Archivo por meses: enero 2024


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL TIEMPO ES UN ÁNGEL CON ESPADA DE FUEGO

José Antonio Gago Martín

Mi primo Fermín es abstemio y antitaurino, pero no se perdía unos sanfermines desde el año 80, cuando cumplió los dieciocho.
Esas costumbres inflexibles le han costado disgustos e incomprensión. Su madre sólo volvía a dormir cuando lo veía regresar sano y salvo y su padre no entendía que, viniendo de una familia de bodegueros, Fermín torciera el gesto ante un vaso de vino. Después, su mujer y sus hijos, y hasta los compañeros de trabajo, se sentían ninguneados porque mi primo ponía la participación en los encierros por encima de todas las cosas.
Este año no irá, me confiesa. No tiene fuerzas. Contra su carácter callado, me cuenta que se siente desvalido y desorientado, como quien pierde la fe:
—La sangre manando del toro, —me explica— o el mosto al pisar las uvas, es la profanación de la inocencia: la mano del hombre introduce la muerte y el olvido en la naturaleza. Ya sé que fuera del recorrido abundan los borrachos y conozco el destino que les espera a los toros en la plaza. Sin embargo, en esos escasos minutos de carrera, con la adrenalina por dentro, uno se siente en el paraíso, antes del pecado original.
 

6 DE JULIO

José Antonio Rubio Gómez

Toda la noche en vela pensando en el día siguiente. Era algo que solo me sucedía la víspera de días importantes como la noche de Reyes y San Fermín.
Al punto de la mañana entró mi madre en la habitación que compartíamos mi hermano mayor y yo para despertarnos. Había que apresurarse. Duchas, desayunos y a vestir.
No había que dejar nada al azar y la ropa blanca, la faja, el pañuelo, y las alpargatas de la Mañueta llevaban ya varios días preparadas en cada silla.
Bajamos las escaleras de casa con nervios contenidos hacia la Plaza del Castillo de la mano protectora de nuestro padre para coger un buen sitio donde ver la traca, las bombas japonesas y el desfile de bandas que se producía instantes después del estallido de la FIESTA. No teníamos aún edad para ir a la Plaza del Ayuntamiento.
De ahí ya con el pañuelo al cuello iríamos a la calle Estafeta para juntarnos con los tíos y los primos y, si había suerte, a por la bota de plástico que a mi hermano y a mí nos hacía sentirnos mayores.
Era seis de julio.
Me levanté, me vestí y llevé una flor para mi padre a su columbario.
 

REENCARNACIÓN

José Antonio Tejeda Cárdenas

Cuando comenzó el encierro, ambos ya estaban en primera línea. Corredor y toro se miraron con recelo. Se conocían.  

EL COSO Y LA LUZ

José Antonio Díaz Moreno

No habíamos dormido, los ojos redondos, como alberos en flor, permanecían exaltados por la fijación del chupinazo. Nos saludamos como hombres que profesan creencias ancestrales. La luz tensa de la emoción nos daba un brío corporal atlético. El sueño de volver a correr era más poderoso que el cansancio vibrante de una noche devorada por la sensación de que el amanecer sería rojo, tenso y ventoso. Un orden gregario nos impuso la meditación febril de la espera. En cuclillas con la dinámica de los adoquines y el colorido puro de la gente, se refugió el canto de rigor en las empalizadas del la encomienda a la aventura de llevar la tradición al albero de nuestra luz interna, niña y emotiva. Unos recelosos pitones se asomaron por la calle empinada. El blanco y rojo de la vigorosa confusión tomó carrera, sentimiento, disciplina y comunión con el crepitar de la fuerza, el fin y la devoción humana a seguir un recorrido altivo por solitario silencio. Caímos en la cuenta al sentir el pitón dominante como desgarraba el quite de una esquina muda al dolor. La tarde fue áspera, de venda y clamor, como esa herida breve que nos dibujó la emoción. 

