice al cielo, mirándome. 

EL ENCUENTRO

Idoia Aramendia Lopez De Guereño

Ella estaba en el aeropuerto, arrastraba nervios e ilusiones. Hacía seis meses que dejaron de verse y poco más de un año que llevaban de casados. La ONG se interpuso entre sus vidas, pero ambos sabían que la distancia les haría más fuertes. Quedaba poco más de media hora para el encuentro. Leire confiaba en la puntualidad, debían cumplir el requisito al que Javi se había comprometido días atrás. Miró la pantalla y vio la hora de juntarse. Ese día había mucho movimiento, pero solo ella oía el estruendo de su corazón. Las puertas se abrieron y apareció él. Ambos se fundieron en un abrazo intenso, intentando atrapar el tiempo perdido. Las lágrimas aparecieron y la risa incontrolada también. Pero no había minutos que perder, a Javi le quedaba otra misión que cumplir. El coche les esperaba y, sin más miramiento, les llevó a su destino.
Otros nervios afloraron, el balcón se abrió, el silencio inundó la plaza y con voz titubeante y pañuelo en mano, Javi habló, recordó y gritó entusiasmado: ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!. La mecha no dio problemas. La alegría inundó la marea rojiblanca. Juraron no volver a separarse, pero en la calle, la promesa se incumplió.
 

100 DÍAS

Idoia Barrondo Etxebeste

De la mano y a la inversa. Así recorrimos los tramos del encierro, solos, desandando con calma la trepidante carrera de los corredores sobre los adoquines. Desgranabas con orgullo los detalles, como si tú también los descubrieras por primera vez: las talanqueras y trancas, las curvas, los cohetes, la hornacina de San Fermín, el cántico…
Al llegar a los corrales, nos dimos la vuelta y enfilamos la cuesta de Santo Domingo, bajo la estática mirada de los cinco astados metálicos. Corrimos, a carcajada limpia, delante del trote invisible de toros bravos y cabestros.
Sin aliento, en la calle de la Estafeta, los números rojos de un reloj llamaron mi atención.
—¿Y eso?
—La cuenta atrás. Quedan 100 días, 17 horas, 42 minutos y 3 segundos para el chupinazo.
Te atusaste el pelo, en busca de la palabra adecuada, ni demasiado formal ni demasiado evasiva.
—¿Vendrás?
Te imaginé de blanco, con tu cuidada barba canosa enmarcada por un «pañuelico» rojo, y los flecos de la «fajica» bailando sobre el muslo. Me puse de puntillas y te di un beso. Se te iluminaron los ojos, azules como mi mar. Encontré la palabra adecuada, ni demasiado formal ni demasiado evasiva.
—Vendré.
 

POR UNA BUENA CAUSA…O DOS.

Ignacio Navarro Otano

Lo intenté como en las películas, con el vaho del agua hirviendo, pero el papel se arrugaba demasiado. Me acordé de las quejas de mi nieto: “Abuelo ¿para qué me lo voy a aprender si está en Internet?”. Así que busqué en el móvil con mis torpes dedos y encontré lo que necesitaba: un cuchillo de obsidiana hecho en la Loma de Berderac. Eso sí, comprado en la Estafeta, apoyando al pequeño comercio.
Aproveché para coger otros 150 boletos y perfecto: el filo los abría sin dejar huella. Una rápida clasificación en cinco montones, un poco de cola y ni un experto de los forales se daría cuenta de la operación.
Y llegó mi momentico: mis tres nietos y mi hija dando gritos de alegría cada vez que abrían uno. Los «utensilios de cocina», «frutos secos» o «paragüas» provocaban ataques de risa. Y nuestras risas eran carcajadas cada vez que mi yerno, con voz muy seria, anunciaba sus «sorteo vale de compra número 2». “Imposible”, decía el muy listillo fulminándome con la mirada: “Según las leyes estadísticas, si abro 30, alguno me tiene que tocar…”
“No te enfades, papá. Los dos botes de pimientos para ti, que te encantan”.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

