Archivo por meses: enero 2023


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

RECUERDOS

Pilar Calvo Lou

En mi más que trasnochada treintena son muchos los hábitos que he ido
adquiriendo y olvidando, muchas las manías que me hacen exclusiva y suponen
un reto para el valiente que quiera convivir conmigo. Sin embargo, hay una
costumbre que todavía mantengo: escuchar la radio por la mañana. Cuando era
pequeña por obligación; mientras mi madre preparaba ese desayuno que yo nunca
lograba terminar, el viejo transistor vomitaba noticias. Hoy,
por voluntad propia; para conocer la previsión meteorológica y evitar una crisis
de armario.
Durante tantos años han sido muchas las voces de esas “últimas horas” y
diferentes sintonías que cambiaban cada septiembre con la vuelta al cole. Todo
invariable de lunes a viernes excepto los primeros días de julio. Todo giraba en
torno a la retransmisión en directo de los encierros. Estábamos de vacaciones y
mientras tomábamos nuestro “ColaCao”, mi hermana y yo los veíamos por la
televisión canturreando solemnemente. Ahora sola, también los sigo. No sé si es
la tensión o los recuerdos que vienen a mi cabeza. Pero estoy como ausente. Y
solo me doy cuenta de que he perdido la noción del tiempo cuando oigo el café
saliéndose de la cafetera. Y pienso en aquel ColaCao. 

MIL OCHENTA Y OCHO CORNADAS

Rafael De Toro Muñoz

Tengo un trocito de fiesta
que al despertar de esta siesta
suena a canto celestial.
Tengo ganas de correr,
de “empañuelarme” de nuevo,
de vestir el rojo fuego
sobre el blanco virginal.
Tengo ganas de beber
tus calles de carne y hueso,
tus noches de sol y cielo,
tus días de pan y sal.
Tengo penas que quitarme
para sentir que soy libre,
para poderte gritar.
¡Gora San Fermín!
Tengo que ver el Sadar
para poderle rezar
“Eres río sin orillas,
eres corriente sin fuerza,
eres un cauce sin rumbo,
eres agua que me seca”
¡Gora por fin!
Tengo que ver un Miura
Junto a mi brazo derecho
que el pitón me roce el pecho…
atado, sin ligadura.
Tengo que ver un Jandilla…
Y buscar la barandilla.
Tengo que andarte a tragos,
soñarte latiendo charcos.
Navegar tus rincones a oscuras,
y probar tu amarga dulzura.
Perderme sabiendo dónde,
y mandar callar a dios
para escuchar tus silencios.
Tengo que sobrevivir
estas más de mil cornadas,
que canté el pobre de mí,
sin saber cuan pobre sería,
mil ochenta y ocho días
sin sospechar el dolor
sin ser la flor de este sol.
Ave Eguzkilore solemne,
Ave a esta Iruña que duerme.
¡Gora San Fermín!
 

LE LLAMABAN EL PURPURA

Rafael Ferrus Iranzo

Nunca supe su verdadero nombre, solamente que cuando le veían le gritaban eh Púrpura!. Ojalá nunca lo hubiese sabido.

Aquella mañana previa a las fiestas yo había estado con el tomando un vino en la Tasca, se le veía nervioso, tenso, en vez de contento por la cercanía del chupinazo.
Su camisa siempre roja, de todos la gama de rojos que se conocia, y su gorra también de ese color le hacían un personaje muy peculiar.
Hoy rojo oscuro – le dije. Y ‘eso…
No contestó. Se bebió el vaso de vino tinto de un trago y me miró como nunca lo había hecho. Sentí algo raro. Y nos despedimos hasta mañana en el portal.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PAMPALUNA

Pilar Alejos Martinez

Cada 6 de julio, el cuerpo me pide almorzar huevos fritos y magras con tomate, pero cuando dan las 12, me revuelvo de tal manera que echo de menos brindar con champán en el momento del chupinazo. Y se acabó el descanso. Parece que fue ayer cuando llegué aquí con Hadley por primera vez. No sabía pronunciar tu nombre. Pero, desde mi obligada ausencia, la memoria se me inunda de vino y sidra, a ritmo de charanga y de las notas del Riau-riau. Con los huesos maltrechos de bailar día y noche durante todas las fiestas, al amanecer, acudo de nuevo al encierro, periódico en mano, para encomendarme a San Fermín. Mientras espero, asciende la adrenalina y me estremezco. Dejo de ser una leyenda para ser un pamplonica más. Y vuelvo a sentir la emoción de correr el encierro junto a los toros por la Cuesta de Santo Domingo, la plaza Consistorial, las calles Mercaderes y Estafeta, hacia la plaza de toros. Disfruto cada instante al máximo entre la multitud, hasta que, hecho polvo, canto el «pobre de mí».
Otro año más, me siento vivo contigo, Pamplona. Pero cuando los Sanfermines terminan, siempre permaneces en mis novelas, aunque yo me desvanezca en la eternidad.
 