UNA APARICIÓN ILUSTRE

Jose Carlos Areales Calero

No cabía una aguja en la curva de Estafeta. Me aposté con mi Nikon y, enseguida, vislumbré al primer valiente encarando la calle Mercaderes. Al instante, una marea blanca y roja se dirigía hacia mí entre gritos, trompicones y codazos. Los corredores, con mayor o menor maestría, se hacían a los lados buscando la protección del vallado al presentir la muerte en sus talones. ¬-Quizá Hitchcock asistió a algún encierro-, imaginé mientras lanzaba ráfagas de fotos zarandeado por la muchedumbre. Luego, todo terminó tan rápido como había empezado.
Camino al hotel, revisé las imágenes buscando alguna que pudiese utilizar en mi reportaje. Y en una de ellas hallé algo insólito. En primer plano, corría un chico apuesto, fornido y ligeramente más alto que la mayoría, y se parecía asombrosamente a… -No puede ser-, zanjé de inmediato, -sólo es una caprichosa casualidad-.
A las tres de la mañana, algo me despertó. El mismo hombre de la fotografía, pero con el pelo cano y una tupida barba, contemplaba la calle justo desde mi ventana. De repente, me miró ofuscado, como si hubiese mancillado su intimidad. Y yo, petrificado hasta ese momento, huí despavorido y en ropa interior de la habitación 217 del Gran Hotel La Perla.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

FRENTE A FRENTE

José ángel Bañuls Ramírez

Entre estiramientos y sentadillas cruzaba miradas fugaces con los corredores de alrededor. Resbalaban los minutos previos en ese sudor frío y extraño que delata los nervios. Afloraban los rituales de cada cual, y una cantinela muda adivinada en los labios pedía encontrar hueco ante la manada, acompasarse al toro y vibrar con él. Éramos personajes extasiados, repletos de imágenes y de sueños, venidos de mil y un lugares distintos, cargados de recuerdos y promesas, de ilusión y ganas por correr el encierro.

Habiéndome preparado a conciencia, mi estreno en sanfermines merecía un tramo de renombre. Decidí mis sesenta metros entre Mercaderes y el arranque de Estafeta. Pura adrenalina en la curva reina y escapada triunfal en la recta de balcones abarrotados.

Esperé atento a las señales. Gritos de alerta, pastores, sones de cencerros y sobrevolando el estruendo, el golpeteo seco de las pezuñas en los adoquines.

Salí al encuentro rapidísimo, los toros venían lanzados. Hice brecha y encontré la cara de los primeros astados. Sentía fundirse su respiración forzada y mi corazón desbocado. El periódico prieto, como señuelo asomado a los pitones. Goce y disfrute, emoción. Giré atrás la mirada y sentí sus ojos fijos en los míos, frente a frente.
 

RECORDANDO.

José ángel Borrero Fernández

Quiso levantarse, pero despertó tarde y sonriendo. El 9 de julio y Dolores, amaneció con un txupinazo de recuerdos y las ganas de revivir su carrera.

Tomando su café, repasó vídeos de lo acontecido desde los enlaces que habían enviado sus compañeros de pasión.

– Ya estaríamos almorzando. – Creía recordar mientras se vestía de sábado sin agenda, con la tranquilidad del objetivo conseguido.

A su paso, llegó al sofá y comenzó a revivir aquella mañana gloriosa cantándole a San Fermín por tres veces y escuchando el estruendo de la calle Mercaderes al paso de seis milagros de la naturaleza, los escogidos por la selección humana. Estaba sudando entre pensamientos; movía sus piernecillas con ademanes de esquivarlos de nuevo, llegando a percibir cómo los miedos ajenos se mezclaban con los suyos, agarrándose con la fuerza que le quedaba a los brazos de su asiento de confort.
Su imaginación aún le capacitaba para volver a verse en aquella escena, entre la multitud de reacciones que abarrotaban las calles de Pamplona tras el mejor encierro de su vida.

– Felicidades amigo. Nunca olvidaremos aquel día. Vaya miedo nos hiciste pasar cuando te vimos volando por encima de la ola de corredores. –

Lo recordaba, seguía vivo. 