HOLLYWOOD

Gustavo Duc

HOLLYWOOD Joe Bertoldi aparece en la puerta de una pequeña cantina. Abre su sobretodo y saca la temible ametralladora con el tambor redondo. Dispara a una mesa donde están Paolo Dimagio con tres de sus secuaces. Paolo recibe cuatro tiros a la altura del pecho, los otros tres terminan destrozados por los balazos. Uno, con su último aliento, dispara a la cabeza del agresor. Debido al impacto, Joe suelta una ráfaga sobre el bar matando al cantinero. Varias botellas explotan derramando su contenido. Finalmente cae muerto. El director sentado en la silla plegable grita: – ¡Corten! – Mientras mira, sonriendo, hacia un costado donde está el especialista en efectos especiales. – ¡Buenísimo, salió perfecto! Listo, terminamos por hoy. En el set, ninguno de los actores se mueve. Un asistente se acerca a uno de ellos, lo sacude, le busca el pulso. – Está muerto – Mirando al director Se acerca un ayudante y se agacha frente a un cuerpo y luego a otro. – ¡Están todos muertos, la sangre es real! Se escucha una carcajada demencial. Es el especialista de efectos especiales.

 

VIDA

Gustavo Adolfo Casañ Nuñez

Nunca he ido a una corrida. Soy vegetariano por convicción y no disfruto del sufrimiento de nadie. Y todos los años voy a los Sanfermines. A mis fiestas, dónde me emborraché por primera vez, dónde conocí a mis amigos.
Me muevo entre los turistas con la paciencia infinita del que ya lo ha visto todo. Guiris borrachos, jovencitos con los ojos como platos, intentando no perderse nada. Yo busco a mis amigos. No debería encontrarlos entre miles de personas vestidas de blanco y rojo, pero nos conocemos. Somos tan parte de esta ciudad como el santo o Estafeta. Sé que dirán, que beberán, y cómo nos abrazaremos al reencontrarnos.
Juan me habla de su trabajo en el ayuntamiento, de vivir en Muruarte, por los precios. No preguntamos por su ex-mujer o sus hijos.
Pedro está entusiasmado por su nuevo negocio, lleno de esperanzas, y no habla de los antiguos.
Ana tiene un nuevo tatuaje y tardamos un rato en darnos cuenta de que el Aitor del que habla no es el del 2019.
Yo les hablo de Madrid y del cemento.
No somos perfectos, excepto por estos pocos días de julio que volvemos a ser jóvenes y entusiastas y el santo nos bendice. 

INVESTIGACIÓN DE CAMPO

Hernando Aiel Castillo Díaz

El concejo fue contundente: debes ir a la tierra a investigar esa fiesta. ¡Por fin! Llevaba años estudiando a esos terrícolas locos.
Mis informes eran claros: Es muy difícil (¿imposible?) encontrar a tantos humanos haciendo cosas tan extrañas, en tan poco tiempo (solo 9 días solares) y en un espacio tan pequeño (esa ciudad llamada Pamplona). Estudio de campo obligado.
Llegué el siete de julio a las nueve de la mañana, hora local. No era mi primera expedición a la tierra.
De blanco con pañuelo rojo y disfraz de humano me mimeticé en la muchedumbre. Almorcé con una cuadrilla. El nivel alcohólico era alto. No parábamos de reír. Desconozco cómo llegué al centro de la Plaza del Ayuntamiento. Líquidos volando, pelotas gigantes, cánticos, estruendos, aplausos, instrumentos musicales y empujones.
Admito que mi bitácora de viaje empieza a ser errática en este punto. Procesiones, música, toros por la calle, toros en una plaza, mesas en la calle y Kalimotxo, mucho Kalimotxo.
Vinieron a recogerme el día quince de julio. No sé ni cómo llegué al punto de extracción.
El concejo no está nada contento con mi informe pero todos sus miembros se han apuntado para ir a los Sanfermines en persona el año que viene.
 

