XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
CUESTA DE SANTO DOMINGO
Norberto Cabral Pedreira
En la urna excavada en el muro de la cuesta de Santo Domingo se encuentra el santo de madera que la seña Lola recoge todas las tardes, así llueva o haga sol, para salvarlo de los desaprensivos. Hubo un año que se lo llevaron de parranda. ¡Hay que ver! Así, ¿quién va a echar el capotillo a los corredores? De no ser por el capotillo de San Fermín… La seña Lola con su sonrisa traviesa confirma el misterio.
—¡Anda que no, si no es por nuestro santo más de uno se hubiera llevado una cornada segura.
La seña Lola dice esto mientras limpia el santo de madera con una gamuza, antes de devolverlo a su urna, bien temprano por la mañana. La señora Lola madruga todos los días para que el santo no se pierda ningún encierro y pueda hacer sus milagros.
—¡A ver cómo te portas esta mañana, santico!, piensa que hay mucho mundo pendiente de ti. No nos dejes por malos, hombre, que te lo agradeceremos bien—le dice al oído del santo.
Los mozos la reconocen en la cuesta de Santo Domingo:
—Seña Lola, ¿cómo se encuentra hoy el San Fermín?
—Mejor que nunca.
Y sonríe beatíficamente.
ANTROPOMAQUIA
Norberto Gabriel Urciuoli Barber
Esperamos pacientemente la llegada de las fiestas, cuando, por fin, los toros disfrutamos corriendo por las calles del pueblo. Entrenamos concienzudamente durante todo el año para ese momento; quienes creen que la cosa simplemente consiste en correr ensartando esos pequeños cuerpos enclenques, están muy equivocados, ¡ni mucho menos es así!, precisamente por eso, por lo enclenques y frágiles que son, la gracia consiste en ensartarlos haciéndoles el menor daño posible, ¡ahí están la dificultad y el arte! Es realmente difícil no dejarlos malheridos o matarlos, cosa que, por desgracia, sucede más a menudo de lo que quisiéramos. Por eso entrenamos tanto. Y no solo entrenamos, también estudiamos meticulosamente a nuestros queridos y delicados humanos: sus puntos débiles, allí donde nunca hay que hincar el cuerno; su manera de correr; sus gestos que nos indican cuál será su próximo movimiento; sus querencias, etcétera.
Personalmente, me jacto de no haber matado nunca a ninguno, aunque es cierto que en un par de ocasiones se me descontroló un poco el cuerno y los dejé bastante maltrechos. Fue algo muy penoso y desagradable para mí, y espero que no se vuelva a repetir.
MI SENTIR VIBRA POR TI, SAN FERMÍN
Nuria Marruedo López
Te vi la primera vez, quedé prendada de ti; en aquel año, de aquel verano. Al cuello tan solo prendías un pañuelo rojo carmesí; quizás fuera ese, el que iluminara tu pequeño semblante e hiciera enamorarme de tu figura. Me hiciste sentir el rugir de la gente como leones, en tu plaza, esperando el chupinazo para dar comienzo y gritar, el viva a San Fermín. Pamplona ruge cada siete de julio en tu honor, y yo vibro por dentro cada nuevo año a tus pies. Es sabido por el mundo entero de tu faraónica estampida, la que va desde la cuesta de Santo Domingo a la puerta de la Monumental. Magistral coso taurino en el que se erige su gran arco del triunfo, construido para aguardar a sus triunfantes guerreros, entrando por ella para dar por terminado su encierro. Presentes sus fieles aguardan para enarbolar su manso y sus toros bravos al ruedo. Al final de la gran fiesta vuelvo a tu plaza por segunda vez; de nuevo, veo tu bella estampa, para despedirme de ti y decirte al oído… me despido, pero al año que viene, si Dios quiere, nos volveremos a ver. Entonces se oyen cantando a coro, el pobre de mí…
PASACALLES
Nuria Viedma Hervás
Era 5 de julio, preparaba mi ropa blanca, faja y pañuelico. Un planchado y la dejé sobre el escritorio. No había cumplido los 15, pero ese año prometía. Una infusión me ayudaría a dormir, pero, la noche se hizo eterna. No paraba dando vueltas, pensaba en el reencuentro con tantos amigos. Eran las seis y ya tenía un ojo abierto haciendo un esfuerzo para cerrarse. Enseguida decidí levantarme, era absurdo intentar dormir con el estómago hecho un nudo por los nervios, y la ansiedad que me producía saber, que solo faltaban unas horas para el txupinazo. La ducha ayudó a desempañar mi mente y a ponerme las pilas. Apenas teníamos paga, así que los primeros años no quedábamos para almorzar, cada una se preparaba un bocata, y llevábamos algo de bebida; casi siempre kalimotxo. Yo era la encargada de llevar el champán; una botella del malo para tirar, y otra buena en un cubo con hielo para beber. Bajamos del bus y ya comenzamos a calentar las gargantas, aquel pasacalles a tres voces, era nuestro lema: » Aúpa mutiles a bailar»… decía la canción, así hasta Chapitela. Allí entre cantos y gritos pidiendo agua, esperaríamos el cohete que anunciaba el comienzo.
¡Gora San Fermín!
MI BREVE HISTORIA DE AMOR EN SAN FERMÍN
Nuria Rodriguez Fernàndez
Nuestras miradas se cruzaron aquél 6 de julio durante el “txupinazo” y fue tal el impacto que me causaron tus ojos verdes, que desde ese momento ya solo pude verte a ti en aquella plaza abarrotada.
Desde aquel momento ya no nos separamos y a pesar de mi torpeza con el inglés y de tu caótico español, nos entendimos a la perfección.
Te lleve a ver la Comparsa de Gigantes y Cabezudos y comimos churros en La Mañueta. Nos besamos como dos adolescentes en la noria de Antoniutti e hicimos el amor en un pequeño hostal del centro. Me conmoví al ver tu preocupación mientras corría delante de aquel bravío toro e hicimos juntos la marcha desde el Ayuntamiento hasta la Capilla de San Fermín coreando al unísono el “Riau Riau”.
Pero por desgracia todo lo que empieza tiene un final y aquel 14 de julio el canto del “pobre de mí”, adquirió para siempre, un nuevo sentido.