2023 UNA ODISEA ESPECIAL

José ángel Lopetegi Brit

El único superviviente de la nave de exploración planetaria MMXXIIISF intentaba abrirse paso sorteando las ciclópeas y blancas piernas que batucaban sobre el suelo de aquel bullicioso laberinto. Los demás miembros de la misión habían causado baja aplastados durante el accidentado trayecto de regreso a la nave.
Desorientado por los ecos festivos que distorsionaban la acústica de aquel entorno hostil; empapado por las incesantes trombas de viscosa lluvia propias de la temporada; aturdido por la mezcla de penetrantes olores que dejaba filtrar su ineficaz casco, y medio cegado por la fusión del bermellón con el blanco nuclear del ecosistema, por fin vislumbró la nave en lo alto de una atalaya engalanada con banderas y atestada de exaltados cíclopes rojiblancos.
A duras penas, logró hacer cumbre sin ser visto y cruzó la estrecha rampa que conectaba con la nave de rescate. Una vez dentro, introdujo el código de acceso al panel de control y fijó las coordenadas de ruta a su planeta.
Suspiró relajadamente pensando en el regreso a casa.
El cohete empezó a temblar en plena combustión, programado para el despegue.
En 3, 2, 1…
¡VIVA SAN FERMÍN!
GORA SAN FERMIN!
Fue lo último que escuchó al despegar hacia el destino que nunca alcanzaría… 

¡ QUÉ LO SEPAN TODOS!

José Antonio Santos Rodríguez

Se aproxima la hora del chupinazo. Apoyado en las muletas y bendecido por mi madre, tomo asiento en el balcón de casa. Percibo escalofríos al recordar el toro que quebró mis piernas. Empujado por la nostalgia comienzo a leer luna revista en la que sobresale la siguiente afirmación: los caracteres adquiridos no se transmiten de una generación a la siguiente. Sin duda, para llegar a esta conclusión, los científicos debieron encontrar más de una evidencia. Pero… ¿Realmente es absoluta?.
Busco en sitios digitales nuevos argumentos sobre la base material que nos hace iguales y diferentes. En diversa ciudades las tradiciones no han sido heredadas, a diferencia de lo que ocurre en Pamplona. Estudios realizados en la sangre de sus habitantes corroboran la presencia de genes que contienen y transmiten un carácter especial…la pasión por los Sanfermines. 

LAS BREVES BREVAS DE LA ILUSIÓN

Jose Antonio Martinez Gonzalez

Anunciaron a bombo y platillo que televisarían por primera vez los encierros de San Fermín. En la víspera, la ansiedad me produjo un insomnio desasosegado.
7 de julio de 1982. La cuadrilla de infantes madrugadores nos plantamos perplejos, frente a la carta de ajuste de la impecable Grundig de 14 pulgadas del orgulloso tío Andoba, por la que pagó un riñón.
La carrera meteórica de los astados, preámbulo de los encierros de nuestro pueblo, se disipó en un santiamén. A continuación, entre encendidos comentarios infantiles, acudimos a practicarle una visita alevosa a la higuera del tío Pernales, preñada de frutos suculentos, rayados y sazonados, de indescriptible dulzura. ¡Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete! … ¡Dios santo, se oyen los ladridos infernales de Ulises, el diablo del tío Pernales! ¡¡¡Pies en polvorosa!!!…
Tengo una asignatura pendiente: frisando la cincuentena, me estoy preparando como si fuera a disputar los 1500 metros en la Olimpiada de París, con la ilusión de engrosar el 54 % de quienes corren los sanfermines por primera y última vez. Le temo menos al bramido de un Miura en los glúteos que al ladrido de Ulises, menos a los cuernos de un Victorino que a la alpargata implacable de mi madre.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PERÍODO DE TRANSICIÓN

José Selma Romero

Llevaba demasiado tiempo soñando con correr bien algún encierro de los «Sanfermines» como para que tan pronto se truncaran de cuajo sus ilusiones, a raíz de un repentino infarto en plena marcha vertiginosa…
Durante aquella tarde de sábado, decenas de compañeras nos congregamos en el hospital. Ana María, su afligida carabina de vida, se personó con dos de sus hijas: una de las humanas, Estefanía, en la silla de ruedas, quien le animaba susurrándole con dulzura que recobraría el aliento enseguida; y la canina, Artana, que le hacía fiesta, no cesando en absoluto sus tenaces y tiernos lamidos. Él las oteaba con perseverancia y meditaba acerca de lo que había padecido… En el túnel… ¡¡¡Estaba perdiendo el juicio!!!
Lamentablemente, la vida coloca cada cosa en su lugar. Veintitrés escasos minutos transcurrieron, comparecieron las hijas que faltaban y, entonces, el infarto se repitió. Juan Luis inició su elevación… Se desprendió del cuerpo… Y examinaba a su familia terrenal, sorprendida y destrozada… Su inseparable Artana gemía, afligida y desconsolada. No obstante, la luz le llamaba… De nada habría servido que él razonara o abandonara su cordura.
La vida se encargaría de orientar su viaje, tras haber degustado el ciclo adecuado para despedirse de sus seres queridos. 

