Sanfermines


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CORONA DE FUEGO

Myriam Garcia Carromero

El pueblo huele a fiesta, a brasas de carbón y limonada que tiñe de carmín el adoquín de las calles empinadas. Una plaza atiborrada nos rodea mientras bailamos esperando la llegada del animal prestos a escapar en cuanto la orquesta avise. En la calle más sinuosa se apuestan los mozos en las talanqueras para correr delante de la bestia.
Josetxu es mi amor de verano. Me aprieta mientras bailamos lentos excitados doblemente por el peligro inminente. Siento sus labios golosos luchar contra mi defensa que no los deja progresar.
El griterío de la masa nos avisa y nos empuja hacia un extremo de la plaza. Josetxu me agarra como si fuera una pluma y me coloca sobre una tapia desmochada. Corre enloquecido a recibir al toro coronado de fuego.
Éste me enfila iluminando con su pirotecnia la noche de verano, acompañado de mozos, niños y padres.
Veo las piernas escuálidas del mozo que soporta el peso de cartón piedra rematado por los fuegos de artificio. Lo siento sufrir con ese humo sobre sus astas, la parte más sensible de su artificial cuerpo.
Salto desde mi atalaya y le beso bajo la guirnalda de chispas, con el beso largo que le escamoteé en la plaza.
 

EL CHUPINAZO

Myriam Carlotta Ciriza Bretos

Es un día muy importante. Los turistas pasean hasta llegar a la Plaza Consistorial. Prima la música, el calor de julio quema la piel y se respira vida, alegría, pura emoción. Ya casi son las doce. La ciudad tiembla. Estoy sentada sobre los hombros de mi amigo. Hoy esta plaza, que es diminuta, parece la Tierra de grande. Una marea de blanco y rojo. Sobre el cielo azul y luminoso, vuelan globos, botellas de vino y sangría. A estas alturas la ropa se ha teñido de morado. Por fin, se escucha el esperado: pamploneses, pamplonesas, ¡viva San Fermín! Y yo respondo ¡viva! ¡gora! como si mi vida dependiera de ello. Me siguen voces de todos los acentos y edades posibles. Miro hacia mi alrededor y veo montones de manos alzando pañuelos a cámara lenta. Todos rojos. Algunos, con la figura del patrón; otros, con el escudo de Pamplona. Nadie puede evitar sonreír. La felicidad es real. La procesión, gigantes y kilikis, jotas, almuerzos, Dianas, toros, música. Nos esperan nueve días increíbles.

–¿Qué ha pasado? –pregunto agitada, mientras abro los ojos.
–Has vuelto a soñar con el chupinazo –me explica mi hermana-. No te desanimes, hoy celebramos la última escalerica.

 

REENCARNACIÓN

Nahuel Ion García Boada

En la tarde mística de San Fermín, Firminus, un toro de trapío exuberante, encarnó al santo en la ancestral plaza de toros de Pamplona. Ernest y Michener, ahora mulillas, atestiguaron maravillados. La historia reverberaba en el ciclo de la vida.
En el remoto santuario budista de Yamaguchi, reposaba un mandala circular. Sus tonalidades rojas, blancas y albero expresaban la encarnación de San Fermín en Firminus. La plaza de toros y el mandala tejían un enigmático vínculo, simbolizando la dualidad de la existencia.
Firminus, en su danza desbordante, emanaba coraje y pasión, mientras Ernest y Michener intuían el profundo significado de la festividad. La historia se repetía, pero con matices inéditos, revelando nuevos horizontes a sus protagonistas. El toro encarnado, las mulillas y el mandala se entrelazaban en un tejido sagrado, recordándonos que la vida se renueva en cada ciclo efímero.
En ese instante sublime, la trascendencia y la celebración convergían en un laberinto de significados ocultos. Firminus, símbolo viviente de la universalidad humana, personificaba la fuerza y la esencia misma. En su majestuosidad, nos recordaba que la vida es un eterno renacer, una danza perpetua de lo divino y lo terrenal.