INSTINTO Y AUDACIA DEL ENCIERRO

Herwig Lindhorst Fernández

Instinto y audacia se desafían a muerte en 850 metros de recorrido.
Dotados con más de 500 kilos de recio vigor bravío, arremeten los cornalónes, cuadrúpedos con formidable musculatura, torneados y esculpidos con sigilo por la irreprimible naturaleza, instinto y nervios acrisolados al resguardo de la intemperie, las llanuras templadas de España.
El chupinazo se eleva cantando en el viento, San Fermín festeja en julio, ha llegado la hora de liberar la pasión, de desatar las penurias anudadas en el cuerpo.
No pienso, mi corazón palpita desbocado, corro, corro exaltado de fervor y miedo delante de los toros, abriéndome paso entre las multitudes, estirando el brazo hasta acariciar sus lomos, es mi desafío personal, el rito que me elijo, la propuesta de un acto con el mérito suficiente para reafirmar un año promisorio, la dichosa conjunción de virilidad, salud y abundancia.
Supero la meta, al ritmo de mi respiración bailo en la calle, llena de intensidad mi mirada vuela hacia lo alto, ebulle la vida con el asombro y lujuria de los mejores momentos, fusión de una estrella fugaz con el corazón palpitante, se han roto todos los reparos y cadenas.
San Fermín festeja en julio.
 

NO LO PIERDAS

Horacio Pedro Villegas Flores

Mis amigos y yo estábamos muy exaltados la primera vez que participábamos en el encierro de las fiestas de San Fermín, fue el sonido de las campanas lo que nos indicó que los toros se acercaban, recuerdo que mi corazón agitado hizo que mis piernas dieran todo lo que tenían.
Mientras corría me puse a pensar que aún me faltaba varias cosas por vivir, pero lo que mas me faltaba era encontrar a esa persona especial que compartiese conmigo estos momentos conmigo.
Corrimos frente a los toros por un buen tramo, la aglomeración de la gente provoco mi caiga, por suerte los toros y mis amigos siguieron adelante, me preocupaba que algún toro rezagado me agarrase mientras intentaba pararme, pero deje de pensar en eso cuando vi a una mujer que compartía mi fortuna, con su rostro aun pegado en el suelo me sonrió.
Le devolví la sonrisa y sin decir palabra alguna nos ayudamos, al estar parados y aun en silencio nuestras manos se juntaron, entrelazamos los dedos, corrimos y llegamos a la plaza de los toros.
Desde esa fecha cada año corremos juntos, pero este año será especial, porque planeo proponerle matrimonio en medio de la plaza, espero no perder el anillo.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CORRER EN SANFERMINES

Graciela Madina Pepper

CORRER EN SANFERMINES
Vestido de blanco, fajín rojo, periódico enrollado, dispuesto a correr delante de los astados. Cuesta de Santo Domingo, Michael imita a los mozos que piden protección al santo. Escucha sobrecogido el cántico de los corredores. Él viene de Chicago sólo a correr. Le aseguraban sus amigos que no se atrevería. Es simple, correr lo más rápido que pueda. Son 800 metros, nada comparados con los tres kilómetros que realiza a diario para entrenar, forma parte del equipo universitario. Las voces de los mozos lo envuelven, el fervor de los pamploneses se nota en el aire. Siente que su corazón late junto a miles de personas como uno solo. El encierro no es una carrera más. Nadie le había explicado lo que significa correr en los sanfermines. Llegó pensando en beber, trasnochar y despejarse con la adrenalina de una carrera peligrosa, eso le habían contado. Los mozos callan, suena el chupinazo y él comprende que esa no es su carrera. Ahora lo veía claro, no estaba preparado. Se pega a la barrera, una moza le deja pasar, sonríe y le dice con dulzura:
– Otro año volverás y podrás hacerlo. Ahora comprendes lo que significa correr aquí.
 

ANHELO

Graciela Pedro De Moroder

Por esas cosas curiosas de la vida nací pocos minutos antes de un 7 de julio, hace ya más décadas de las que me gustaría contar y quizá mi primer recuerdo sea el de la tibieza del sol en mi cara, lo que me produjo la sensación inmensa de despertar a la vida. Ese calor, alimentado por los decires de un abuelo, hizo que me enamorara desde niño del sol y del Euskal Herria.
Tuve la suerte de aprender a leer con soltura a los cinco años y junto al amor por esa tierra, anidó en mí la angustia al conocer la descarnada Gernika “colmada de dolor y falta de inocencia”.
Por estas grandes razones, creo haberme ganado el derecho de escuchar el Chupinazo, anudarme mi pañuelo al cuello y atreverme, por algunos metros de la cuesta de Santo Domingo, delante de los seis salvajes.
Señores. No soy español y vivo en el confín del mundo, junto a los Andes, pero sé que el 7 de julio, a mis setenta largos, estaré en Pamplona con vosotros cantando “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”
¡GORA SAN FERMIN!
 