DESPEDIDA

José Ochoa Díaz

Voy a Pamplona. Este año cumpliré uno de mis sueños. Llevo en la maleta el pañuelico rojo que me regaló mi padre, la camisa y el pantalón blancos, las alpargatas y la faja comprados ayer en la ciudad de Tarfalla. Antes, rezaré un poco, mi madre teme que algo malo pueda sucederme. No tengo miedo. Giro bruscamente hacia la derecha; siento en mi costado el fuerte latigazo. Pienso en mi madre, estoy en el encierro; al fín San Fermín. El sudor baña mi rostro, y la luz se va opacando. Tengo necesidad de las frescas aguas del Cidacos. Es la fiesta. Madre, mi sueño se ha cumplido. Ahora mi casa es un recuerdo vacío… 

EL ENCIERRO Y EL FANTASMA

José Castaño Amador

Apenas había comenzado a correr cuando ya sentía la camisa pegada al cuerpo a causa del sudor. Hacía un calor bochornoso y a mi lado pasaban rostros de hombres convulsos por la emoción de aquella carrera junto a unas bestias de poderosa cornamenta…Yo corría alejado lo máximo posible de aquellos imponentes toros de lidia… Era mi primer encierro y el último, se lo debía a mi padre, que había sentido muy profundamente la magia de aquel inusitado espectáculo de hombres y bestias… Y fue entonces cuando lo vi… Marchaba unos metros por delante de mí: con su camisa blanca y el pañuelo rojo al cuello… Corría exultante, muy pegado al toro, profiriendo gritos enardecidos…¡Era Él! ¡Era mi padre!… Obnubilado, me acerqué tanto a uno de los toros que cabeceó intentando ensartarme con sus temibles cuernos… El sudor corría a chorros por mi rostro, respiraba con la boca abierta bocanadas de aquel aire caliente, estremecido por aquel río de hombres y bestias que corrían encajonados calle abajo …. Busqué desesperadamente al fantasma de mi padre que un minuto antes brincaba entusiasmado junto al toro…Ya no lo vi, había muerto cinco años atrás, corneado traicioneramente en un desgraciado encierro.

 

SAN FERMÍN, CITA INEXCUSABLE

José Reinaldo Pol García

Mi abuelo practicaba mucho ejercicio físico. Los conocidos con ironía le preguntaban :
“-¿ Quieres tener buen tipo para lucirlo en la playa?”.
Él respondía:
-“ Me preparo para algo más bonito . Lo hago porque anualmente tengo una cita inexcusable y debo estar en forma.”
Ellos pensaban :
-“ Vaya, viejo verde; y encima presumido.”
Un día en San Fermín estos conocidos quedaron sorprendidos pues mientras ellos miraban los toros desde la barrera , allí , entre la masa de corredores estaba el abuelo sin miedo a nada.
Le gritaron:
¡-” Ya sabemos cual es tu cita ¡ “
Y comentaban entre ellos:
-“ Vaya, con el abuelo, tiene más valor que El Guerra.”
Él al oírles respondió:
“-¡ A estos toros no hay que temerles! El peor es morirse de aburrimiento y dolor encerrado en el burladero de la casa.!”
Aprendieron la lección y en los ediciones sucesivas participaron con él en esa carrera y decían:
-“ ¡ Viva la fiesta de San Fermín! Permite hacerle fintas y quiebros al toro del dolor demostrando que es peor estar postrado en la comodidad aburrida que lentamente mata y acaba con nosotros. El revolcón maldito es postrarte uno mismo.
 