 

SAN FERMÍN EN EL MUNDO

Napoleón Tenorio Zubiate

Escuchaba desde muy pequeño a la Tía abuela Mercedes , cantar una canción mientras bordaba unos manteles en el jardín, después de ir a misa todos los días a las 7 de la mañana. La recuerdo en traje negro, menuda, con el pelo blanco terminado en trensa, en su casa , del pueblo , enclavado en los andes. Jamás imaginé que dicha tonada la escucharía a miles de kilómetros de casa.
Contaba ella que cuando era niña había llegado un cura a la parroquia del pueblo, el Padre Irizar , que todos los 7 de julio , en el patio del colegio cantaban con él dicha canción en honor a San Fermín .
Desde hace dos décadas , cada año , en Pamplona , en las fiestas de San Fermín , entre toros, verbenas, puestos y vinos , me parece volver a escucharla con sus voz melodiosa , cantar aquella cancion : “ uno de enero , dos de febrero, tres de marzo , cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio , siete de julio San Fermín . A Pamplona hemos de ir con una media ,con una media. A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín. 

ES PIEL.

Natalia Bermejo Martiartu

Nos vamos haciendo mayores y disfrutamos la fiesta de otra manera. No salimos tanto, no aguantamos tanto… Mejor sobremesa de risas que bailar, de peña en peña, toda la noche. Aunque los temazos los bailamos sin tregua y, a estas alturas, sin ningún pudor.
Pero, se nos sigue erizando la piel el día 6 y se nos pone piel de gallina el día 7 al escuchar la jota al santo y nos dan escalofríos en la piel con los encierros y alguna lágrima recorre la piel de nuestras caritas en el pobre de mí…
Somos piel. Piel pamplonica. Piel Navarra. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

SAN FERMÍN

Mónica Andrés Lacasta

Faltaban cinco minutos para las doce del mediodía y estaba nervioso. Sabía que durante los próximos días las fiestas de San Fermín tomarían el control de la ciudad de Pamplona. Miles de personas disfrutarían de los encierros, de los gigantes, de los cabezudos, de la música… y él, un año más, volvería a cobrar vida.
Ansiaba unirse a ellos, conocerlos y dejarse llevar por el ambiente. Hacía amigos nuevos que venían de otras ciudades, de otras provincias, de otros países y a lo largo de todos estos años había conocido a muchos personajes ilustres, Hemingway, Orson Welles, Ava Gadner, Arthur Miller, Inger Morath… Se sentía afortunado por haber compartido con ellos las fiestas, sus fiestas.
¡Por fin! El sonido del cohete retumbó en el cielo y el grito de entusiasmo de todas las personas presentes en la plaza del ayuntamiento se oyó como si fuera uno solo. Las fiestas de San Fermín habían comenzado y él sería el encargado de que todos disfrutaran de ellas, llevaba haciéndolo muchos años y sabía, que mientras estuviera en el corazón de los pamploneses seguiría haciéndolo muchos más. Al fin y al cabo, eran sus fiestas y él era San Fermín.
 

PROGRAMA DE SAN FERMÍN

Mónica Florencia Josid Huber

Seis. A dormir, a dormir que mañana es San Fermín. Siete. Mamá me viste de blanco para la procesión, la abuela ha bordado a Caravinagre en mi pañuelo. Ocho. Le doy la mano a Carlita y corremos muy rápido para que el toro de fuego no nos alcance. Nueve. Los mayores toman el vermú, nosotros bailamos al ritmo de la comparsa. Diez. Música, sirenas, nuestros coches chocan unos contra otros. Las barracas todavía están junto a la Ciudadela. Once. La fiesta se vive en la calle. El cielo se enciende y brilla, los estruendos rebotan en los edificios. Beso a Carla por primera vez. Doce. Comidas con la cuadrilla, la mesa es cada vez más larga. Los más pequeños juegan a la baraja: las sotas son cabezudos; los caballos zaldikos y los reyes son los gigantes. Trece. Los veo caminar, Carla lo lleva de la mano. Él espera paciente hasta que ve los cuerpos enormes salir de la estación de autobuses y comienza a saltar. Catorce. Con esfuerzo bajo la caja de madera del estante más alto del armario. Todo huele a jabón de Marsella, echo de menos a Carla. Sostengo el pañuelo de Caravinagre entre mis manos temblorosas: mi hijo tiene hijos propios.
 

