MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


HERMOSA HERENCIA

 

Desde el cielo, al lado de San Fermín tengo que ver hoy el encierro, pero por favor, decidle a ese mozo que ocupa mi lugar, que lo deje libre, ese sitio siempre ha sido el mío y aunque este año no esté físicamente, mi alma y mi cuerpo siguen ahí en primera fila para ver correr a los mozos. Que nadie ocupe mi lugar, me lo gané a pulso durante más de setenta años y ahora no quiero que nadie me sustituya, pero… a ver… no, ¿que estoy diciendo? No. Decidle que siga ahí el mozo que ocupa mi lugar es digno de estar en mi sitio, yo le inculqué el amor a esta fiesta , perdon, no lo había reconocido, sigue ahí Juanito, sigue ahí, mira el encierro con la misma pasión con que yo lo hice y ahora que ya no estoy entre los terrenales tu, mi querido nieto Juanito, eres el más digno sucesor de mi pasión. ¡Que hermosa herencia te he dejado! La mejor herencia que un abuelo puede dejar a su nieto es el amor por su tierra, sus costumbres y sus tradiciones, Sigue ahí Juanito que yo, al lado de San Fermín te doy mis bendiciones.

 

EMILIA BENEYTO MELIA

 

 

En el desierto, Sanfermín.

 

Hace días que mi hermano Youssef no quiere despertar. Unai, un médico sin fronteras de mi pueblo, no se separa de él. Por la noche, cuando la jaima está más fresca, Unai saca un pañuelo rojo y se lo ata al cuello. Luego nos cuenta historias sobre una fiesta de su tierra. Sé que llora por dentro cuando habla de una cosa llamada encierro. Aquí no hay toros, pero si mi hermano despierta, pienso aprender una rara canción que Unai y sus amigos cantaban en su pueblo, periódico en mano, antes de correr.

 

Juan Andrés Herrera Perdomo

 

 

Contrariedad

 

– Lo siento. De veras que lo siento. La atmósfera del autobús se había transformado. Habían pasado de la emoción contenida a la mayor de las desilusiones sin escala previa. Todos miraban al hombre que ocupaba el asiento del conductor. – Esto es una broma de mal gusto –dijo una chica. – No puedes hacernos esto. ¡Que son Sanfermines! –terció otra. – ¿Eres gilip… o qué te pasa? –sentenció un joven con pañuelico al cuello. – Oye, que yo no tengo la culpa. Tengo un problema, ¿sabes? Un silencio incómodo se apoderó del habitáculo. Un hombre de cuarenta años, ataviado con el uniforme de fiestas, marcó un número en su teléfono móvil. Aguardó unos instantes hasta que una telefonista con voz aguda respondió al otro lado: – Autobuses García, ¿en qué puedo ayudarle? – Buenas, quería poner una queja acerca del autobús de línea Bilbao-Pamplona. – ¿Algún problema con el aire acondicionado? – No. – ¿Los asientos no son cómodos? – Están bien, son mullidos. – Entonces, ¿qué sucede? El hombre tragó saliva y miró por su ventana. La silueta del Pilar se recortaba sobre el cielo de Zaragoza. – Sucede que nos han puesto un conductor disléxico al volante. Son ustedes francamente estúpidos.

 

Asier Rey Salas

 

 

Me tengo que subir al borde de una botella para ver pasar los toros

 

No piensen ustedes que bebo por puras circunstancias del devenir de mi edad, o porque no tengo tiempo suficiente para ejercer como periodista deportiva en las aureas pieles de mi amado Osasuna, o por ser testigo de los caldos más ingestos que me llevan a dar bulanetas por el planeta sin saber dónde vivo, con quién habito y de quién dependo. No,no lo piensen porque estamos en fiestas. Y en toda fiesta, que alguien beba es una casualidad que debemos ofrecer a nuestro patrón. San Fermín. No porque crea que beber tenga que ir acompañada de una ilusión de afectos compartidos. No, diría que tampoco. Aunque debo pensar. Me siento en un charco, muy cerca de la puerta del callejón. Advierto que hoy no he corrido. Estoy febril por los efluvios de la noche y por la tensión arterial que me deja el último beso de la noche. Nada más. Suena el chupinazo en mi retina como un flamear de pañuelos libres y recios. !Cómo no voy a respirar este amanecer con el discreto aroma a pólvora roja, humana, sabia¡ La botella en el suelo, vacía y una nota en su interior: «el año que viene vuelvo y punto».

 

JOSE ANTONIO DÍAZ MORENO