Archivo por días: 22 de febrero de 2023


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL ASOMBROSO CASO «IKER HOSTOZ»

Victoriano Alcalde Azcune

Iker Hostoz, un chaval sano y alegre, a los ocho años de edad comenzó a desarrollar una extraña cojera en la pierna derecha. Los médicos efectuaron miles de pruebas al pequeño Iker, sin llegar a encontrar ninguna evidencia para el origen de su cojera.
El padre de Iker, el señor Hostoz, también era cojo del pie derecho. Sin embargo su cojera tenía una explicación bien obvia, pues había sido causada por el asta de un toro, cuando era joven, mientras corría el encierro de San Fermín. Pero tal y como dictaminaron los médicos, es imposible que una cojera accidental sea hereditaria; así que el caso de Iker Hostoz quedó diagnosticado como el primer caso conocido de «cojera mimética».
Hoy día, cuando los vecinos ven al señor Hostoz junto a su hijo Iker, ambos cojeando sincrónicamente de la misma pierna por las aceras de Pamplona, no saben si sentir lástima por Hostoz padre, con la desgracia de tener un hijo cojo como él, o sentir envidia por la suerte de tener un hijo que lo ama tanto… tanto que incluso ha desarrollado la cojera mimética de la que les he hablado.
Muchas gracias por sus aplausos.
Sí, claro, no se sorprendan si yo también aplaudo.
 

UN BAÑO DE FIESTA

Virginia Urieta Martínez

Huele a tierra y agua, a tormenta de verano. Como las que te sorprenden en julio. Y te transportan a un chupinazo, hace ya 20 años, con las puntas del pelo recién teñidas de rojo y un chaparrón capaz de mudar al rosa una camiseta blanca impoluta. Al tatuaje de tinta en el Paseo de Sarasate que se convierte en un borrón en la espalda con el grito del primer concierto. El agua brota de los balcones y no hay mejor momento para darse un baño de fiesta que por San Fermín.

Por sus noches largas en cuadrilla. Las comidas de trabajo, ‘almuercicos’, dantzas y jornadas maratonianas. Por los heridos del encierro en el hospital. Y nuestra primera quedada en las barracas, con la excusa del mogollón de gente para escabullirme si no me convences del todo. La pelota, ese 12 de julio que siempre será el nuestro. Volver a verte al día siguiente. El encierro. La porción de pizza en San Nicolás y la cerveza en el quiosco, sin beso al final de la primera cita pero sin separarnos después. Sin fuegos artificiales pero con ‘capotico’ del Santo para llegar hasta aquí. Y celebrar, por fin, que todo vuelve a ser como entonces.
 

LA BÚSQUEDA

Yheysson Victor Limpe Ylla

—Lo admito, soy un foráneo. Deja de ver mis zapatos deslenguados. Así es, mi sombrero tiene agujeros. ¿Cómo dices? Claro, sí, está hermosa la Fiesta de San Fermín. Mi padre siempre la añoraba. Decía que acá, la noche brillaba seis veces seguidas, y que, de día, toda la gente era amiga.

«Ay, muchacho. Pero yo no vine por jolgorio, alcohol, ni amores; busco a mi amigo. Soy de una granja lejana y llegué, porque aquí anda mi toro. Un animal de tinta, con un ángel en la frente. ¿Loco? No lo estoy. Lo tuve desde ternero, fue muy pequeño, como un perro. ¿Ahora te pones a reír? Pues sí, tienes razón. No debí venderlo, me hace falta. ¿Seguro que no lo viste? Está besado por las margaritas: lleva un corazón blanco entre los cuernos.

El hombre dejó de hablarme y con el morral en la espalda se perdió en la multitud. Al acabar la semana, me enteré por mi padre, que algún loco vaquero irrumpió en el último encierro. «¡Borracho, deja disfrutar la fiesta!», le gritaron, tirándole latas, celebrándolo. Pero el hombre se metió, y llorando abrazó a un bovino. No pudieron detenerlo. Se lo llevó, cabalgándolo, como a un penco.