LA CASA SIN LLAVES

Pilar Fernández Larrea

Aquel día Ana olvidó las llaves en casa. Colgaban del llaverito de San Fermín, el del morenico de rostro cada vez más raído. Había pasado tantos años con él, escaleras arriba y abajo, paseos de calles pétreas y quebradizas al tiempo. Cuando lo encontraba entre los dedos jugueteando en el bolsillo era como si le guiara en el camino y le quitara los miedos. Y sin él, no supo bien cómo regresar. Las piernas, algo añejas, le proponían descaradas caminar sin pendiente, al cauce del río, donde la ciudad se mece. Allí anduvo más y más hasta que la noche ganó al día y los sueños a los recuerdos. Qué más da, si en la orilla podía viajar al bullicio, la música en blanco y rojo. Cantar. Reír. Y ver sonreír. A quién importa qué dijera el calendario. ¿Por qué no una fiesta eterna? ¿Por qué no soñarla? Al amanecer desanduvo el camino, como quien hilvana con lentes. Pero ya nada era igual. Siguió unas calles más, confusa. Hasta que encontró otra casa. Una donde no hacen falta llaves para entrar, donde siempre hay alguien en la puerta: “Buenos días, Ana” “Hasta pronto, Ana”. Y donde los pasillos son una suerte de Sanfermines misericordes.  

¡YO, EL TORO!

Pilar Del Manzano

¡Yo, el toro!

¡Soy de casta, bravo! ¿Y tú, corredor, quieres ganarme? ¡No me torees! Tienes querencia a pensar que tu inteligencia me dejará para el arrastre, porque crees que mi vigor anula mi destreza. Pero olvidas mi instinto y pinchas en hueso.

Turistas y pamplonicas nos esperan detrás de la barrera. “Te va a pillar el toro” te gritan. Pero tú, corredor, saltas a la torera y te refugias en el burladero; te vienes arriba. Me quedo desconcertado y no veo la curva de 90º de la calle Mercaderes, me resbalo y me cogen por los cuernos. Siento acoso y derribo. Pero cambio de tercio y empitono al nuevo corredor. Al verme vencedor, le volteo orgulloso, pero le dejo suavemente en el suelo, sin daños. La grandeza es de quien perdona.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CONTIGO EN SOL

Pedro José Belloso Ciáurriz

La verdad, regreso a casa bastante contrariado y dolorido. Además perdí una zapatilla cuando ya sentía el olor a morlaco desatado. Tropezón y voltereta. Qué duro y pegajoso estaba el suelo. Al menos, haciendo un esfuerzo, Merche calla resignada y desahoga sus desvelos protestando solamente por la pérdida irreparable. Paciencia Iñaki, mañana volverás con un par, con un par nuevo, al centro de la calle haciéndote respetar con piernas, cabeza y corazón, carrera limpia sin codos como así nos enseñó el padre y como corría siempre el abuelo.
Y ahora, mientras veo a Merche más calmada mirándome nostálgica y cariñosa ¿sabes una cosa? después de cantar al santo y recibir su bendición, no me importaría morir en Santo Domingo con esa preciosa mortaja de blanco remangado con tintes rojos. San Fermín y los dieciséis que me precedieron velaremos puntuales a las ocho con nuestros capotillos y por las tardes, como desde hace cien años, merendaremos magras y ajoarriero en la plaza. ¿Y sabes otra cosa? allí quiero pasar el resto de mis días contigo, sí, contigo, pero no te asustes Merche, esta vez iré bien calzado y te llevaré los besos y los vasos para brindar eternamente por nuestro amor, nuestro tendido de sol. 

LOS AUTÉNTICOS P.T.V.