OTRA VEZ SERÁ

Mónica Ruth Trujillo Gómez

Manu puede escuchar en sus oídos el retumbante latido de su corazón, es más, está convencido de que todos a su alrededor pueden oírlo. Rodeado por la muchedumbre ardiente, suda a mares. La ropa blanca refleja los destellos del sol que parece recargarlo con el poder de sus rayos.
La pasión rebosa sus venas derramando el rojo sobre el pañuelo del cuello mientras el otro carmín que rodea su cintura le recuerda que la emoción no puede cegar la prudencia, no quiere más que esos rojos textiles sobre su cuerpo, nada de sangre…por favor…por favor…solo adrenalina para saciar su hambre de emoción. Ruega con el alma en vilo mientras calienta las piernas para arrancar cuando den la señal.
Se acerca un gigante negro, puede sentir el vaho de su respiración, mira de reojo los afilados cuernos como si pudiera dominarlos con la mente. Su piel se eriza al notar un leve roce tibio y áspero en su antebrazo desnudo. Le duele la cabeza y empieza a notar frío. ¿Desapareció el calor, el ruido, el polvo?

―Tranquilo, solo fue un desmayo, a lo mejor otro día consigue correr.

Era la voz de una enfermera de enmarañada melena negra que intentaba canalizar su vena para hidratarlo.
 

ROJO SOBRE BLANCO

Montserrat Ferreras Ibáñez

Las bombas revientan contra mi pecho. Olfateo el miedo y la resina de las talanqueras. Me lanzo al abismo, una suerte de túnel donde a empellones y sofocados tragos de aire avanzo como ya hicieron mis ancestros.
– Correr aquí es un premio. Pamplona es especial – Me lo dijo orgulloso, clavándome la mirada.
– Es especial. Es especial – Y yo me lo repito como una ofrenda.
Corro con furia y pasión desatadas. Busco mi hueco. Hay gritos. Pasión. Miedo.
– Es una simbiosis entre la bestia y el hombre, la vida y la muerte, la catarsis y la tragedia – Paladeó las palabras con todo el peso de la historia mientras me lo decía, minutos antes del encierro.
Corro con furia y pasión desatadas, orgulloso, y me estrello brutal contra la pared; de repente, todo es rojo bermellón sobre blanco.
– Es especial- Me lo recuerdo satisfecho cuando agonizo.
Mis ojos redondos y vidriosos se posan, primero, en cientos de caras admiradas y, después, en la sangre que mana de mi morro y gotea hasta las pezuñas.
“Murió por su casta y bravura” sentencian al día siguiente los titulares a toda página, incrédulos ante una muerte tan inusual como gloriosa.
 

UNA CHICA FABULOSA Y CATASTRÓFICA

Muriel Castro Dufourny

Era tan enamoradiza como enamoradora, y así no se puede vivir. Sobre todo, los demás.
Richard la vio en la Plaza, se sintió náufrago, subió al balcón, la oteó, alargó el brazo, se enganchó al cohete, voló hasta una pelota hinchable gigante, rebotó contra la pared, y se incrustó.
El técnico pirotécnico Iñaki la vio e improvisó un poema exultante y alborozado de versos incendiarios, y coreografiando sinfonías evanescentes ardieron sus dedos, cejas, pelo, hasta prenderse él en fuego vivo, surcando el cielo a lomos de una estrella fugaz resplandeciente, donde explotó.
Tomás, solista de Capilla, la vio y cantó un gallo estridente, el coro desentonó con la misma buena gana, el sacerdote desafinó su padrenuestro, y el sacristán tocó un son de campanas tan desacordadamente melodioso, que provocó un flechazo múltiple en efecto dominó.
Ernest la miró, cruzó sin mirar, y le pillaron los toros.
Los gigantes, cabezudos, kilikis, zaldikos la vieron, y bailaron, reviraron, rebrincaron, galoparon en gigantesco circo de pistas superpuestas, kilikis sobre zaldikos, encima de cabezudos, a hombros de gigantes, torbellino que arrojó sus amores y piezas articulables en mil direcciones desatadas.
Cuando mandaron apresarla, San Fermín la cobijó en su capote, hasta convertirla en fulgurante vela de su altar.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

