XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
EL COHETE DE LOS SUEÑOS
Vanesa De La Puente Blanco
No sé lo que es, pero parece cosa de magia.
Cada 6 de julio a las doce horas, el cohete de los sueños despierta en nosotros una semana donde el tiempo vuela y se detiene a la vez.
Vuela porque pasa rápido; se detiene porque permanece en nuestro interior hasta el siguiente año, marcado a fuego en nuestras almas.
De repente, ya son las veinticuatro horas y, ¡pobre de mí!
El agotamiento me invade de felicidad.
¡Que me encierren si estoy loca!
HORMIGUEO EN EL HORMIGUERO
Veronica Arnaiz Tome
Cual hormigas en plena actividad acaparadora, el 4 de julio fueron de compras al descubrir que los pantalones blancos les apretaban y las camisetas amarilleaban allí donde cayeron las gotas de kalimotxo el año pasado. También llenaron la despensa de las viandas necesarias para aguantar 9 días. Tampoco tantas, no pensaban pasar mucho tiempo en casa. El 5 de julio empezaron a sentir el hormigueo en las tripas y subieron por la Cuesta de Santo Domingo como hormigas en fila, llevando la ilusión a cuestas hasta el centro del hormiguero, en la plaza del Ayuntamiento. El 6 de julio estalló un volcán allí mismo, en la plaza y millones de hormigas se desparramaron por la ciudad. El 7 de julio, muy temprano, 6 hormigas con cuernos, negras como el carbón, un poco regordetas, pero muy ágiles, corrieron en el encierro, hacia lo que parecía una galleta gigante. Resultó ser arena y pintura, en una gran plaza de toros, ¿qué había pasado? Sus pensamientos se disolvieron en los cánticos y aplausos de miles de espectadores muy alegres por el inicio de las fiestas. ¡San Fermín! ¡San Fermín! ¡San Fermín!
BAR MALDITO
Victor Anton Soler
Al cruzar el umbral enseguida supe que ese era un bar maldito, un bar de perdedores, un cementerio de relojes sin agujas, un purgatorio de almas en pena que buscan se redención en el fondo de un vaso agarrado a una botella. El camarero me preguntó que quería tomar, su aliento me hizo retroceder unos pasos, su boca vacía de dientes pot los coqueteos con las drogas y por la falta de higiene.
Los brazos con tatuajes carceleros hechos con premura, sin en instrumental adecuado, y por un tatuador aficionado que intuia que no era su mejor trabajo.
El pelo amarillo de la sobredosis de colonia diaria, que después arreglaba con un peine grasoso.
Le pedí un whisky y me puso una especie de caldo de patata, que era un mal simulacro de whisky.
Apuré el último trago y salí a l calle, empezó a llover y busqué refugio en el soportal del viejo ayuntamiento.
En cuanto dejó de llover salí corriendo hacia los callejones vacíos de gente donde se entremezclaban los olores de la lluvia recién caída y El olor a pan recién hecho de la panadería de Txema, una combinación que mer recordó tiempos mejores por esa ciudad que tanto amé.
¡ALLÁ VOY!
Víctor Salgado Ferreiro
No he podido pegar ojo en toda la noche.
— ¡Descansa antes del encierro, chaval! La carrera será corta pero intensa –me aconsejó el socio más jaranero de mi peña, protagonista, a su vez, del Chupinazo de este año.
Aturdido por las charangas y el gentío, te sientes arropado y disimulas el miedo hasta que llega la noche. Entonces, con la oscuridad y el silencio, afloran las dudas: ¿Estaré a la altura?
Me han preparado a conciencia. Repaso mentalmente el recorrido. Muy rápido el primer tramo por Santo Domingo. Avistaré la calle Mercaderes al límite de mis fuerzas. Sentiré arder mi pecho sobre la calle Estafeta que conduce al callejón del coso taurino. Si me mantengo firme y aguanto la presión hasta el final, cuando vislumbre la Plaza de Toros de Pamplona, estallaré de gozo en mil pedazos.
No hay marcha atrás. Tiemblo imaginando a los morlacos siguiendo mi estela. Tengo seca la garganta y el pañuelo más rojo que nunca, incandescente. ¡Allá voy!
Son mis primeros Sanfermines. También serán los últimos. Pese a ello, no cambio este momento por nada del mundo. Pocos cohetes hemos tenido el honor de ser elegidos para anunciar el comienzo del primer encierro de San Fermín.
DE NUEVO
Víctor Manuel Sola Picaporte
Siempre he pensado que cuando las cosas terminan, esas de la vida, las etapas, las situaciones, los momentos , habría que concederlas una segunda oportunidad para volver a sentir aquello. Ahí estaban la misma barba blanca, la presencia, el carácter, las sensaciones que producía, su Fiesta y la nuestra, todo volvía a empezar de nuevo. Café Iruña, sí, en la mesita al lado de su estatua, vino tinto y , me llamó tanto la atención, un bloc de notas. Estaba en éxtasis, no me lo podía creer, el mismo parecido, los mismos aproximados veintitrés años, 1923 de hoy o de ayer, en principio daba igual por qué lo que sentí fue la imperiosa necesidad de leer lo que estaba escribiéndose desde el pasado. Tal sería la imagen que delataba mi emocionante semblante que, con esa soltura de los grandes instantes, el gesto de invitarme a leerlo convirtió mi ansiedad en la esperanza tantas veces baldía. No hizo falta decir más y como Ulises cuando vió su Ítaca esperada me encaminé a encontrarme con nuestro destino. A veces sucede y la vida te regala un viento cálido y fresco, a la vez, una oportunidad para que el Sol también salga de nuevo.