XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
MI NOMBRE ES MALIK
Víctor Manuel Balda Ruiz
Mi nombre es Malik, que en árabe significa «rey». Salí de Senegal hace ya varios meses con destino a Alemania. Me busco la vida recogiendo fruta o vendiendo zapatillas, gorras y camisetas. Ahora estoy en Pamplona, una ciudad donde todos visten de blanco y rojo. Esta mañana oí música y me acerqué; padres, madres y niños abarrotaban la calle mientras las enormes figuras bailaban unas danzas. Cuando la música cesó un hombre sudoroso salió del interior.
-Cuánto pesa? -le pregunté
-Sesenta kilos, pero no es cuestión de fuerza sino de habilidad.
Me dio la mano y nos presentamos. Se llamaba José Mari, le dije que estaba de paso y me invitó a sentarme con él en una larga mesa con comida. Comimos y hablamos. Luego nos despedimos, se metió dentro del gigante y continuaron el recorrido. Durante los siguientes días le busqué sin éxito. El último día de fiestas oí de nuevo la música. Me gusta el sonido y la melodía. En un descanso le vi salir del interior, me acerqué y nos dimos un abrazo. Luego le presenté a mi amiga Nahikari.
-Sabes? Al final me quedo en Pamplona, quiero aprender esas danzas para poder bailar algún día al rey africano.
VOLVER
Violeta Tornero Rodríguez
Se despertó con el freno de aquel autobús que anunciaba la parada final. O quizás le sacaron de su sueño la mezcla de sensaciones que ya podía percibir desde su asiento. Volver a su amada Iruña en esas fechas siempre era exponer sus sentidos a miles de emociones a flor de piel. Pamplona olía a ese aire fresco que tanto echaba de menos los días de oficina en su nueva ciudad. Sabía a puchero de su abuela, txantxigorri y pacharán. Sentía gran emoción al leve tacto del pañuelico rojo sobre su piel. Escuchaba risas, gritos de alegría, coros de voces cantando “Uno de enero” y “Pobre de mí”. Esos días, veía la vida en blanco y rojo.
Se apresuró a salir para poderlo vivir. Corrió en dirección a la Plaza Consistorial y llegó justo a tiempo de recibir el abrazo de su familia al escuchar juntos el chupinazo, el sonido más esperado de cada año. Cuando tuvo que marcharse para encontrar trabajo, como miles de jóvenes de su ciudad, se prometió regresar cada siete de julio. San Fermín no sólo era volver a Pamplona. San Fermín era volver a soñar.
DIAS DE LIDIA
Xabier Sancho Sanchez
Los peritos no daban crédito. El Passat familiar escoraba el centro de gravedad unos centímetros hacia un lado gracias a una navaja clavada en la rueda trasera izquierda.
«Recuerdo de Albacete»
-Joder Raúl. ¡Ni se acuerda, pero esta navaja se la regale yo cuando éramos novios!
-¿En serio? ¿Y la deja ahí clavada? Tu marido no está en sus cabales. Deberías hablar con él.
-¡No, si es su coartada! Dice que ha sido el vecino. Un manchego que se ha hecho de la peña la Única y que según él se ha radicalizado express viendo encierros en YouTube. Que entre eso, y lo del pañuelo de fiestas señalizando la sombrilla, se le ha saltado algún fusible.
-¡Madre mía! Si que es grave. Quizá este año deberíais quedaros.
-¡Ya! ¿ Y todos los informes que tengo pendientes? Pensaba teletrabajar desde la playa.
-No te preocupes, yo te los hago.
Sin saber como agradecérselo, Lidia se despidió de Raúl recordándole deberle una, y acto seguido sacó su teléfono.
Mensaje para AAjavi:
5 de Julio. Imposible conseguir repuesto. Tendremos que quedarnos.
Mensaje para Antoniovecino:
Esquiva a Javi estos días. Te lo explicaré. Solo coge el abono para sombra que hay en tu buzón y no hagas preguntas.
CRECER
Yolanda Otazu
Estábamos viendo a los gigantes en la calle Mayor cuando me perdí. Había soltado la mano de mi abuela para acercarme más, embobado por el vuelo de las faldas al girar. Mi prima Amaia siempre contaba que, si lograbas tocar los vestidos de los gigantes en pleno baile, podías pedir un deseo y se cumplía.
Daban vueltas muy rápido y había demasiada gente. Era difícil avanzar, pero me hice un hueco. Esa tarde tocaba día de barracas con los primos y necesitaba un milagro. Había crecido mucho ese año, pero temía no fuera suficiente para poder montar en las atracciones de los mayores. Estiré el brazo y alargué los dedos hasta conseguir agarrar la tela brillante. «Quiero crecer»—pedí.
Luego, la música paró. Bajo las faldas del Rey Americano apareció un hombre sudoroso con barba. Me revolvió el pelo y me riñó por acercarme tanto mientras bailaba. Quise correr para refugiarme en los brazos de mi abuela, pero no la encontré. Pasó mucho rato hasta que apareció arrastrando a mi hermana y con cara de susto. Yo solo pensaba en la tarde de barracas. No entendía por qué lloraba mi abuela y me abrazaba tan fuerte. Me estaba haciendo daño.
MAÑANA DE GIGANTES
Yolanda Calavia Aguirre
¡Ya se ven!, están en la calle Zapatería. Braulia baila al son de los txistularis, da vueltas y más vueltas adornando la vieja Iruña con el colorido vuelo de su falda.
Entre la multitud destaca su pelo rubio y el pañuelo rojo con el nombre de Eduardo bordado.
De la mano vamos avanzando, esquivando ruedas de silletas y algún que otro pisotón…
Sudando por el calor de este 7 de Julio llegamos hasta Josemiguelerico acompañado de los gaiteros.
A mi lado veo la tensión en el rostro de unos niños, tensión parecida a la de unos mozos cuando ven a los toros enfilar la Estafeta.
– ¡Ya viene mamá, ya viene!
– ¿Quién viene?
Recibí el primer vergazo, ese que te hace recordar la resaca del día anterior, ese que alborota tu cabeza igual que la noria en la feria.
Edu entra en acción…
¡Kilikiki con el palo no, con la verga si!
Pim, pam, pum, un intercambio de golpes, un estallido de diversión…
Y cuando el kiliki cambia de objetivo le oigo decir:
¡Se ha rendido mamá!
¡Caravinagre se ha rendido!
Mañana, ¡a por Verruga!.