TÚ Y YO

Miren Maialen Palacios Alonso

– Eras tú, con tus risas, con tu jolgorio, con tus prisas, eras tu quien me insistía, quien quería jugar, jugar a un juego peligroso donde yo después supe que no lo contaría, eras tú quien se apoderaba de mis ojos lentamente, mirada penetrante y ardiente, eras tu quien quiso ofrecerme la madurez en mi niñez, tú quien mutiló mi sentido del deber, la razón nublada por escapar a los pastos lejos de ese juego que nunca llegué a entender.
– Era yo, quien quiso rozar tu piel, yo, quien, de fiesta en fiesta, no supe que hacer, yo que a los san fermines fui para verte correr, ese fui yo, inocente e insolente, ni te vi ni te sentí, solamente creí en el placer del riesgo, jugué a ser un héroe, el benefactor de tu infierno.
– Eran ellos, un joven y su enemigo el toro, un toro y su enemigo el joven, y aquí acaban dos historias de odios.

Pasaron los años y las Fiestas de los Sanfermines siguieron siendo las mejores fiestas de toda España, pero con una gran diferencia, los toros de hierro y los jóvenes alocados sin riesgo.
 

EL FUEGO DEL AMOR

Míriam Ayesa Sagüés

Recorre los 204 metros de distancia en menos de 7 segundos. Desde lo alto, observa a un grupo de jóvenes sentados en la hierba, cenando bocatas de txistorra y bebiendo kalimotxo; una pareja de ancianos agarrados de la mano y con las chaqueticas sobre los hombros, por si luego refresca; la familia con los niños que corretean, sorteando a la multitud.
Se escucha una música animada y el aire está impregnado de cientos de olores apetecibles. Una enorme rueda luminosa gira sin parar en el horizonte.

Súbitamente, percibe el calor de un volcán surgiendo de sus entrañas, un sísmico temblor se apodera de él, y comienzan a desdibujarse los rostros de las personas que le observan boquiabiertas.
Percibe que su final es inminente, y se resiste, pues esos pocos segundos de vida no son suficientes para disfrutar de tan majestuoso espectáculo.

Recuerda que el poeta Goethe afirmaba: “Un loco enamorado sería capaz de hacer fuegos artificiales con el sol, la luna y las estrellas, para recuperar a su amada”.
Y, mientras explota en una miríada de luces rojas y blancas en forma de corazón, suplica reencarnarse en astro para poder deleitarse con esta gloriosa fiesta para siempre. Se ha enamorado.
 

DÍA DE ENCIERRO

Miriam Romero Recio

– “Un caluroso día de Julio, línea de salida, Cuesta de Santo Domingo.
Estás rodeado de gente, pero eres presa de un silencio ensordecedor, la calma que precede a la tormenta. Sin demora se da la señal de comienzo, y un instinto de supervivencia primitivo se apodera de tí, ya no eres tú mismo, eres una cebra que huye de los leones.
Corres sin descanso, pasando por la plaza Consistorial, hasta llegar al final de la calle Mercedes.
Ese es uno de los momentos en los cuales recuerdas por qué hasta los ateos se acercaron a rezar al santo, unos míseros segundos donde se puede pasar de la nada a la tragedia, de ser libre a tener tu cabeza entre los dientes del felino. Pero cuando consigues salir de una pieza de allí, una sensación de infinito alivio recorre tu cuerpo, dándote el impulso necesario para continuar a lo largo de la eterna calle Estafeta.
Finalmente, casi dos minutos después alcanzas la meta, la gran plaza, y entre aplausos piensas que incluso con la sensación de peligro inminente que te ha acompañado durante el tramo, ha valido la pena”.

– Qué intenso, ¿pero dónde has estado?

– En los Sanfermines compañero, en los Sanfermines.
 