Pedro Maria Vizcay Eraso

Todo el año os veo desde arriba del monumento a los Fueros.
Soy la matrona foral y junto con los Hércules y con la alegoría de la Justicia –aunque me ha costado conseguirles camisas y pantalones blancos, así como fajas y pañuelicos rojos al más puro estilo tradicional- nos vamos al Txupinazo.
Nos hemos juntado con los Gigantes que para no dar el cante venían vestidos de calle, haciéndose pasar por guiris de un equipo de baloncesto.
Después, mezclados ya con el gentío, llegamos hasta la casa del seminario, donde en el ático, hemos comido el típico almuerzo: chistorra, huevos con jamón… regado de buen vino, del nuestro, en porrón.
Cercanas las doce, los Hércules se han ido por los tejados –abrazados y cantando alegres- a ocupar sus puestos en el alto de la fachada consistorial.
Los demás, asomados en esa privilegiada atalaya desde la que se ve perfectamente toda la plaza, con los pañuelos ya en la mano, hemos oído decir: ¡Pamplonesas! ¡Pamploneses! ¡Viva San Fermín! ¡Iruindarrak! ¡Gora Don Fermín!
Lágrimas, abrazos, besos y el pañuelico rojo anudado al cuello han marcado con emoción el inicio de las fiestas de nuestra gloriosa ciudad, que son en el mundo entero unas fiestas sin igual…
 

MIS SANFERMINES

Pepe Arenas Guix

– ¿Lo dices en serio? A tu edad…
– Y tanto. «Los Sanfermines» han sido mi pasión durante años y cuando me decidí a ir, el dichoso COVID, me lo chafó.
– Pero hombre, eso de correr delante de un toro…, impone ¿no?
– No lo entiendes. La idea de correr delante de un toro, es una descarga de adrenalina, tan importante, que te hace sentir vivo. Pero «Los Sanfermines» , no son sólo eso.
– ¿Ah no?
– ¡Mecachis…! ¡Ves el desconocimiento!
– Ante todo es una «Fiesta» y una fiesta «Nacional», e «Internacional» con un maravilloso colorido y una pasión y entusiasmo de todos los participantes que son miles. Después del «Chupinazo» se…
– ¡Cómo me gusta ese nombre!
– Es absolutamente cachondo ¿verdad?. Después, como te decía, hay Corridas de Toros, desfiles de Gigantes y Cabezudos, Feria de Atracciones, abierta las 24 horas, Conciertos, Fuegos Artificiales…, de todo. Es la manifestación más sublime de alegría que puede manifestar pacíficamente un pueblo. Yo lo veo como la suprema «Fiesta de la Tolerancia», multiétnica y para todas las edades, resumiendo el enorme desespero por su fin, con «El Pobre de Mí», final.
– No sabía todo eso. Yo sólo pensaba en el «Encierro».
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL QUITE DE SAN FERMÍN

Pedro Ran Pérez

El día en que morí… empezó bien: la emoción me inundaba cuerpo y alma mientras me ponía mis más cómodas vestimentas blancas, mi pañuelo rojo y me calzaba mis mejores deportivas. Llevaba tanto tiempo esperando que me resultaba difícil creer que ya hubiera llegado. Aquel día, por primera vez, iba a correr en un encierro de San Fermín. Tras tomarme un reconstituyente desayuno, fui a vivir mi sueño. La espera se hizo eterna. Allí, en medio de los demás corredores, me sentía excitado y asustado a partes iguales. Entonces, el reloj marcó las ocho y el chupinazo anunciador resonó en el cielo. La gente a mi alrededor corría velozmente, pero yo trotaba esperando ver de cerca la llegada de los morlacos. Mi osadía solo era comparable en tamaño a mi estupidez. Entonces vi la estampa más espectacular, emocionante y acojonante de mi vida: en medio de la calzada aparecieron varios toros. Llegaban hacia donde me encontraba. Creí que mi velocidad sería suficiente para correr delante de ellos sin problema, pero mi nerviosismo me jugó una mala pasada y terminé cayendo. En ese momento morí de miedo, y hubiese sido literal de no ser por aquel ángel que estuvo al quite para sacarme del recorrido.

 

TARDES DE TOROS

Pedro Sanz Lallana

San Fermín. Cinco de la tarde. Plaza de toros, tendido de sol. Charangas que amenizan la fiesta con pasodobles y melodías sanfermineras. Lleno total. Marea de pañuelos rojos en el graderío. Huele a festejo, sudor y vino. He venido con la cuadrilla y estamos esperando que anuncien el paseíllo.
Despliego el periódico que compré por la mañana y que, a estas horas, está hecho un guiñapo, pero me sirve para quitarme el sol y las moscas. Voy a la página de humor y busco el chiste del día. Aquí está, va de toros:
«El otro día —le dice un amigo a otro— fuimos a merendar al campo, tendimos el mantel, y cuando ya estaba la tortilla sobre el césped, los vasos preparados y el vino fresquito, vemos un morlaco que viene directo hacia nosotros decidido a estropearnos la tarde.
—Vaya susto que os llevaríais, ¿no? —exclama asombrado el amigo.
—Pues imagínate.
—Y saldríais corriendo, claro.
—No. Porque mi cuñado le dio un par de muletazos de órdago.
El otro se quedó de escayola:
—¡Caray, no sabía que tenías un cuñado torero!
—Qué va, ¡mi cuñado es cojo!»
Ja, ja, tiene gracia el chiste, pienso.
Suena el clarín, salen los toreros, arranca el paseíllo.  