CORNADA

Guillem Serradell Asensi

“¡Pues claro que voy a ir al encierro!” Fermín se sintió ofendido por la pregunta de su amigo Ignacio, nada en el mundo habría hecho que se perdiera la festividad con la que compartía nombre. Ni siquiera la cornada que había sufrido el año anterior y que había desencadenado, como una maldición, el progresivo desmoronamiento de su vida. El cuerno había atravesado el tejido muscular de una pierna y ahora andaba cojo. Su mujer le había abandonado y las malas lenguas mencionaban a otro hombre. Pero era 7 de julio y nada de eso importaba. Se vistió de blanco y se puso su pañuelo rojo. El cohete estalló en el cielo y las puertas se abrieron dejando libres a los toros. Fermín sintió el suelo temblar desde la calle Mercaderes. Escuchó los cencerros y bufidos. Cuando llegaron las bestias, Fermín corrió delante de ellas y un dolor en la pierna le acució. Vio, al final de la calle Callejón, a su esposa, la que le había abandonado. Estaba con otro hombre, su amigo Ignacio. Traidor. Una ira se apoderó de Fermín. Les miró con ojos rojos. La cojera desapareció. De su cabeza brotaron dos cuernos. Resopló. Ignacio se llevó la peor cornada del año. 

EL HIJO DEL QUINTO

Guillermo Moreno Tello

Me estalla el corazón y me cuesta respirar. Sé que tengo que correr y correr. No debo caerme, si lo hago, todo se puede complicar.
Bajo el estruendo de mis latidos, intuyo el tercer canto. Tiemblo. Ver a mi hermano es lo único que pone algo de realidad a la mañana.
Explota el cohete y todos se alteran. Se abre el portón.
El silencio lo envuelve todo y a lo lejos veo a los mozos agitando los brazos. Deseo llegar a la plaza y pongo todas mis fuerzas en la carrera.
Pienso en Rufián, mi padre.
Aquella tarde le tocó el quinto, esta tarde, en mi turno, pelearé para honrar su memoria. 

UNA MALA CORNADA

Guiu Cortés Vázquez

No recuerdo porqué, pero de niño me encantaba Siniestro Total. El vinilo de “Menos mal que nos queda Portugal” lo reproduje en bucle un sinfín de veces. El momento cumbre de cada una de esas escuchas era cuando la aguja pasaba por encima de “Assumpta”, una canción cómica que hablaba de una chica de Barcelona que resultaba ser un amor platónico que hacia sufrir al cantante del grupo, o por lo menos eso daba a entender con frases como: “De la ciudad condal tú eres, pero a mí no me quieres”. Al final de la historia hay un fatal desenlace: Assumpta se va a los san fermines y “una mala cornada, la dejó ahí tirada”. El clásico humor negro de Siniestro Total.

Ironías de la vida, así me tengo que ver, una mala cornada me ha dejado aquí tirado. No hay peor cogida que la que te haces con tus propios cuernos. Cuando me dijo que era un San Fermín sólo de chicas y que no iban las parejas ya tuve una corazonada y las conversaciones que acabo de ver en el Whatsapp de su móvil lo confirman. En fin, este año he cambiado el encierro por la encerrona. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DRAMATURGOS DE VIDA

Gonzalo Prieto Barrera

Padeciente de un cáncer terminal, ansioso aguarda los sanfermines esperando que el toro que le corresponda lo mate, evitando su eutanasia. –Total canallada.-Despotrica. -Hay que contar con la iglesia, claro, como el dolor no es de ellos. Luego avisar a sanidad, esperar al cura, al sicólogo al notario y firmas por doquier…
Llegada la tarde se lanza al ruedo y llevando al toril a un rincón llorando allí le implora. -… Mátame…Será en franca lid mi muerte y nadie sospechará que negociamos la supervivencia humana por la muerte… Vamos, solo tienes que atacarme y acabaré.-Bajó la espada, desabrochó la camisa y se le acercó tanto, que su corazón palpitante rozó los agudos pitones.
Vacilante el toro escarba la arena, brama, de soslayo mira por ultima vez al indefenso suicida pero finalmente renuncia atacarlo arrancando fogosos silbidos que se incrementaron raudamente, no obstante, retrocede definitivamente y en medio de agravios y escupitajos, fue arreado incólume de la plaza y por cobarde es indultado y devuelto a los corrales y, él, desterrando su mal fingido y que fue pretexto para infestarse de valor acobardando al toro y abortarle así su muerte inexorable, fue ovacionado, indultado igualmente y devuelto a los corrales de la vida. 

