XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
QUE SIGA LA FIESTA
Sandra Iraizoz Cia
Son las tres de la mañana. Náuseas, vómitos, agitación… otra noche que no duermo. Así es imposible. Mi cabeza no para. Enciendo la televisión a ver si me entra el sueño.
Son las siete. Suena el despertador y me levanto. Caliento la leche. No tengo ganas de tomarla. No tengo hambre. Estos días sé que he adelgazado mucho pero es que no tengo hambre, la noche de ayer fue larga, igual que las de estos días pasados.
La música de la calle es más sonora que el pitido del microondas y estoy tan absorta que no sé cuándo ha dejado de calentar. Miro a ver si está la leche caliente. ¡Qué asco, un pelo en el vaso! Definitivamente, ya no tengo ganas de desayunar.
Suenan sirenas y el grito de la gente en la calle se hace más fuerte. Tocan el timbre. Ya están aquí. Puntuales y yo, como todos estos días, sin maquillar, nunca me da tiempo. A estas alturas ya da igual. Salgo de casa.
Media hora más tarde, al coger el ascensor, miro la pantalla: primera planta. Se abre la puerta, me reciben sonrientes y con el pañuelo de San Fermín.
– Hola, María, ¿preparada para otra sesión de radioterapia?
BAILE, SUDOR Y ASTAS.
Sandra Baz Medina Baz Medina
El baile comenzaba con aquella melodía enraizada. El corazón latiendo se adelantaba. Algo indescriptible recorría mi espalda. El nerviosismo se contagiaba y todos los participantes se miraban con esa incertidumbre del que espera a una amada. Las puertas se abrieron y el encuentro se acercaba. Primero el ritmo la mantenía alejada, después, sin darme cuenta, la sentía en mi espalda. Hubo un momento del baile en el que pude acariciarla pero, en ese mismo instante, de pareja se cambiaba. Como al que separan de su amada, algo deshizo el hechizo y el baile para mí se acababa. Traicionera asta, que no había bailado conmigo, me atravesaba. El ensimismamiento primero me llevaba a la nada. Tendido en el suelo por el tropiezo de un baile en el que se fue mi enamorada, sentí el olor y el calor de la sangre que derramaba. Aquella asta primera me había regalado lo que yo más deseaba mientras otra, sin miramiento, me desgarraba. El fin del baile llegaba y yo había perdido a mi enamorada que me había brindado su baile, el que yo más deseaba.
SAN FERMÍN
Santa Gimeno Mata
SAN FERMÍN
Siete de julio…. terminaba de cantar mirándole a la cara. En ese instante una ligera sonrisa iluminaba su rostro; apretaba los puños, alzaba sus brazos y con toda la potencia de voz con la que era capaz entonaba: ¡San Fermín!
Como cada sábado me acercaba a la residencia a verlo, llevando conmigo esas fotos tan manoseadas que veíamos una y otra vez. Yo de pequeño junto él en la plaza de toros, esperando ver entrar el tumulto de corredores y astados. Ya más mozo de nuevo junto a él en Estafeta, listos para correr el encierro. Mi hijo con ese abuelo que le hizo sentir la magia de esta fiesta en la plaza del ayuntamiento, pañuelo en alto a la espera del chupinazo.
Desde que el alzhéimer le hizo olvidar hasta quien era yo, este ritual lo vivíamos cada semana, porque sólo viendo esas fotos, la vida volvía a los ojos de mi padre. Ya sin recuerdos, ya sin voz, excepto para decir con toda la fuerza de su voz, las únicas dos palabras que nada ni nadie pudo robarle a su memoria.
GAITAS
Santi Lorente Bona
Las primeras lágrimas, recorrieron mi mejilla, nada más oír el estruendo del cohete que daba inicio, a las mejores fiestas del mundo. Me tape los ojos con mis manos y estuve quieto, inmóvil, sintiendo la alegría, los saltos y botes, de todos los que me rodeaban. Solo faltaba esperar unos minutos. El bullicio, y las idas y venidas, de quienes nos arremolinábamos, entorno a la puerta principal del ayuntamiento, eran incesantes. Abrí los dedos de mi mano derecha, y con la pupila todavía húmeda, pude ver el despliegue de seguridad. Al instante, los txistus silban y la Biribilketa de Gainza suena desde el zaguán. No puedo más, me vuelvo a tapar los ojos. Aguanto, respiro, tomo aire y de nuevo la emoción me inunda, tal cual Jagoba en la Cartuja. Ya están fuera. Manos levantadas. El rum rum recorre toda la Plaza Consistorial y rompen a sonar. Ya no lloro. Es el diluvio universal y al mismo tiempo, un sonrisa placentera y hermosa, que me lleva al éxtasis. Las gaitas suenan. Que chispa llevas. La vida tiene otro color. El momento de los momenticos está sucediendo. Ahora que venga lo que tenga que venir, a esperar de nuevo un año.
LA CARRERA ESPECIAL
Santiago Mate
Llegué a Pamplona el cinco de julio a pasar los San Fermínes , viajaba solo desde Andalucía; el hotel de tres estrellas se veía curioso, además no estaría todos los días, el día diez volvería a mi patria. El primer día de encierros con toros de Jandilla, me dijeron que pesaban los seiscientos kilos. La verdad que minutos antes sentí bastante miedo, calentando piernas y brazos; luego tiraron el cohete y salieron los astados , yo estaba en la calle de telefónica y cuando miré atrás vi una multitud encima de mí, así que me puse yo a correr a gran velocidad; hasta que tenía los toros encima mío.Así que me heche a un lado y con un brazo al toro y mi cuerpo corriendo un buen trecho. Al final dejé a los astados a una orilla y después cuando acabó el encierro, saqué las entradas para las corridas de los días que iba a estar allí. Luego a la tarde sería a las seis el festival taurino , en el encierro hubo un corneado por asta de toro un hombre inglés y varias contusiones de mozos. El resto de los días hice lo mismo. Lo mejor el primer día, la carrera especial.