SOMOS

Miryam Teresita Acosta Martínez

Somos Sanfermines alegres entusiastas
corazón hinchado de emoción
en la tierra que nos vio nacer
o en tierras lejanas
mirando a través de nuestros padres y abuelos
somos todos y somos uno bajo el mismo cielo
envueltos con la misma bandera
esperando cada año el reencuentro
el abrazo fuerte
el estallido del grito contenido
 

ELIJO LA VIDA

Modes Lobato Marcos

El 7 de julio de 2023 fui a Pamplona, con intención de trabajar.
Pero entre la multitud, un mozo me dijo: «¿Qué haces tan sola?»
Y tomando mi mano, añadió: «En esta ciudad nadie es forastero. Acompáñame».
Y me dejé llevar.
Fue la mejor decisión de mi maldita existencia.
En esa semana cantamos y bailamos con las peñas, reímos, corrimos delante de los toros, hicimos el amor…
Y los sargazos de soledad y tristeza que habían enraizado en mi alma, se evaporaron como pompas de jabón.
Pero el último día de fiestas, abrazados en su cama, le dije que tenía que irme.
Y él, con lágrimas en los ojos, susurró: «Quédate conmigo, por favor».
Y acepté.
Después llamé a mi jefe, le dije que dejaba el trabajo y, tras salir a la calle, arrojé en un contenedor mi oxidada guadaña.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UN AUTÉNTICO CRIMEN SANFERMINERO

Mikel Mikeo Arrarás

El lugar era un hervidero como lo era la ciudad aquel 6 de julio. Una figura desgarbada deambulaba algo desorientada.
¿Comisario Goñi?, interpeló a un sofocado y muy atareado personaje. Un leve gesto con la cabeza le indicó que era el lugar correcto.
Soy el inspector O’Donnell de la Interpol. Iré al grano. Llevamos años tras Sergei Kalospov, de la mafia Uzbeka, uno de los tres criminales más buscados. ¡En el mundo! Tráfico de drogas, armas, personas… ¡Y está en Pamplona! Una cámara en la estación de autobuses lo ha captado esta mañana. Necesito toda su colaboración para encontrarlo. Va completamente vestido de blanco… Tengo aquí la imagen.
¿De blanco…? Pasará bastante… desapercibido. Esto… ¿O’Hara, ha dicho?
O’Donnell.
Da igual. Estos días no puedo dedicar ni un… ¡Dios santo! Cogió el teléfono como si fuera el mismo cuello de aquel desalmado. ¡García! ¡Prioridad máxima! Tenemos que localizar un sospechoso. Y llama a guardia civil, policía nacional, ejército… Necesitamos todos los efectivos posibles.
¡Vaya! Me alegra que haya comprendido…
¡Clama al cielo! La faja anudada a la derecha. ¡Solo faltaba! Lo encontramos, le ponemos la faja como San Fermín manda y luego usted lo arresta, lo extradita… Lo que guste, que se lo merece todo.
 

DESDE LOS DIECISIETE

Milagros Arizcuren Balda

Desde que Miren cumplió diecisiete años, he sido su acompañante inseparable en sanfermines. Unas veces aferrado a su muñeca, otras abrazando su cuello. Del cohete del 6 hasta “el pobre de mí”, con encierros sin dormir o con la ducha reciente en el cuerpo, con churros o con huevos fritos, con gigantes o con barracas, con tardes de “maestros” en el ruedo o con toda la juerga en el tendido, siempre disfrutando.
Después de muchos años y aunque me salvé del kalimotxo —ella prefería la cerveza o el cava—, mi color rojo inicial ha devenido en rosa pálido. En más de una ocasión le sugirieron que me cambiara, pero siempre me ha mantenido a su lado, decía que era su compañía en la fiesta. ¡Pasamos tantos momentos juntos!
Aunque no llevaba ningún bordado para distinguirme, tenía mi personalidad y Miren me lucía con cariño. El año pasado apenas dos días, porque al fallecer Jon —su amigo, pareja, amante, marido, padre de sus hijos y el que tenía que ser su compañero en la vejez—, me dobló de cualquier manera y me dejó caer dentro de un cajón. Ahora, solo soy un pañuelo descolorido que no rodeará su cuello otra vez.
 

POCA BROMA

Miren Hormaeche Fano

Han saltado cinco hombres con mascara y tricornio del interior de un Seat Panda, el sexto se ha quedado al volante con el motor en marcha. Todos se cubren con largas casacas, han sustituido el corbatín por un pañuelo rojo y llevan en la mano una vara de espuma con la que reparten estopa a diestro y siniestro.
—¡Que nadie se haga el valiente! —ordena «el Barbas».
—Ya estas vaciando la caja, bonita —dice Napoleón.
Los cabezudos han entrado dando voces y, contagiados del espíritu festivo, los empleados y clientes de la oficina les ríen la gracia.
En la terraza del café de en frente la brisa agita las páginas de un periódico olvidado.
<>, reza el titular. En la foto de portada aparecen Verrugón sonriente con una escopeta sobre el hombro y Caravinagre diciendo «pum» mientras apunta al lector con dos dedos.
 