¿ UN SUEÑO REAL?

Pedro De Andrés Ventosa

Pamplona.8.30 horas. 6- Julio- 2022.
Me llamo Joseba, tengo seis años, me despierto y voy con mis padres y hermano mayor, Xabier, para contarles un extraño sueño, pero maravilloso.
«Veo a Xabier y su cuadrilla, hablando con el Director del Colegio, pidiéndole que organice una recogida de firmas de alumnos/as de ESO, dirigida al Ayto. y Federación de Peñas, para tener el DÍA DE LOS AUSENTES; que se erija un Mural, con los nombres de todos los fallecidos/as de COVID19, en su memoria y que todos llevemos el lazo verde de la esperanza y la ciudad engalane sus balcones con la bandera verde».

Me paro asombrado, veo a mi familia con lazos verdes; un mágico impulso me lleva al balcón y «Pamplona es un mar de banderas verdes». Confuso, oigo a Xabier decirme que siga y añado: «Xabier dice que después de dos años de pandemia, todos necesitamos reunirnos y mi familia añora al abuelo Corpus».

Asentimos en silencio, interrumpido por el timbre de la puerta, abro y es el Abuelito; «» Vaya Sorpresa»».Todos nos abrazamos.
Solo, en mi habitación, le doy vueltas en mi cabeza a lo ocurrido sólo acierto a decir: Sueño o Realidad te doy las gracias a ti, San Fermín.  


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

A LA LUZ DE LA LUNA

Patrocinio Gil Sánchez

Cuando me desperté, Nekane, todavía estaba allí, sobre aquel banco de la Plaza del Castillo y que elegimos a eso de las dos de la madrugada, porque ella estaba embarazada de casi nueve meses y se fatigaba mucho. Allí, sobre aquel banco que nos viera llegar y quedarnos dormidos después de una jornada festiva que comenzó con el encierro, donde el ojo perdiz de Cabada Gago, suelto del resto, empitonó a cinco corredores, para continuar luego por el Casco cantando con las peñas y tomando unos vasos y unos pinchos hasta que, en una terraza, dimos una cabezadita frente a un par de tónicas, para después, animarnos y seguir la fiesta hasta que no pudimos más.
Me desperté de golpe, con los ojos abiertos bajo el cielo estrellado como si algo me indicara que el niño (eso dijo la matrona) estaba a punto de llegar. Y, así fue, en ese instante, Nekane, guapa hasta lo entrañable y en un soplo festivo, se despertó también porque comenzaba a romper aguas. Y, yo, sin saber lo que hacer, vi, cómo mi hija, porque era una niña preciosa, venía al mundo sobre aquel banco.
-Se llamará, Fermina, sonrió Nekane con la niña en los brazos.

EL PLACER DE PERTENECER

Paula Calzado

¿Es posible ahogarte en tu propio sudor? Es la primera cosa que me pasa por la mente en cuanto abro los ojos, aun somnoliento. Y es que, las pesadillas, despiadadas y maliciosas, desde el día en que ella se marchó, no me dan tregua alguna. Me levanto de un salto y observo mi reflejo en el espejo: un hombre lánguido, de rostro mustio, roto por el silencio que provoca una casa vacía. A decir verdad, creo que también yo me fui con ella.

Es casi la hora; debería espabilarme. Me visto rápidamente y bajo las escaleras con premura para inmiscuirme en el frenesí, el bullicio y el unísono cántico. Avanzo entre el rojo y el blanco hasta que encuentro, frente a mí, solemne, la Casa Consistorial. Mi corazón anda acelerado y yo me aprieto el pañuelo en el brazo mientras dirijo, impaciente, la vista hacia el balcón. Dong. Las 12. El txupinazo estalla en el aire y la plaza se inunda de fiesta, de alboroto, de jolgorio: saltamos y bailamos, todos juntos, como si fuéramos uno: una familia de desconocidos, unidos para inaugurar, como cada año, una tradición. Esbozo una sonrisa por primera vez en mucho tiempo. El placer de pertenecer. Gora San Fermín.