XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
AÑORANZA
César Román Mora
Miré a través de la ventana enrejada, desventajas de alquilar una habitación, un bajo en Londres. Volví la vista a las pocas beans que quedaban en el plato y las coloqué, inconscientemente, unas detrás de otras como persiguiéndose. Salí con un periódico gratuito para leer «in the bus». Un coche casi me atropella en mi ensimismamiento, solo tenía una cosa en la cabeza.
Ahí se me cruzaron los cables y al siguiente coche le cogí la delantera. Salté al asfalto y con sus bufidos en forma de insistente claxon le mostré el cilindro del periódico apretado en mi mano, carrera rápida, un requiebro y libré por los pelos. Antes del «bus stop», repetí la operación con una bici de Deliveroo, buenos cuernos de manillar que rozaron mi chaqueta, salí indemne. Perdí el bus y llegué tarde,
El jefe me esperaba en el pasillo, «coge el carro de la limpieza y cuando termines vienes a firmar el finiquito» me dijo, visiblemente enfadado y provocándome con el papel a pocos centímetros de mi cara. Sería el brillo de mis ojos o muy posiblemente cuando puse la fregona y la escoba con los mangos amenazándole. Resoplé, arranqué, no tuvo oportunidad, no era pamplonés
MI PRIMERA VEZ
Cesar Romeral Lopez
Era la primera vez que Iker, un vasco de 35 años, disfrutaba de las fiestas de San Fermín. Había oído hablar de ellas infinidad de veces, pero nunca tuvo la oportunidad de vivirlas en persona.
Lamentaba que era el último día de encierro, así que se levantó temprano ansioso por sentir esas emociones que había oído.
Iker corrió junto a los toros, la adrenalina corrió por sus venas.
A medida que avanzaba, apreció la intensidad de la multitud, el respeto entre corredores y un ruido ensordecedor desde los balcones.
Las fiestas de San Fermín no eran solo encierros, disfrutó de los conciertos, de los fuegos, de la amistad casual, de la gastronomía, en menos de veinte horas se sentía un pamplonés más.
Pero lo que más conmovió a Iker fue la camaradería y el espíritu de amistad que se respiraba en las calles. La ciudad estaba llena de personas de todas las edades y procedencias, se unió a algunos grupos de “pamplonicas” y se dejó arrastrar por la emoción de la fiesta hasta bien entrada la madrugada.
Poco antes de amanecer, regresó a descansar al parque, cansado pero colmado de felicidad, lo que sintió ese día superó sus expectativas.
Pensó: volveré todos los años.
MUERTE ANTICIPADA
Christian Silva Samaniego
Parado en la esquina de la plaza, con la cabeza elevada hacia el sol tajante, con las manos enlazadas cual demonio andante y con el amuleto cristiano en el bolsillo, me despido de esta mi tierra huraña, que tiempo atrás se vistiera de rojo, para venerar al santo muerto y agradecer el favor de Dios. Ha de venir pronto mi verdugo, que me condene al llanto y al vacío, ¿qué será de mí, Cristo divino? ¿Acaso mi castigo será peor que el tuyo? Acepto los designios que me tocan, no tengo intenciones de cambiarlos, mas, si acaso pudiera hacer un pedido, ¿querrías, buen Dios, escucharlo? No es tan grande ni difícil, solo te pido que al asesino lo degüelles tal como hará conmigo. Y que al mismo tiempo cante el pueblo, lleno de júbilo y algarabía, sumido en el cariz de la sangre umbría y del cuerpo romano que acompaña todavía. ¡Que entonen eternamente los gritos de esperanza, que se haga la luz y no la chanza!
NUESTRA FIESTA ÚNICA
Clara Fernández Del Río
6 de julio 12:00, piel de gallina. Por fin llegó el momento. Tras el chupinazo, pañuelico al cuello, la camisa, el pantalón como la cal. ¡Pamploneses! ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!
Durante 204 horas, Pamplona, teñida de blanco y rojo celebra ¡Que no hay en el mundo entero unas fiestas sin igual! ¡Riau Riau!
Niños, jóvenes, y no tan jóvenes, rebosantes de alegría y sentimiento en honor a nuestro patrón, a quien llevamos en nuestros corazones, todos los pamplonicas sin excepción.
La procesión, gigantes y cabezudos, corridas de toros, conciertos de todo tipo, las barracas, la tómbola, los fuegos artificiales, y otros muchos momenticos, unen a navarros y foráneos sin distinción.
En el encierro, peligroso y vibrante, los mozos en Santo Domingo, se encomiendan con sus tres cánticos a San Fermín, solicitando su bendición, alzando sus periódicos, su única defensa ante los seis astados. Los balcones de su recorrido a rebosar de gente, madrugones en el vallado, para ser testigos del acto más emocionante.
Pero, sobre todo, la calle, alegre torre de Babel improvisada, principal escenario de todo el ambientico sanferminero.
14 de julio 24:00, piel de gallina. Pañuelo a la muñeca, vela encendida. Pobre de mí. ¡Ya falta menos ‘pa’ San Fermín!
AL RECATE
Clotilde Guisado Rodríguez
Al rescate
Soy el enviado 0707 de un planeta llamado Sanferm, al que le han encargado la misión de investigar lo que hacen los habitantes de Pamplona en San Fermín. Sentimos curiosidad por saber si se parecen a nosotros.
En principio, parece que a nadie le llama la atención mi aspecto en este lugar, la gente canta, disfruta, grita y me saluda sonriendo. Nuestro planeta no tiene mucha actividad exterior por lo que es muy silencioso.
Aquí, desde primera hora de la mañana, las voces y los gritos son enormes, la gente se reúne para ver a un montón de personas corriendo por las calles, delante de unos animales con cuernos, con los que luego hacen un espectáculo, también muy sonoro y original.
Por las noches lanzan fuegos artificiales al aire y de nuevo regresan miles de sonidos musicales, por la ciudad el ambiente es de diversión y alegría.
Durante el día no para tampoco la diversión, hay un montón de espectáculos callejeros, más música y comidas populares.
He intentado seguir el ritmo de estas fiestas pero renuncio a mi misión, no puedo más y todavía quedan otros seis días de intensa actividad.
Mandadme la nave espacial de rescate.