MOMENTICO

Miren López Peralta

Que si,que hay un ambiente diferente, mientras sueño con mi habitual vuelo mañanero….
Los pájaros y las pájaras tienen un vuelo maravilloso, están como bailando!!!
El cantar que tienen, esta revolucionado, incontrolado y a la vez programado.
Sobrevuelo la zona verde por excelencia de mi ciudad, ardillas cantando,patos y patas aleteando sus alas, como aplaudiendo a algo que intuyen que será maravilloso. Ciervos y ciervas haciéndose arrumacos y preparándose para saltar de emoción…
Intuyen,presienten, huelen la alegría y emoción de todo y todos los que les rodea….
Pero oye!!! Desde una pequeña y fea ventana de la vieja ciudad,unos ojos llorosos y tristes también suplican al cielo,humeante de un reciente estruendo en el medio día de un seis de Julio,que ella también quiere volar, bailar, cantar,aplaudir y quiere hacerse arrumacos con un bello y apuesto maullador…
La gata del tercero…la gata del tercero necesita sentir lo que sienten sus compañeros de especie,lo que ve que sienten….e intuye que pronto le pasará a ella.
Cli clic….un bello y apuesto palomo,un lazo rojo al cuello, otro sobrante en el pico ….

 

MOMENTICOS

Miren Oyarzun Goldaracena

¡Horas!¡ San Fermín ya está aquí! ¡Qué decir! que vuelven los momenticos:
El chupinazo cuando todo estalla y tras los gaiteros, primer brindis con sorbete de limón de Gazteluleku.
La procesión y esa jota al santo moreno con la que más de una lagrimilla se escapa.
Bailar con Toko Toko y Braulia al ritmo de Candombé para José.
Las comidas en la Servi o almuerzos en el Katachu con la cuadrilla y luego, ¡pues hasta que el cuerpo aguante!
Las salidas de las peñas, los partidos de pelota, el estruendo…
Bocata viendo los fuegos, los encierros, conciertos, las dianas…
Días de emoción, alegría, devoción, de ganas de reír, disfrutar y días de nostalgia por los que ya no están… por ese balcón sin su silla, por esos ratos en el Cali, por ese tendido número siete… mi primer brindis para ellos.
Días de reencuentros, de primeros recuerdos, de bailar la Era en la plaza del Ayuntamiento, a cuatro pasos una batukada y terminar con Madonna en la plaza del castillo, de bocadillos en el Jesús Mari, de confesiones, de emocionarse porque sí, de noches de luna llena o sin ella, de la traca final y que amanezca sin querer ¡Días de sentir y vivir!  


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA DUDA

Miguel Angel Torres Abreu.

“La Duda”

– ¿Te alcanzo, con el cuerno? Me pregunto.
– No, solo me rasgo la camisa.
– ¿Por qué corriste, delante de ese animal?¡ Es peligroso y grande! Con solo tocarte, te arrastraría.- Me dijo, mientras yo, entraba por sus profundos ojos fijos y me retraba en su asombro.
– Practico, practico, quiero hacerlo en Pamplona. En los Sanfermines.
-¿En España?¿En serio, de Cuba, a España, a Pamplona?. Y se reía de mí.
– Pues apure el trago y corra, ya siento bulla, los toros deben estar al entrar en Estafeta. Ah tome su pañuelo rojo, no sea que lo olvide.