INICIO

Jose Alberto Malichio

La celda romana desbordada de tinieblas fue abierta en forma violenta, algunos de los condenados se arrodillaron, otros cerraron los ojos e imploraron clemencia divina. Las botas de los soldados hacían temblar el suelo. Era una noche eterna. Cuando el viento erosionó la tierra y una cabeza rodó hasta golpear contra una pared descascarada, ya no importaba si existió milagro o todo fuera una leyenda fundada por cuestiones políticas. El aire dorado fundió la espada del verdugo una vez cumplido el mandato del gobernador. Nadie quedaría de testigo para asegurar esa historia, pues los demás reos corrieron por la misma sentencia. Sin notarlo, lentamente, de voz en voz la escritura empezó a recordar aquel evento de rebeldía en las escalinatas de la catedral en Amiens. Los maestros artesanos plasmaron la versión de los sucesos en la escultura sacra. El decapitado terminó por religioso en un sepulcro que el tiempo borró su existencia hasta que abierto de la oscuridad empezó la veneración de sus restos en la misma Europa acosada de fanatismo. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CABALLERA DE NAVARRA.

Jorge Iván Acuña Murillo

Suena la furia de la bandurria festiva y llueve. Y en la noche alucinada por la gala de Sanfermines, una mujer borracha, ¡sale a trotón cabalgando y desolla al espíritu carbonero de la zozobra! Recuerda que Navarra sería su nuera y Pamplona la primera nieta porque su hijo, enamorado de ellas y de Ikerne, juraba que les daría a todas, una vida llena de primores. Tiene vocación, ella es la arenga, galopa llorando bajo el cielo de Mutilva hasta Burlada, con la grana de la faja y la boina en la pamplónica, se descuajaringa y cuajaringa cuando grita y el público la escucha… que le devuelvan al menos, la muñeca de su hijo.

Yace sobre el peñascal de concha y canto, camino de posada a la verbena, una pequeña doncella de paño con soplo rapsoda, albo vestuario oro y su pequeño pañuelo de borra con celaje colorado, tirada aguardando por la boca del Arga, a que alguien andando la recoja. Su nombre es Ikerne y es callada, fue ceñida con entrañas de pelusa y corazón de aserrín que aún espera, sobre el transcurrir de dalias y de gardenias como noches blancas y mañanas brunas, a que él retorne a recogerla; aunque él… Nunca regresa.  

CÁRNICA

Jorge Juan Codina Ripoll

Sal; pimentón: dulce, ahumado y picante, de temporada; ajo en polvo, agua y la tripa natural de cordero. Todo bien organizado sobre la mesa de acero inoxidable. La guillotina y la picadora revisadas. Tres carros: para despojos, para partes nobles y para cortes gurmé. Pitxu se coloca la cofia de rejilla y se ata la bata blanca. Respira aliviada a través de la mascarilla. Por los pelos, sí, pero va a cumplir con los pedidos. Para San Fermín, todos los bares tendrán la mercancía. Ahora se demanda lo artesanal: elaboración orgánica, ecológica, sostenible, fresca, sin conservantes. A cambio, curación lenta, a baja temperatura y producción limitada.
Los malos tiempos no quieren irse. La pandemia, Ucrania, las materias primas… ¡Cuesta arrancar el negocio! Y dando gracias que la legislación se ha vuelto más laxa. Aunque ha tenido que renunciar al producto de proximidad y traerse animales de fuera de Navarra para atender la demanda de los clientes.
Desde la cámara refrigerada, colgando de los rieles del techo, Pitxu empuja una primera bestia, mediana, hasta la sala de despiece. Con la cimitarra, corta las criadillas. Antes de echarla a la cesta gurmé para la chistorra, le gusta mostrársela a los violadores mientras siguen vivos.
 

DE LUCES Y SOMBRAS

Jose Ponce Navalon

A las cinco de la tarde, antes de que los domingos fueran un recuerdo amargo, “El Chicano” inició el paseíllo con el pie acostumbrado. Saludó al tendido con el rostro erguido y, montera en mano, se inclinó ligeramente ante la presidencia. Su traje de luces, de verde y oro, deslumbró a su primer animal, serio, de nombre ‘resabiao’, y al segundo, ‘general’, de trapío poderoso. Ambos embistieron el engaño resoplando hasta que recibieron el acero en sus entrañas.
Con los acordes de un pasodoble, en la vuelta al ruedo, le llovieron flores y gritos de ‘torero’. Regaló el trofeo a la orquesta pamplonesa. La noticia le pilló con el paso desacompasado cuando se enteró por un subalterno.
—Chiqui, tu hijo…
—Qué ocurre Jaime.
—Que nació muerto, maestro.
Humilló como los toros bravos, lamió su boca el sudor ensangrentado de su mano. Por la puerta grande, sacudió la arena de sus zapatillas.
 

