La noche


E.T. subiendo por la cuesta de Santo Domingo 6

Por entonces yo vivía en la Rotxapea, no es como ahora que técnicamente no soy pamplonés (ahora vivo en Sarriguren), pero ya entonces empezaba a ver las fiestas un poco desde fuera, o más bien era al revés, ellas me veían a mí como un intruso. Me di cuenta el día que alguien nos invitó a ver el encierro en un balcón de Santo Domingo y subimos andando por la cuesta. Yo llevaba a mi hijo colgado a la espalda en una de esas mochilas para padres guais. H tendría unos 8 meses, su cabeza era una pelotica y era lo único que se le veía asomando por ahí atrás, eso y sus dos ojos, enormes y mirándolo todo, como dos periscopios

—¡Un niño, un niño! —le señalaba la turba que esperaba a que dieran las ocho, envuelta en una manta sucia e invisible que olía a vino, tabaco, sobacos insumisos, pedos nucleares y anónimos entre la multitud, serrín de los bares…

—¡Un niño, un niño! —repetían los que se volvían a mirar, con los ojos como surtidores de  kalimotxo y sonrisas psicotrópicas.

Parecía que  en lugar de un niño H fuera un extraterrestre, o la Barcina quitándose la peluca de rastas, o Moisés atravesando el mar rojo (porque lo cierto es que a nuestro paso la calle se despejaba milagrosamente). Toda aquella chavalería podía pasarse días (o más bien noches, yo recuerdo sanfermines de vampiro en que la única luz que vi fue la de los bares y la de los mecheros) sin cruzarse con un niño. Yo por el contrario veía niños a todas horas, niños cagando, niños llorando, niños pidiendo a gritos biberón (por entonces solo tenía un hijo, pero es que era muy movido).

Los niños, en definitiva, estaban desterrados de la noche y del vocabulario de los menores de treinta años, quienes tampoco tenían ni idea de que existían otros sanfermines, los sanfermines de día, los sanfermines en Salou, los sanfermines con silleta… Una puta mierda todos ellos, una excusa, lo que dice uno para consolarse cuando se ha hecho viejo. No hay nada que se pueda comparar a tener veinte años y salir a quemar la ciudad, a beberte hasta el agua de los floreros, a follar como un jabato (ah, no, esto no, siempre se me escapa, siempre se me olvida que estamos en Pamplona). Claro que ahora no me metería en una máquina del tiempo ni loco, me quedo con mis extraterrestres y sus periscopios y con mis sanfermines de forastero sarrigunense. Pero comparable, lo que se dice comparable a aquellos sanfermines, nada. A mí que no me jodan.


Amores sanfermineros 6

Ayer a la mañana estaba en la villavesa, y quiso la casualidad que detrás mía se sentarán cinco mujeres que dejando a sus hijos en el cole subían a Pamplona a trabajar. En esto que se pusieron a hablar de cómo conocieron a sus maridos cada una de ellas. Pues resulto ser que de las cinco, tres de ellas empezaron sus relaciones durante los Sanfermines. Que si un día seis en el Garazi, que si un día que fue a los toros con la cuadrilla de su hermana y los amigos, que si uno del pueblo los llevo a una peña a comer. Y esta conversación me llevó a replantearme mi filosofía sobre los amores sanfermineros y su duración.

Y es que yo soy de la opinión de que los amores sanfermineros tienen la duración de las Fiestas. Son intensos, apasionados, cortos, inolvidables. Como las propias fiestas. Y además esporádicos. Únicos. Generalmente en Sanfermines los sentimientos están a flor de piel. Nos emocionamos con más facilidad de lo habitual. Cuando suena el Txupinazo o cuando vamos a la Procesión. Cuando nos rencontramos con la gente de sol el día 7 o nos abrazamos a algún amigo cuando estamos con el puntillo para recordar  a los que se nos han ido. Y para enamorarnos también. Porque lo que durante el año es un rollo de una noche, en sanfermines es un amor que te deja recuerdos imborrables. Porque estoy convencido de que todos hemos tenido un amor sanferminero que lo recordaremos siempre. Un amor que acaba cuando sale el sol. Corto en el tiempo e imborrable en la memoria. Que dura unas pocas horas que son tan intensas que parecen días.

Amores nacidos de la euforia sanferminera. Que no entienden de idiomas ni de timideces. Amores que se gestan al calor del cemento del tendido. O bañados por el sudor provocado por los bailes y calores de las peñas. O con las primeras miradas en un botellón. Amores de barra. Amores eternos que duran horas. Amores con sus flores, sus anillos y sus collares, aunque sean de los “josemaris”. Que acaban en húmedos amaneceres. O dormitando en un banco o tumbados en la Vuelta del Castillo. Amores solo posibles entre el 6 y el 14.

Porque llega el día 15 y el 16. Y ves a esas parejas de la mano. Tímidas. Desubicados en una ciudad semivacía. Dándose cuenta que su amor ya pasó y que no tiene sentido alargar algo que nunca será tan bonito como lo que vivieron durante los Sanfermines.