 

UNA DAMA VIENE A VERTE

Miguel ángel Moreno Cañizares

Escogió la corbata que mejor combinara con la camisa azul, el traje gris antracita hecho a medida y los zapatos de ante. Se aplicó unas gotas en el cuello de aquel perfume amaderado, regalo de su nieta, y se sirvió un pacharán que reservaba para las ocasiones especiales antes de dar por concluida la ceremonia. Quería estar chisposo. Se detuvo ante el armario, donde estaban perfectamente colocados el pantalón y la camisa blancos, la faja y el pañuelo rojos, y en la parte de abajo las alpargatas desgastadas por tantas carreras.
Se observó un buen rato ante el espejo enumerando sus arrugas y comprobó que seguían siendo muchas. Incluso hoy, víspera del patrón. ¡Otra vez la maldita tos!
¿Estaba realmente listo para la visita? Se preguntó. Quizá era demasiado pronto. A decir verdad, nadie se considera preparado para recibir a tan distinguida invitada, se justificó. Ella estaría a punto de aparecer. Era tarde para arrepentimientos. ¡Además, qué mejor fecha que un 6 de julio!
— ¿Le apetece una copa, señora?— ensayó con voz trémula anticipando el encuentro con la dama de negro— No te obsesiones— se dijo— Aunque, si falta algún requisito, igual te prorroga la vida para que disfrutes de tus nonagésimos sanfermines. 

VEGA

Miguel ángel Gutiérrez

El zumbido de la alarma le sobresaltó
y corrió a mirar por la ventana de su nave espacial.
Dentro de un minuto casi rozaría Vega,
el segundo astro más brillante del Hemisferio Norte.
Hallarse donde ningún otro ser humano había llegado nunca,
hizo aflorar en él recuerdos de felices noches de verano,
observando aquella estrella tan hipnótica,
mientras mantenía largas conversaciones
con su amor.
Lamentó con todas sus fuerzas
haberse embarcado en una misión interestelar,
porque ni siquiera ser el protagonista
de la mayor epopeya de la Humanidad
iba a compensarle de estar a veinticinco años luz
de la persona que amaba con locura.
Su particular extraterrestre,
con quien tantas veces bromeó diciéndole
que ella había llegado a la Tierra
desde más allá de esa fulgurante estrella,
la misma que ahora, con su luz poderosa,
le cegaba los ojos, bañados en lágrimas,
quizás las últimas de aquel viaje sin retorno. 

FIESTA BRAVA

Miguel ángel José Segurado

Eran las ocho menos cinco de la mañana del 7 de julio, un gentío convulsionado esperaba la suelta de toros; yo estaba ahí como turista y participar de la encerrona. Era un sueño que se me iba a realizar ese día cueste lo que cueste. Desde aquella vez que leí “Fiesta” de Hemingway tuve una obsesión con la Fiesta de San Fermín. Miré nuevamente el reloj, las manecillas daban las ocho y la suelta fue tan puntual que al girar la cabeza una docena de toros se venía hacia mí; no sé qué pasó, desperté en una gran casa con muchos pasadizos y un grito desgarrador se apoderó de mis sentidos; un viejo hombre vestido de blanco con boina roja me dijo que estábamos en la casa de Asterión el famoso Minotauro, que corriéramos lo más rápido posible porque quería devorarnos.
El miedo paralizó mis piernas, los gritos eran cada vez más estentóreos; me tomé el hombro, estaba salido de lugar y un fuerte golpe en la cabeza me hizo perder el sentido.
Escuché una voz, era nuevamente ese hombre diciéndome algo en euskara, luego pasó al castellano preguntándome cómo me sentía, porque que un gran toro me había llevado por delante.
 

TRES AMIGOS EN LA CARRERA DE SUS VIDAS

Miguel Rafael Pérez Hernández

Julián corre con el aliento entrecortado, esquivando a los toros que le siguen de cerca. Mira hacia atrás y ve a Marta, su novia, que también participa en el encierro. Ella le sonríe y le hace un gesto con la mano. Julián siente una mezcla de orgullo y miedo. ¿Qué hace ella aquí? ¿No le había dicho que se quedara en el hotel?
De pronto, un grito le hace volver la cabeza. Es Fermín, su mejor amigo, que ha tropezado con un mozo y ha caído al suelo. Los toros se acercan a él, amenazantes. Julián no lo piensa dos veces y se lanza a ayudarlo. Lo agarra por el brazo y lo levanta justo a tiempo de evitar una cornada. Fermín le agradece con lágrimas en los ojos.
Los tres amigos se abrazan y siguen corriendo hasta la plaza de toros, donde les espera la multitud. Han vivido una experiencia única e inolvidable. Han desafiado a la muerte y han salido victoriosos. Han celebrado las Fiestas de San Fermín como nunca antes.