SON LAS TRES DE LA MAÑANA

Gonzalo Roberto Erice

Son las tres de la mañana, y a trece mil kilómetros de Pamplona…, en casa, en la sala, en la tele, el “Encierro”. Ahí, mi abuelo y yo, de blanco, faja, boina roja. Al cuello, nuestros pañuelos de Unzué. ¡Qué elegante está el abuelo! Y yo, con mis diez años y mi gracia, siento que también lo estoy.
De pronto, ¡la emoción!.
Se llena nuestra sala con el canto de los mozos “-A San Fermín pedimos…”, el sonido del cohete, el cencerro y los cascos de los toros. Es que viene la manada, se siente el ruido, el murmullo, el ambiente. La sala es ahora La Estafeta. Miro al abuelo, su ceño fruncido y la mirada penetrante. Siente que corre entre mozos, toros y cabestros, “ – mira, mira” me dice. Yo miro la pantalla, hasta creo verlo a él, fervoroso entre los toros y los mozos.
Cuando entra la manada a la Plaza, ya el abuelo en su sillón, de la corrida descansa.
Me acerco y lo abrazo
“- ¡Qué emocionante, abuelo! Y dime, ¿Has corrido tú los Encierros?“
“- Sí, que lo hice, mi niña. Y prométeme que tú, sostendrás la navarra tradición de correr en los Encierros”.
 

MIRADAS QUE NO SÓLO MIRAN

Gorka Lizaso Pérez

Las 07:37. Aún no había llegado a la Plaza del Castillo cuando se cruzaron nuestras miradas por primera vez. Esos ojos verdes me habían cegado por completo, pero esa mirada se había perdido entre la multitud.

Miré el reloj para comprobar si me daba tiempo a tomarme algo antes de que comenzara el encierro. Las 07:45. Apuré el café de un sorbo y saqué la cartera para pagar.

– Ay campeón, parece que se te han adelantado… Te invitó una chica de ojos verdes.

Salí corriendo del bar, pero fuera no había nadie. El encierro aún no había comenzado, menos mal. Las 07:58.

Y mientras estaba intentando hacerme un hueco en una de las vallas para ver el espectáculo…

– Hola.

¿Estaba soñando? ¡Era ella! Y de nuevo, su verde mirada.

– Las miradas no sólo miran, también hablan.

¿Cómo?

Al acabar el encierro, todo el mundo había desaparecido. ¿Había sido todo sido un sueño? Las 08:19. De repente, vi que tenía un papel metido en el bolsillo:

«Mis ojos no son verdes, uso lentillas. Como te dije, con la mirada, además de mirar, puedes hablar. Pero también puedes hacer que la primera impresión siempre sea del color que te apetezca». 