SIEMPRE RECORDARÉ ESE SIETE DE JULIO

José Martínez Moreno

Nunca jamás vi a mi padre derramar una lágrima por nada, ni siquiera frente a desgracias como la muerte de algún ser querido, ni siquiera cuando nos dejó mi madre. Era un hombre duro, curtido en las miserias de la posguerra, de esos que no mostraban sus sentimientos. Hacía poco tiempo, y ante su inminente fallecimiento debido a la cruel enfermedad que padecía, me pidió que lo llevara a los sanfermines —sueño incumplido durante toda su vida por uno u otro motivo—, y yo no supe qué responder. Me debatía entre el deber de cumplir su última voluntad y el miedo de trasladarlo en su precario estado de salud, pero al final decidí que no sería justo negarle algo que había anhelado desde crío. Así que, llegado el día, nos plantamos en Pamplona. Logré colar la silla de ruedas como pude entre el bullicioso gentío y situarnos en una de las vallas que delimitaban el recorrido. Creí percibir la emoción que embargaba a mi padre cuando pasaron corriendo los mozos y la manada de reses bravas por delante de nosotros. Al mirarlo de reojo advertí el brillo lacrimoso que envolvía sus ojos hundidos. Entonces supe que había hecho lo correcto. 

ANISE

José Muñoz Cabrera

Like every morning, Juan Chozas opened the fridge and took his glass of schnapps. And like all Sanfermines, he turned on the television to watch the running of the bulls. His children controlled his anise because at his age, eighty-nine, any small excess could harm him. They hid the bottle from him and only left him in the fridge that morning cup.
He started by taking a sip, but then drank the rest of it. Already the six wild bulls and the six halters were lining the area of Mercaderes when they rang the doorbell. Needless to say, Juan’s anger was morose. He was about not to open and wait for the closure and release the cows bravas, where people have fun running in front of them.
In the end he gained the urge to open, as he was also waiting for the postman to bring him a package, and shouted from the armchair of his living room:
-Who is it?
-A cow -answered from the other side of the door.
He opened this one and, indeed, it was a cow.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PTV (PAMPLONÉS DE TODA LA VIDA

Jokin Elarre Les

P.T.V. (PAMPLONÉS DE TODA LA VIDA)
Lo soy, pero a día de hoy no los puedo “estomagar”. Digo que a mis 74 tacos creo tengo consolidado el derecho a serlo. Nacido en Iruñea, en concreto en la Rotxa. Y de la peña El Bronce hasta que me botaron (además uno de mi currelo que hacía de Secre) por saltarme la barra y ponerme de cliente en mi turno de camarero. Afición que tenía él de “ordeno y mando” y yo de ser contestatario.
Es una especie de religión incomprensible para mí en el siglo XXI. Un retorno tan innecesario como antinatural y retrógrado. Somos una especie de gente “maja”. Celebrábamos el “Dimasu”; Día del Marido Suelto. Así nos suelen denominar, majos, pero tengo para mí clavadico en el koko lo que me dijo un camarada en su lecho de muerte: “Jokin: cuídate de la gente maja que son los peores”.
Capee el temporal sanfermineando a las mañanas con la nietica. Hoy imposible pues es una adolescente a la que le jode le vaya a buscar a la salida del Insti. Acabamos hasta el gorro de los “momenticos”.
O sea; me piro a Canarias con vuelo directo desde Noain.
Agur.
 