Músicas 2

Mucho se ha hablado en este espacio de la música sanferminera, pero no tanto de la música cuyo tema son los Sanfermines y su ambiente. Hay muchas canciones cuya temática es sanferminera, y cada tema suele tener un género musical diferente según lo que se trate en él.

El pasacalles es el género más utilizado para los himnos de peñas. Las letras de estas canciones tratan de cómo disfrutaban los mozopeñas y de la alegría que derrochaban por la ciudad. Si el tema tratado es la Feria del Toro, sólo el pasodoble puede guiar las notas como se demuestra en el Pamplona, Feria del Toro. El vals también se ha utilizado para hablar sobre los sanfermines. Sin duda, el Vals de Astrain, con una letra que explica lo que es el Riau-Riau, es la canción más cantada durante las fiestas. También la letra de las Dianas refleja aspectos de las Sanfermines, mezclando distintos géneros musicales. Que decir de un género tan sanferminero como las jotas que se pueden escuchar en casi cualquier esquina en día de fiesta. E incluso en el ska y en el rock actual encontramos canciones basadas en nuestras fiestas.

¿Y el tango? ¿Qué acto sanfermiero podría ser cantado en un tango? Esa música íntima, oscura, nocturna, arrabalera. Con letras que chinan el cuero. Como sabéis en estas fiestas tan multitudinarias, ruidosas y universales, hay un acto que se escapa a todo esto. Recogido. Silencioso. Casi solitario. Un acto que un grupo de navarros ha tratado de explicar en este tango.

 

httpv://youtu.be/hyGBrhBA1Jw


Los Pecos 7

Hasta finales de los años 70, muchos clubes deportivos de Pamplona enriquecían el programa sanferminero contratando la actuación de los grupos y cantantes de moda del momento.

Esta filosofía era heredera, en cierto modo, de la costumbre de décadas anteriores por la cual, clubes, casinos y sociedades privadas programaban bailes y conciertos, de entrada restringida, y reservada, en cierto modo, a las personas con el nivel adquisitivo o los contactos suficientes para acceder a los citados recintos.

Contra esta tradición pugnaron, durante años, distintas peñas, que defendían el carácter popular y abierto a todo el mundo de los Sanfermines. Y, curiosamente, encontraron siempre el apoyo entusiasta de las distintas corporaciones municipales, en forma de subvenciones y de cesión de espacios para la organización de actividades festivas. Vamos, igualico, igualico que ahora.

Dentro de este contexto, un concierto marcó el declive de las actuaciones privadas de los grupos punteros.

Si una pareja era famosa en 1980, esa era la compuesta por dos jóvenes hermanos, Javi y Pedro, Los Pecos, que arrasaban en las radios musicales y en programas televisivos como Aplauso. Su público, eminentemente adolescente y femenino, les seguía con fervor allá donde fueran.

Desde su llegada al Hotel Tres Reyes, junto a La Taconera, fueron arropados por sus fans mientras centenares de mozos les abucheaban. Ya en el club Larraina, lugar de su actuación, las cosas no pudieron ir peor. Silbidos, insultos e, incluso, lanzamiento de objetos, algún vaso de cristal entre ellos. Los Pecos, en semejante tesitura, no tuvieron más remedio que suspender su actuación, a los veinte minutos de iniciar el concierto.

Ya de vuelta en el Hotel Tres Reyes, fueron consolados por sus fans, que no dejaron de aclamarlos, mientras grupos de mozos continuaban silbándoles, entre gritos de Pecos kanpora, Maricones, Los Pecos no tienen cola y similares.

En fin, cosillas de esta Pamplona tan rarica y mágica al mismo tiempo.

Me gustaría saber qué recuerdo tienen Los Pecos, siempre lánguidos y melosos, de aquel día.

Hoy arrasarían.

httpv://www.youtube.com/watch?v=vuYF2_F8HvA


Las novias de Larraina 2

En los años 60 y 70 y comienzo de los 80, la noche Sanferminera difería de la que conocemos actualmente. El ambiente no era puramente callejero sino que se distribuía en lugares con entrada de pago.

La noche parecía concentrarse en los distintos clubes deportivos que eran capaces de atraer a millares de personas al reclamo de actuaciones musicales de renombre.

Cuentan que el ambiente, era bastante bueno, aunque como yo no lo viví lo dejo a la imaginación del lector.

El caso es que algunos jóvenes de la época comenzaban la noche con sus novias formales en la sociedad deportiva “x” (no es cuestión de dar pistas) para luego seguirla más libres por el ibérico método de acompañarlas a casa y continuar con los amigotes.

El lugar de más éxito para continuar la juerga solía ser Larraina que, sólo por esos días y esas horas, permitía el paso de señoras a sus instalaciones.

Los jóvenes, ya huidos de sus novias, debían de tener éxito en aquello del ligue porque acababan los sanfermines con un problema: ya no sólo tenían que quedar bien con sus novias de continuo sino que ahora también tenían a la “novia de Larraina”.

En cualquier caso, eran otros tiempos porque a ver ¿qué es eso de ligar en San Fermín?