BEGI TXIKIETATIK GAURKOAN

Gotzon Plaza Jaio

Begi txikietatik ikusita denak dira erraldoiak. Baina, ai ene, benetazko erraldoiak iristear dira! Buruen gainetik zazpi urteko Leirek Toko-toko eta Brauliaren bisaia finkoak begiztatu ditu. Dardar hotsean ditu belaunak!
Aitaren eskua estutzen du indartsu. Buru txikia ezkerrera biratu eta Xabiren aurpegi urduriarekin tupust egin du. Jakina, Xabik zortzi urte ditu eta ez da hain erraz ikaratzen. Baina hain gertu dira erraldoiak!
Xabik amaren oharra du gogoan eta buruhandiak noiz ageriko diren irrikitan zaintzen du nagusiek umeentzak uzten dituzten espazio urrietatik. Zaldikoak eta kilikiak, guraso eta txikien korrikaldiak, dena da gaurkoan mugimendua eta aztoramendua!
Uztaileko desorden ordenatu hartan, elurra hiriaz jabetu dela iruditu zaio Leireri: alkandorak, zeru urdinean diren kotoizko hodeiak, goizeko argi zuria ere. Takoneratik zehar denboraren erlojua erraturik izango al da? Edo galdurik hiriko izkina zaharretan?
Jendetzaren artean Leire eta Xabi bezalako umeen txilioak eta nagusien barre urduriak nahasika ari dira.
–Dena dago gaur nahastuta –otu zaio Leireri eta Xabiren gerriko gorria begiztatu du.
Xabik zaldikoen trostak miresten ditu eta hurbiltzear diren kilikiak seinalatzen dizkio aldameneko lagunari.
–Begira, begira! –eta Leireren lepoan zapi gorriaren hegalaldia ikusi du zeiharka.
Kilimak nagusi dira umeen tripetan, eta helduek ere antzerako emozioak bizi dituzte. Danba! Caravinagrek puxika kolpea eman dio aitari. Baina denak dira gaurkoan pozik barrezka.
 

LA VENGANZA DEL ALMA

Gracia Aguilar Madrona

Me vi envuelta en una circunstancia que jamás imaginé podría vivir. Nunca creí que la venganza se apoderaría de mi de forma tan cruel y tan enfermiza.Todavía recuerdo el día que fuí a ver a mihijo a la carcel, en aquellas galerías donde el sonido de mis pasos se oía como en la mejor acústica de cualquier teatro. Tuve la sensación de estar constantemente observada por los demás reclusos. Mi hijo no debía estar allí, no había hecho nada y sin embargo todas las acusaciones iban contra él. Ni rastro de los que lo acompañaban aquella fatídica noche. Acaso no interesaba que sus nombres salieran impresos en todos los periódicos del pais. Quizás pesaban demasiado sus apellidos y seguramente no habría penas para ellos. Para mi hijo sí, porque no podía parapetarse en nada importante para los que estaban convencidos que eso podía convertírlo en un chivo expiatorio. Que la justicia caería inexorablemente sobre él sin que el mundo lo lamentara. Lo tuve siendo una adolescente y aún conservaba mis rasgos de mujer joven por eso cuando me cité con ellos a través de aquella red de citas no podrían ni imaginar que aquel encuentro íntimo sería el último que tendrían en este mundo. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DESDE FUERA

Giménez Bautista Giménez Bautista

Cuanto más mayor me hago más importancia cobran los pequeños detalles. Veo mi ciudad desde el extranjero y es como el recuerdo del dolor del primer amor.
Añoro las calles por las que corrí siendo mozo. Tarde me doy cuenta de lo feliz que era por aquel entonces cuando tras el encierro me iba con los míos a reponer fuerzas con un buen almuerzo y un mejor vino.
Han conseguido imitar el fondo y la forma en otros lugares, les reconozco el mérito. Pero hay algo en esa ciudad que no admite réplica, cuando Pamplona se engalana para su fiesta no hay imitador que la alcance. Esos pequeños detalles que la hacen tan excepcional, son la factura debida a su brillantez.
Pasados los años me gusta verme como el manso que recoge a los demás, ya no tengo edad para darles con el periódico, mi lugar en el encierro es otro. Dejo sitio a las futuras generaciones, es la ecuación que asegura la perpetuidad en el tiempo.
 

EL PADRE ADOPTIVO

Giovanni Paternina Rada

Las calles de pamplona se llenaron de personas entusiastas con pañuelos en la cabeza, ansiosas por el inicio de las fiestas de San Fermín. El chupinazo marcó el comienzo de una semana de locura en la que la ciudad se convirtió en un mar de juventud vestidos de blanco y rojo, corriendo delante de los toros.
Entre una multitud sudada y eufórica, un hombre llamado Carlos se encontraba en la plaza. El no corría delante de los toros, ni bebía toda la noche. Él era el criador de la manada que corría por las calles, el corría entre ellos y bebía junto a ellos de su bota llena de Kalimotxo, se aseguraba que los animales estuvieran en buen estado al indicarles con silbidos y sonidos que aminorasen el paso al avistar una curva y que ningún listo les picara con algún objeto, más de una vez tuvo que emitir sus sonidos para que sus adoptivos hijos aminoraran la velocidad al ver que algún turista con flaquezas de piernas iba ser corneado por alguno de los erales a su cargo.
Al final de la tarde, las personas cantaban y gritaban en las calles, se sentía feliz, sabiendo que había hecho algo más que un espectáculo.
 