CAMINO A LA PLAZA

Jordi Rosals Perarnau

Desearía perpetuar las emociones prematuramente disueltas por el estruendo de un artificio pirotécnico. Avanzo apesadumbrado, extrañamente afligido por la ruptura de un sueño invicto, y sorteando una marea infinita de seres inmersos en una alegría desbocada, solemne y arrebatadora. Miradas perdidamente ilusionadas me lanzan sus dardos de suave evanescencia festiva. No temo caer en un oscuro presagio flameante frente a mis ojos húmedos, inflamados de una terca obstinación por la vida. Siento como late fuertemente mi terco corazón, arrapándose a una vida que tiende de un hilo metafóricamente hablando. Mi desconcierto es creciente y se acompasa con la alegría desbocada que me precede en esta fiesta; todo es fiesta; el aire es fiesta y mi respiración está impregnada de fiesta. Fiesta ajena que me ilumina y precede, que me acomoda en un espacio mental de suave complicidad con la muerte. Por fin entro en la plaza, y la fiesta, la notable y omnipresente fiesta, flota sobre la cálida arena. Ahora comprendo cual será mi suerte próxima, mi retorno al mítico redil de las vastas planícies abigarradas de delicada vegetación. Mi canción está presta a sonar por última vez; su música no es estridente ni su letra es audaz. Silencio y paz. Soledad y dolor. 

ESE DÍA

Jordi Querol Piera

Ese día, Pamplona deslumbra y suspira, pugna, sufre y, orgullosa y temeraria, ruge sin cesar. En ella, unos pasean, otros corren, algunos solo miran, una minoría enmudece, pero todos sin excepción sienten lo mismo: un regocijo especial.
Ese día, los que van vestidos de blanco y cuello rojo llevan la voz cantante, son los protagonistas; pero, tanto ellos como los demás presumen de un orgullo común: haber asistido a esa importante cita.
Ese día, arte, música, griterío y encierros, caídas y dolor, juntos y bajo el azul del cielo agitan los corazones; y calles y plazas de la ciudad, destilando alegría, sirven de plató para la fiesta del entusiasmo y el fervor del siete de julio.
Ese día, el estruendo del chupinazo esperado asustará a los niños y, por supuesto, a los pájaros que, a esa misma hora, vuelan a diario esbozando círculos sobre las flores y los parterres verdes de la ciudad. Así, comenzará el primer encierro de los sanfermines, y yo, como cada año, me colocaré nervioso y entusiasmado al pie del vallado.
Ese día, con su colosal luz del sur, la que tanto alabó el genial Gaudí, Pamplona seduce al mundo entero y lo hace estremecer. Ese día es San Fermín.
 

UN ALTO EN EL CAMINO

Jorge Tarifa Fernández

Andaba sorprendida al ver el primer toro correr hostigado por la curva de la Estafeta. Nació entonces una fuerte conexión y necesidad de acercarse a él para conocer sus ganas de vivir. Quería saber qué lo motivaba a correr desbocado hacia un destino incierto.
¿Seré capaz de predecirlo? — pensó—. Dudaba si atreverse, aunque en lo más hondo creía que el toro sólo se limitaba a vivir el momento y dejarse llevar. Todo cambió cuando el toro pasó por su lado y un cruce de miradas partió el destino en dos, intercambiando sus papeles. Ahora ella era la que sentía la necesidad de correr libremente hacia su destino.
¿Por qué corro para ser feliz? — era lo que ahora retumbaba en su cabeza—. El toro en cambio dejó de ver gente corriendo en patrones caóticos para darse cuenta de que lo único que había allí era gente llena de vida, exprimiendo hasta el último segundo de aliento. Tan grande fue su desconcierto que no sabía qué camino seguir, sentía que quería preguntarle a cada uno qué hacía tan especial ese momento. Claudia, en cambio, sentía que por fin su vida tenía sentido: correr hacia su destino sin cuestionar lo que le rodeaba.
 

PIRUETA

Jorge Accame

Faltan pocos días para los juegos de Cnosos.
En el patio del palacio, un atleta practica su acrobacia de vueltas mortales. Al final del último giro siente un leve mareo y advierte que tarda demasiado tiempo en caer. Con afán, los pies buscan el suelo. Aterriza por fin en una superficie turbulenta: su oficio le permite soslayar la sorpresa y equilibrarse con elegancia.
Transportado sobre las grupas de un río de toros en estampida, avanza por calles inesperadas, mientras un eco de voces lo aclama en una lengua que no comprende.