EL MANDATO DE LOS DIOSES

Gloria Fernández Sánchez

Yo soy el toro. Me creen una bestia sin juicio, mas no es así. Voy corriendo con mis hermanos de raza, temerosos, pues conocemos la muerte, por los caminos que en la dehesa nos relataban los mayorales. Santo Domingo, Mercaderes, Callejón.
Nuestro dios, el Minotauro de Creta, no puede ya protegernos. Nos regaló una vida dulce y tranquila y le dimos las gracias antes de ser liberados. Miramos entonces el cielo abrasador y nos despedimos de sus dádivas.
Ahora, en el momento de la verdad, mis pupilas solo perciben humanos en blanco y rojo. Aturden igual que mosquitos y los empujamos en busca de paso. Mis pernales no tienen compasión. Todo esto es antiguo, quizá un sueño. ¿Por qué no? Desde que comprendí mi futuro y el de los míos, una gasa me hace dudar.
A veces, en la noche, vi esas caras sudorosas de hombres y mujeres y hoy, fragmentariamente, reconozco pinceladas, retales.
Ellos también son piezas del rito. No les asustan nuestros pitones.
Tiemblo y empujo. Pues nos espera, y odio escucharme, el dolor terrible de la gloria antes de descansar. Tengo miedo y moriré matando, pues así lo quieren los dioses del Sur. Y seguirá la Historia. Ininterrumpidamente.
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REVIVIENDO LA FIESTA

Gloria Arcos Lado

Sabía que ese iba a ser el último año que podría disfrutar de una de las mejores fiestas de España, los Sanfermines, debido a su enfermedad terminal, pero no quería renunciar a revivirla de nuevo.
¡Esa explosion de luz, color, confraternización le traia a su mente tantas emociones!
Y aunque sabía que no podría correr delante de los toros si que podría vivir la contagiosa alegría que proporcioban sus pasacalles, la música, y especialmente los toros, la enseña de la fiesta.
Había disfrutafo todo aquel cúmulo de emociones a los 19 años, cuando era universitaria, en compañía de una amiga y de varios de sus amigos.
Y aunque la fama le precedía nunca llegó a imaginarse todos los sentimientos de gozo, algazara y regocijo que había despertado en ella esta Fiesta, conocida en todo el mundo.
Aquel día uno de sus nuevos amigos le hizo depositaria de su DNI por si le ocurría algún percance durante su aventura de correr ante de los toros.
Y cuándo llegó intacto, emocionado y feliz tras esa experiencia que había practicado durante años se sintió aliviada y dichosa.
Esos tres días vividos dejaron en ella recuerdos imborrables que este año pretende reavivar, aunque sea por última vez. 

ALEIDA

Gloria Pedrouzo álvarez

La calle estaba llena de ratas, basura y demás inmundicias, pero ella caminaba orgullosa sobre sus tacones exterminando a su paso un montón de cucarachas surgidas de todos los rincones como flores en primavera. Ya no había dolor ni tan si quiera rabia, el callejón la aislaba del mundo.
Sola en la última hora, segura en su altura ficticia como una heroína en la sombra y ya no importaba que nunca «nada» fuese un adiós en la noche.
Aleida, su mente ya formaba parte de otra historia, otro lugar, fuera de la masa gris que lo engullía todo. Su nombre era ya su NOMBRE, por fin cada letra, cada sonido eran ahora su marca de identidad indeleble. Aleida lloró, el valor (sostenido tanto tiempo en su pecho) se le esfumó con el humo del cigarrillo, se desinfló como un pastel de aire, permaneció callada hasta la nueva explosión de valentía que llegaría con la siguiente cerveza.
El callejón, ahora mucho más oscuro, se presentaba ante ella como la única salida, su sello quedaría grabado en las piedras del suelo arrullado por los cantos moribundos de los insectos, pero su alma estaba tocada para tiempo infinito como un diente de león arrasado por el viento.